Feminismo: el temor a su denominación

Lun, 16/10/2017 - 06:15
Hace unos días leí en el New York Times un artículo titulado “The World’s Most Powerful Woman Won’t Call Herself a Feminist” –la mujer más poderosa del mundo no se cons
Hace unos días leí en el New York Times un artículo titulado “The World’s Most Powerful Woman Won’t Call Herself a Feminist” –la mujer más poderosa del mundo no se considera feminista (Angela Merkel)-. Al mismo tiempo que en redes sociales me encuentro con memes, videos, etc. Haciendo mofa o burla de este movimiento social. Personalmente no le veo sentido considerar antifeminista a la canciller alemana, por el simple hecho de no alzar la mano cuando se le hizo la pregunta. Lo que me parece interesante es descubrir que en el último tiempo, cada vez encuentro más voces de hombres y mujeres alérgicas al feminismo. Considero que ante estos ataques, no queremos que todos sean feministas; que todas las personas sean unisonantes, piensen igual y tengan la misma ideología. No hay rollo. Hay muchas mujeres que tienen practicas profundamente feministas en su quehacer diario y, sin embargo, no soportan la denominación –en ese grupo podría caber la canciller-. Consideren leer “In Angela Merkel, German Women Find Symbol, but Not Savior”. Pero también está el otro lado, la otra opción, la de nombrarse feministas, denominación que ha sido motivada por muchos factores sociológicos, éticos, políticos, históricos, etc.; que sin duda, ha sido la opción que más ha permitido avanzar en equidad de género, en disminución de discriminaciones y todo lo que esto implica; desde la participación en empleos, en la política, el rechazo a la violencia física, psicológica y en la disminución del feminicidio. El mundo y Colombia, no se habría sumergido en las transformaciones culturales, si no ha de ser por el movimiento feminista. No hay que ver lo que ha pasado en otros países, esa transformación de manera enérgica se sumergió en Colombia. Quiero traer a colación, de manera resumida –después le dedicaré un artículo-, la transformación más importante que sufrió la sociedad colombiana en la segunda mitad del siglo XX, la revolución femenina. Se hizo evidente en el progreso educativo y la rápida irrupción en la mujer en el mercado de trabajo. Esmeralda Arboleda, una feminista, fue la voz más representativa en la inauguración del voto femenino en 1957. Lo mismo lo hizo la feminista Leonor Montoya presidenta del Banco de Colombia al describir el nuevo papel de la mujer en Colombia: “Yo ya nunca encuentro mujeres que aspiran a casarse y no trabajar. La independencia económica es parte fundamental de la autoestima de las mujeres colombianas” Sin las voces, las convicciones éticas que hicieron organizar un movimiento, el feminista, con el cual se pudieron construir los procesos colectivos que obligan al Estado a reconocer esa deuda histórica, no se hubiera avanzado mucho. No todas las mujeres tienen que ser feministas, pero sí se debe reconocer y valorar lo que el movimiento ha hecho históricamente en pro de la reivindicación de los derechos. Es ahora más que nunca, cuando es pecado la sola denominación, y cuando en las redes sociales se mofan de las integrantes como brujas, mal amadas, histéricas, amargadas y lesbianas… Como hombre acompaño esta lucha, porque históricamente sé lo que ha significado, y es un gran ejemplo que se debe replicar en otros aspectos donde los derechos han quedado rezagados. Porque finalmente, lo que quiero es luchar por un país con más equidad, más justicia, y para que sintamos la verdadera paz: la de nuestros corazones. @carlosavilanr
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