Equipaje para el último viaje

Sáb, 18/08/2012 - 08:37

El otro día leí que Arch West, inventor de los snacks Doritos® pidió ser enterrado con el féretro lleno de los famosos triangulitos de maíz. La idea me pareció de lo más surrealista y solo me pude imaginar el banquete de fast food que se darían los gusanos a los que solo les faltaría que pasaran un partido de futbol bajo tierra para estar completamente a gusto. Sin embargo, el señor West no fue nada original pues los entierros con elementos significativos de la vida del sujeto son tan antiguos como la historia de la humanidad como lo desvelan las tumbas en Egipto o las guacas precolombinas, llenas de víveres, animales, joyas y en el peor de los escenarios otros seres humanos - esos si muy vivos - cuyo único fin era hacer placentero el viaje del personaje en cuestión hacia el más allá. También leí por ahí que si uno pide ser incinerado, estaría bien solicitar adicionalmente que dentro del ataúd pusieran semillas de maíz pira para que en cuanto la caldera empezara a hervir se formara un concierto de palomitas explosivas y oliera a sala de cine. Ese escenario, sin duda, haría más fácil el pésame de los dolientes o al menos les despertaría el hambre o el antojo de ver una película.

Uno se va del mundo como llegó, sin equipaje, en bolas y chillando, y pedir cualquier muleta para facilitar el camino de regreso, sobra. Pero si me dieran a escoger con qué cosa me gustaría emprender el viaje final escogería sin vacilar, un Kleenex. No existe un elemento más metafórico para describir las felicidades y amarguras de una vida que ese pañuelito blanco, doblado en su cajita como una mariposa durmiente. Un Kleenex te ha sacado de apuros en baños públicos, paseos, aviones y bares con sus mutaciones en forma de servilleta, compresa, bloc de notas, curita, post-it y hasta para nivelar la pata de una mesa coja. Con un Kleenex tu madre te limpió el helado de la cara, tu padre te quitó los mocos y tu amiga te secó las lágrimas. Un Kleenex es igual y se llama igual en todas partes del mundo y se consiguen hasta en las estaciones de gasolina. Así que ya lo saben y lo sé, cuando marche quiero un Kleenex a mi lado.

Imagen por cortesía de http://www.lineasycolor.blogspot.com.es/

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