Era uno de los primeros días de éste mes marzo, el cielo empezaba a vestirse de gala con colores grises, anunciando el ocaso de la Bogotá luminosa, cerrando filas al corto verano que se vivieron en los inicios del 2014. Imposible caminar a pasos lentos, con semblante desprevenido y pensativo frente a la estatua palidecida y de poco ímpetu del General Santander en sus épocas de mancebo y de enérgico estadista de leyes en el parque que lleva su nombre al lado del Banco de la República, y en el que han desfilado innumerables manifestaciones, conciertos, actividades culturales, de enamorados que se lanzan sin miedo al beso y al abrazo profundo de caricias y ternuras de las conquistas eternas, sin importarles quien pasa con miradas de asentimiento o muecas de desaprobación junto con el vuelo de las palomas que cargan sin problemas el olor a las hierbas verdes del acostumbrado aire que se confunde con el clima extraño de la naturaleza.
Se torna obligatorio no terminar esa caminata sin antes no lustrase el calzado. Son más de diez los de vestidos overol azul, botas negras y camisetas con alusión a algún político de aquellos que se perpetuán en el vestir de muchos, pero menos en sus conciencias por distinguir y conocer a esa maltrecha plaga. Ahí estaba Pedro Pablo Hernandez, más conocido como “pepe”, con su mirada fija y alegre, con perfil de santafereño, de gorra verdosa pálida, escondiendo su rostro y bigote medio abultado, y evitarse ser confundido por algunos –como ya lo han hecho ciertos turistas extranjeros- con el actor suizo Bruno Ganz; aquel que interpretó la famosa película: Hitler en la caída.
“Pepe” es todo un galante ceremonioso para recibir a sus clientes, conocidos y amigos. No difiere condiciones y situaciones. A él solo le interesan que lleguen a lustrarse y que se vayan contentos. – Y que vuelvan- como dice él. Es de palabras cortas cuando se le pregunta de sus amores. –He sido de malas, ninguna me ha querido-. Comenzó éste oficio grato hace más de 30 años, cuando decidió no acompañar más a su madre en el cartucho, haciendo las veces de reciclador. Intento con la plomería y como mensajero, pero ninguna actividad se asemejaba al perfil que él buscaba desde su interior. No quiso seguir estudiando, porque muy a pesar de no tener nada fijo, las cosas eran más fáciles y sencillas de conseguir con centavos de pesos.
Su cuñado fue el responsable de que él haya asumido ese oficio. Fue quien le entregó la caja de embolar. Hoy en día se lo agradece de infinitas formas, porque de lo contrario ya estuviera con una placa en el cementerio o de subversivo gracias a las luchas entre liberales y conservadores. –Nos jodieron esos infelices-, dice a carcajadas.
Fue testigo de los gobiernos del Frente Nacional, desde Alberto Lleras hasta Misael Pastrana. Gobiernos posteriores como los de Turbay Ayala, Lopez M, Belisario, Barco y Gaviria. No olvida a Carlos Lleras cuando en ese entonces, a través de la televisión en blanco y negro, con tinto en mano y cigarrillo, mandó a dormir a toda Bogotá entre las 19:00 a las 20:00 horas pm. No votó por Ernesto Samper porque le parecía más simpático Andrés Pastrana. -Y no me equivoque. Vea resultó mafioso el bojote. Mire el 8000-. A pesar que no triunfo en la primera con Pastrana, ganó en la segunda candidatura. Con los demás siempre ha ganado.
Lo que más le genera recuerdo y escalofrió, es que en el parque Santander se han desatado las guerras más campales de la historia de las marchas. Le ha tocado estar en la mitad de todas, encomendándose a la divina providencia para no resultar herido o muerto. Y así fue, -la virgen y jesuscristo le escuchaban, porque salió ileso de todas-.
“Pepe” recuerda como si fuera ayer el incendió del Edificio Avianca. Ese día se retrasó porque tenía que hacer unas vueltas de unos pagos. Bajaba del barrio las cruces, en el suroriente, cuando verificó de lejos que se consumía en llamas uno de los pisos. –Menos mal que no llegué como de costumbre, porque hubiera sido otro dígito de los quemados-. Risas.
Hacemos una pausa, llega la mona, la que le ofrece el tinto todas las mañanas. –Profe tómese uno y acompáñeme con un cigarro-. Ni modos, me tome el tinto con rigor y obligación, porque el frío que hacía en ese momento era rompe huesos. Pensé que había dejado el cigarrillo, pero es inevitable la persecución de la nicotina cuando de climas machos se refiere.
Cuando se le pregunta por sus amores se sigue riendo. Me habla de las niñas cuatro puntas. Esas que en ratos libre visita en Santa fe para despejar el estrés que le deja la sentada desde la 06:00 am a las 19:00 pm. No las frecuenta mucho, pero en veces las necesita. No me aclaró lo de las 4 puntas, pero sospecho algo que no me atrevería a decir en estas líneas, pero si en lo que los calzones reflejan.
No sabe si va a votar, porque está cansado de la misma “mantequilla” de todos los políticos. –Todos son la misma vaina. Allá la gente que le sigue creyendo a esos pendejos-. De los pocos que admira es a Alvaro Uribe Velez. Dice que ese “man” les dio duro a los que hacían de la delincuencia un negocio. –Tuvo sus cagadas, pero era bravo para gobernar- sostuvo.
Llega otro cliente, insiste en su cortesía y recibimiento, le entrega el periódico del día y empieza con lo que sabe hacer: embellecer el calzado. No le gusta que le digan lustra botas. Él embellece no lustra. -Llamemos las cosas por su nombre profe, zapatero a su zapato-, -usted es doctor en leyes, a mi me llama por lo que soy-. Tiene razón, llamemos a las personas por lo que son.
Hay una cosa que éste ser humano me sigue recordando como en todos los momentos únicos e inolvidables como ese: la sencillez y la humildad. –Profe no tengo dinero y castillos, pero soy muy feliz con lo que soy y con lo que hago. Me siento orgulloso de mi vida-. Risas.
-----o-----
Dios quiera que los colombianos hayan votado según las conciencias y realidades de la historia. @JorgePerezSolan