Hace pocos días me encontraba hablando con un amigo al que hacía cierto tiempo no veía. Como era de esperarse, rápidamente la conversación empezó a abarcar algunos de los temas "obligados" de la actualidad nacional. Por supuesto, la paz estuvo dentro de esos que inevitablemente llegarían.
-"Bueno, y usted.. ¿Qué opina de la paz"- me preguntó. Hoy en día esa pareciera una pregunta obligada que todos quieren hacer. Yo respondí que, como cualquier humano consciente, me encantaría vivir en un estado ideal de paz. La respuesta pareció resultarle tan corta como desconcertante. Pronto volvió a preguntar algo que delató lo que en realidad quería indagar; si yo simpatizaba de alguna manera con la visión del ex presidente Álvaro Uribe o con la de el mandatario actual, Juan Manuel Santos.
Antes que pensar en alguna respuesta que atinara a lo que apuntaba la pregunta, se me ocurría que hoy los colombianos parecemos haber creado el mito de que el país está dividido en mitades irreconciliables. Tanto mandatario como ex mandatario radicalizan la polarización porque suponen, con una alta dosis de prepotencia, que el camino a la paz - y lo que quiera que eso signifique- solo puede lograrse bajo su criterio absoluto. Tristemente muchos colombianos han creído eso.
Finalmente decidí contestarle a mi amigo. Le dije que no creo que la paz sea un concepto tan pequeño o insignificante como para ser reducido a un eslogan o bandera de campaña de una u otra campaña. Tan manipulado ha sido el concepto de paz por campañas políticas - de todos los espectros sin excepción- como también lo fueron los triunfos de los ciclistas colombianos por Europa o la Selección en el mundial. No nos llamemos a engaños, ellos triunfan no gracias a los políticos de su país, sino a pesar de los mismos.
En los comienzos de la vida republicana de Colombia, hace más de dos siglos ya, no tardaron en llamarnos "la Patria Boba." Nos decían así porque, justo cuando logramos la independencia, comenzamos una guerra entre nosotros mismos, poniendo de antagonistas a quienes habían luchado en la misma causa. Habría que preguntar si pasados más de doscientos años aún no merecemos ese amargo título.
Para llegar a una paz más creíble; una que no sea el canto de sirena de partidos políticos, es necesario que tomemos la decisión radical de salir de esa "Patria Boba" que no solo se reproduce en la esfera política. No sólo es la confrontación Uribe-Santos; también lo es la que hay entre hinchas de equipos de fútbol que consideran que la "lealtad" a un color llega hasta la eliminación de quien defiende otro. ¿Por cuántas cosas hemos creado polarizaciones innecesarias?
Habrá paz definitiva cuando esta nazca desde la misma forma de vida de cada uno de los ciudadanos. Cuando dejemos de pensar que ser "vivo" es una virtud, cuando respetemos las filas, cuando se pueda ser hincha de un equipo sin temor a ser asesinado, cuando expongamos argumentos mejores y escuchemos los de los demás. Sobretodo, habrá paz cuando dejemos de crear excusas para dividirnos y encontremos razones para cooperar y unificarnos.
Un buen camino para lograr la paz sería poner una pausa en medio de tanta confrontación - que no es solo armada sino verbal- y ver que en medio de todo tenemos un pasado común. La paz no vendrá de un "mesías criollo", sino del trabajo arduo y decidido de cada colombiano.