Los algoritmos, Dios y tu vida

Vie, 14/06/2013 - 07:01
Teísmo es la doctrina religiosa que defiende a Dios no solo como el creador del universo, sino como aquel que también gobierna todos nuestros actos. Para todos los efectos es un Dios personalizado,
Teísmo es la doctrina religiosa que defiende a Dios no solo como el creador del universo, sino como aquel que también gobierna todos nuestros actos. Para todos los efectos es un Dios personalizado, que nos ayuda a escoger, a sentir o a pensar, y a equivocarnos también; que nos ayuda, pues, en todos los aspectos de nuestro diario vivir. Aquellos que estamos convencidos que Dios tendría cosas más importantes  en que invertir su tiempo, como para perderlo, por ejemplo, acompañándonos en nuestro simple diario vivir, aceptamos como un hecho nuestro libre albedrío o poder para tomar decisiones propias cuando todos los días escogemos, sentimos, pensamos y nos equivocamos. Sin embargo, en el mundo digital en el que vivimos hoy, conectados todos como estamos en la Pangea virtual moderna, deberíamos pensarlo dos veces antes de realmente convencernos acerca de nuestra plena libertad, pues nada se acerca más al concepto del Dios teísta, interviniendo en nuestro diario vivir, que los algoritmos. La enciclopedia Británica define los algoritmos como una secuencia lógica y finita de comandos que produce la solución de un problema o la respuesta a una pregunta. Casi la totalidad de lo que llamamos programas de computador, desde que se encienden, hasta la última de sus aplicaciones, son el resultado de un algoritmo con sistemas de entrada y salida de datos o de un grupo de ellos. El concepto no es nuevo por supuesto, desde Euclides en el siglo III antes de Cristo, pasando por Al-Khwarizmi (el matemático persa que dio origen a la definición moderna de algoritmo) en el siglo IX, hasta el denominado algoritmo Simplex de optimización creado por el norteamericano George Dantzig en 1947 (el más usado, según expertos, en el mundo moderno), los humanos hemos tratado de  usar estas secuencias lógicas y sistemáticas para tomar decisiones. Actualmente es difícil encontrar algún  aspecto de nuestro diario vivir en el que no contemos con la “ayuda” de un matemático o programador de computadores que meses o años atrás trató de optimizar y tal vez guiar nuestra tomas de decisiones. Son algoritmos los que hoy deciden por ejemplo la organización y precio de los productos en un supermercado, el precio de los tiquetes aéreos con el famoso “dynamic pricing”, la frecuencia de rutas de trenes, metros y buses, el precio que se paga por la gasolina, el monto de las cuotas o el interés que se paga por un carro o casa, la próxima novia o esposa si se está en el internet-dating, que novela, partido de futbol o reality se transmite en nuestro horario favorito, la ubicación del restaurante que tanto nos gusta,  el monto de nuestro   salario y futura pensión; cuando y donde vamos a ver la película de estreno, el concepto de belleza que nos atrae tanto a todos, donde van a  ser nuestras próximas vacaciones o los resultados de  google search. Toda actividad económica,  educativa, deportiva o recreacional involucra un algoritmo en el fondo o el trasfondo. Además, absolutamente todas las técnicas de mercadeo moderno envuelven algún tipo de análisis estadístico facilitado por un algoritmo. Y si bien es cierto que no se siente ningún confort sabiendo que lo que nosotros llamamos libertad  es en realidad un montón de opciones controladas y/o guiadas, también lo es que los algoritmos nos facilitan la vida diaria: nos advierten donde hay trancones en la ciudad por ejemplo (Google usa los datos de los Iphones  para determinar la velocidad de desplazamiento promedio en una autopista dada), nos ayudan en tratamiento médicos y procedimientos e imágenes de alta precisión, a saber cuando se acerca un huracán, cuando va a llover o cuando es el mejor día  para usar manga corta; me permiten también oír en mi carro La Luciérnaga cuando regreso de mi oficina a mi casa en Houston o hablar con mi madre gratis usando facetime cada vez que quiera. También han ayudado a mejorar la eficiencia de servicios públicos haciéndolo más accesibles y baratos. Infalibles no son por supuesto, un ejemplo dramático es la caída de un avión de Airfrance en el año 2009, cuando en la mitad del Atlántico, entre Río y París,  sus  sistemas (algoritmos) indicaban una velocidad de vuelo distinta a la real  y la aeronave  aparentemente se detuvo en pleno vuelo  a treinta y cinco mil pies de altura. Los algoritmos se han usado de forma non sancta: en el comercio de acciones  en la bolsa de valores  se hacen transacciones de compra y venta en milésimas de segundo (high-frequency trading) que hacen imposible  a cualquier humano, salvo al que sea capaz de crear el correspondiente algoritmo, competir en igualdad de condiciones. Los derivativos que nos llevaron a la crisis del 2008 fueron optimizados por físicos y matemáticos usando algoritmos. En la guerra son y serán elementos claves para ganar o perder conflictos (de hecho Dantzig desarrollo su algoritmo para ayudar a la Fuerza Aérea Norteamericana durante la Segunda Guerra Mundial). Los drones o aviones no tripulados son controlados con el uso de sofisticados algoritmos.   Es más, los soldados del futuro van a ser también manejados a control remoto como lo demuestra este video de Boston Dynamics, especializada en robótica e inteligencia artificial http://www.youtube.com/watch?v=W1czBcnX1Ww. Tampoco podemos olvidar el ciber-ataque contra las instalaciones atómicas iraníes con el virus Stuxnet que retrasó su programa nuclear por años. Se especula que algoritmos  sofisticados podrían llegar a paralizar servicios públicos básicos como electricidad, distribución de gasolina y gas, incluso sistemas de acueducto y alcantarillado que se manejan con computadores. La omnipresencia de los  algoritmos en casi todos los aspectos de nuestra vida (el sexo virtual también está muy de moda) nos deja casi que sin alternativas a quienes nos gustaría sentirnos libres de cualquier tipo de enajenación al decidir a voluntad: tal vez una existencia  ascética en alguna caverna inhóspita. Prefiero, por ahora,  aprovechar el trabajo de otros y disfrutar del buen uso de los algoritmos. Por ejemplo, esta columna no la escribí usando un computador convencional, como en principio se pudiera pensar; se la dicté a mi Iphone mientras supervisaba a mi hija que jugaba en la piscina. Así que la próxima vez que se presente un problema en tu vida, tienes varias alternativas: una de ellas seria rezar por supuesto, otra, aceptar de una vez por todas que nuestro presente y futuro está cada vez más en las manos de las matemáticas, y a un clic de distancia, acudir a tu algoritmo más cercano, acudir a tu algoritmo de confianza.
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