“La grandeza de una nación y su progreso moral pueden ser juzgados por la manera en que tratan a sus animales”. Mahatma Gandhi.
Muchos de los elementos cosméticos que usamos a diario, han sido probados con animales, sometiéndolos a torturas que no nos garantizan un adecuado control de los químicos. Pueden probar la toxicidad de un químico sobre la piel experimentando con conejos, pero jamás se tienen en cuenta los efectos secundarios. Menos del 20% de los compuestos químicos que usamos a diario ha sido analizado. La FDA (Food and Drug Administration) en la India suspendió la licencia de Johnson & Johnson al encontrar elevadas cantidades de óxido de etileno en los “inocuos” talcos para bebé. ¿Cuánta de esa basura estamos tragando sin darnos cuenta? Todo empieza por la producción de cosméticos (los productos de limpieza no tienen el mismo contacto con el ser humano, por lo que las pruebas con animales son menos frecuentes). Cada día salen nuevas fórmulas que prometen un cabello sedoso, brillante, una piel suave, saludable y mil promesas más relacionadas con la belleza. Detrás de esto está la historia de los animales torturados para la producción de cosméticos. Las multinacionales contratan a los laboratorios especializados donde se realizan todo tipo de pruebas. Los conejos, ratas y cobayas (curíes) son los más usados por tener una piel más sensible y una córnea mucho más delicada. Son obligados a tener contacto con los químicos, directamente en los ojos, por inhalación o por aplicación directa sobre la piel. La idea es verificar que tan tóxicos pueden ser los compuestos y saber que daños producen. Los animales son atados con cadenas para evitar que se rasquen, para evitar que se laman e intenten limpiarse. Cuando se les aplican químicos en los ojos, estos se mantienen abiertos todo el tiempo para evitar que las lágrimas limpien el rastro químico. Las cuerdas vocales son cortadas porque los chillidos serían insoportables, pues la prueba se debe hacer en varios animales para tener una “muestra representativa”. Así, los pobres mueren con intensos dolores causados por llagas supurantes, tras días de vómitos, sin poder comer y ahogados, sin poder por lo menos purgar su dolor con llanto. Eso cuesta ese fabuloso shampoo para cabello sedoso. Hay distintas pruebas como la DL50 o Dosis Letal 50, que consiste en aplicar abundante contenido del químico que se va a probar en una muestra significativa de animales (por lo menos 200), e ir aumentando la cantidad hasta que el 50% de las criaturas muera. Eso determina el nivel de letalidad del producto. Los animales que sobreviven son sacrificados para hacer un análisis de sus tejidos internos y revisar la relación que se pueda dar entre su resistencia y la tolerancia al químico. Esta prueba es inexacta porque los resultados varían de acuerdo con la raza, cepa, edad y sexo del animal. Sin embargo, en países como China, Japón y Estados Unidos aún se practica. La Unión Europea aplicó este año una prohibición para la venta de cosméticos probados en animales. Esta prohibición tuvo un camino de más de 20 años para poder ser aprobada. Hoy en día no se puede vender en la Unión Europea ningún cosmético que haya sido ensayado en animales, en el caso de las importaciones deben demostrar que no usaron este tipo de experimentos en su producción. Sin embargo, los elementos relacionados con la salud y los medicamentos están libres de esa prohibición, por lo que un simple cambio de nombre será suficiente para saltarse la norma. Quienes trabajan con estos experimentos los justifican afirmando que tratan de mantener a salvo la salud del ser humano. Supongamos que tuvieran razón. Si fuera así, el número de químicos cancerígenos sería menor y las investigaciones se centrarían en los efectos secundarios, no en las cantidades letales. Además, en la actualidad hay otro tipo de pruebas alternativas, realizadas sobre células madre en laboratorios que no comprometen la vida de los animales, pero es más costoso. Muchos de los compuestos que hoy usamos en el shampoo, el jabón, la crema dental, e incluso cremas para la cara, no tienen un adecuado análisis de toxicidad. De más de 12.000 compuestos químicos tóxicos, sólo 8 han sido suspendidos en Estados Unidos en los últimos 10 años. Aquí nosotros nos tragamos toda esa basura sin preguntar, después de todo ¿a quién le importa? P&G, Unilever, Johnson & Johnson prueban sus cosméticos en animales. Pero también hay empresas que han encontrado métodos alternativos. Victoria’s Secret, Zara y Lush entre otras compañías han logrado producir elementos que no son probados en animales. ¿Acaso necesitaban nuestros ancestros indígenas probar los pigmentos naturales en otros animales antes de pintarse el rostro? Y ninguno de ellos murió de cáncer. Estamos en la modernidad y el contexto es otro, estamos de acuerdo. Pero es necesario evolucionar un poco y hacer una compra más a conciencia. No podemos exigir mejoras si no somos coherentes. No puedo ser un defensor de los derechos humanos que apoya las guerras, o un amante de los animales que compra productos elaborados con dolor animal. Los sitios de PETA y Cruelty Free International ofrecen más información al respecto. Las compras que hacemos son similares a los votos. Si puedes elegir un gobernante, puedes elegir un producto que no maltrate a los animales. No puedo lavarme la cabeza sin pensar en cómo me sentiría si me cortaran la voz para aplicarme químicos que quemen mi piel, irriten mis ojos hasta el sangrado y me produzcan llagas de carne viva que me mataran a paso lento. Muriendo de dolor y sin poder gritar. Y luego dicen que las cucarachas y los ratones son plagas. Plaga es esta desgracia de especie que acaba el planeta sin remordimiento alguno. En días como hoy, me avergüenza ser humano…El shampoo que usas costó 200 animales muertos
Lun, 19/08/2013 - 01:16
“La grandeza de una nación y su progreso moral pueden ser juzgados por la manera en que tratan a sus animales”. Mahatma Gandhi.
Muchos de los elemento
Muchos de los elemento