El silencio no es democracia

Jue, 26/09/2013 - 10:19
Desde su origen, la Constitución de 1991 fue una apertura a la participación de las nuevas generaciones en el ámbito político. Los jóvenes fueron algunos de los principales artífices de la actua
Desde su origen, la Constitución de 1991 fue una apertura a la participación de las nuevas generaciones en el ámbito político. Los jóvenes fueron algunos de los principales artífices de la actual Constitución colombiana, los mismos que iniciaron el proceso de creación de un nuevo orden jurídico que acorde con las condiciones sociales que vivía el país finalizando la década los 90 le dio la inclusión a personas y conceptos que antes no se tenían en cuenta como lo son los: niños, mujeres, indígenas, afrodescendientes, adolescentes, entre otros. Estos crearon un movimiento llamado la “séptima papeleta” que era liderado por estudiantes que lograron convocar a diferentes actores de la sociedad colombiana para desencadenar un proceso democrático que dio origen a la constitución política de 1991. Del articulado de la Constitución, resalta el Art. 45 que hace referencia a las nuevas generaciones. Aquí se establece: “El adolescente tiene derecho a la protección y a la formación integral. El Estado y la sociedad garantizan la participación activa de los jóvenes en los organismos públicos y privados que tengan a cargo la protección, educación y progreso de la juventud”. No siendo la Constitución la única que avala la participación juvenil se expidió la ley 375 de 1997 llamada “Ley de Juventud”, que pareciera no haber causado algún efecto en la generación de políticas que tengan en cuenta los intereses de las nuevas generaciones. Un ejemplo de esto es la realidad de las universidades que en sus balances muestran un déficit que supera los 700 mil millones y que actualmente no tienen capacidad para que ingresen los estudiantes que se gradúan de bachillerato y pretenden continuar sus estudios. A pesar de la creación de los consejos de juventud gracias a la ley 375 de 1997, estos espacios carecen de una verdadera capacidad de convocatoria y pertenencia de la población joven. Aunque esto no solamente es culpa de la inexperiencia de los adolescentes en procesos de formación política, el problema mayor radica en  que a pesar de que estos espacios han permitido ejercer el derecho de ser escuchados, estos se han vuelto solo de debate y nunca han tenido la capacidad y la autonomía para designar recursos que puedan impulsar las alternativas de desarrollo que proponen los jóvenes.  Más aun cuando los únicos espacios de participación que hay se ven permeados por entes económicos o políticos de gran poder que impiden que las decisiones tengan autonomía y un interés más noble que el de la simple politiquería. Así, cualquier idea o proyecto que se hubiera podido realizar se ve automáticamente desechado. Existe también otra forma de participación juvenil que muestra en diferentes grupos sociales que no están reglamentados oficialmente y mucho menos están orientados por los entes gubernamentales. Día a día me encuentro con jóvenes que son líderes de estos grupos que le apuestan a la cultura como una alternativa a la violencia que se vive en las calles de la ciudad y todos concuerdan en contar y manifestar su inconformidad por que no se les ha dado una verdadera participación y tampoco un verdadero apoyo para que sus proyectos tengan una vía para desarrollarse. Estos espacios han dado la posibilidad de que los jóvenes pierdan muchas adherencias a movimientos políticos o filosóficos y se reconozcan a sí mismos e identifiquen problemáticas comunes a pesar de sus diferencias. Un ejemplo son las marchas que se dieron con la reforma a la educación. Aquí vimos como estudiantes de diferentes regiones, de diferentes universidades y diferentes estratos socio-económicos marcharon a una sola voz por la necesidad de una educación gratuita y de calidad. Es ahí donde nos planteamos si aún puede decirse que si hay una verdadera participación juvenil en la política, cuando vemos que los jóvenes nunca han sido tenidos en cuenta realmente. Incluso en campañas políticas los menores son convocados con la promesa de que sus ideas cuentan y cuando llegan son usados para la logística. Sus ideas se ven aplastadas y solo pareciera que sirven a la clase política para mover sillas. Desde mi experiencia y lo que como joven he observado y siento, a medida que las personas se sienten más escuchadas y menos enjuiciadas, los niveles de satisfacción, motivación y relación con los demás aumentan de forma considerable. Este  es un elemento sustancial de nuestra realidad. La indignación que produce ser y sentirse como nada y no ser escuchado se desencadena en apatía política y en abandonar todos los ideales que podrían contribuir a la construcción de un mejor futuro. Es menester que el país avance para que pueda garantizar los derechos de los jóvenes, los cuales tienen las condiciones de vida más precarias y tras de eso cargan con la incertidumbre de lo que les depara la vida. Por eso es importante impulsar una agenda legislativa que se encargue de brindarles autonomía y más espacios para que se sienta incluidos. Y aunque nunca hemos sido necesarios para la construcción de políticas públicas, espero que las nuevas generaciones sean imprescindibles a la hora de pensar en reformas que pretendan construir un mejor país y de paso ir acabando con la gerontocracia que vivimos en Colombia donde nunca hemos tenido una voz de voto.
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