Un médico de la Fundación Santa Fe soltó a Gustavo Petro, en la sede de esa institución, el insulto más duro que tenemos en el idioma castellano para manifestar odio o desprecio hacia los demás, tres palabras comprimidas en una y que hacen referencia a la madre del sujeto a insultar. Todo por no estar de acuerdo con las ideas políticas del senador. Y una mujer, en un vuelo comercial dentro de Estados Unidos hace unos días, amargó el viaje del expresidente Juan Manuel Santos, a quien tenía allí vecino, recriminándole por su gestión y por el proceso de paz.
Colombia es un país que tiene fama de violento. Curiosamente nunca oímos hablar del resorte que lleva a los colombianos a reaccionar con violencia: la iracundia que impregna su vida. Lo he dicho aquí alguna vez, por razones que desconozco, en las sociedades judeocristianas por donde he pasado, muchas veces he encontrado uno o dos de los vicios capitales de acuerdo a la moral cristiana, que aparecen como una constante en la sociedad. Españoles soberbios y envidiosos, franceses tacaños y glotones, mexicanos perezosos, colombianos iracundos…, sí lo siento, es una generalización y las generalizaciones son odiosas, etc. Lo que ustedes quieran pero así es como lo veo.
Y sí, la sociedad colombiana es iracunda. También es tacaña (que la avaricia es igualmente un pecado capital) y pedigüeña, pero fundamentalmente iracunda. Todos los libros de historia de este país tienen un hito que es el 9 de Abril. Esa fecha partió en dos la historia de Colombia, y si hay un episodio que sea una explosión de ira colectiva en el continente americano es esa desgraciada efemérides. Cualquier colombiano lo sabe, y sabe de las consecuencias violentas que siguieron y los coletazos que aún se viven de todo aquello.
Por eso resulta tan lamentable que haya surgido en este país un líder político cuya impronta sea la precisamente la iracundia. Yo lo he visto a primera hora de la mañana, cuando hacía antesala para entrevistarlo, descargar en un ataque de ira toda la furia verbal de que es capaz sobre una pobre secretaria que había cometido no sé qué equivocación.
Alguien que confiesa lo fácil que se le sale la piedra y que es capaz de promover una consulta popular a base de llevar a la gente emberracada a las urnas, no debería ser un conductor de masas. En Colombia lo es, y media Colombia está fascinada con su liderazgo. Por algo será.
Ni Juan Manuel ni Gustavo Petro son santos de mi devoción pero los episodios vividos por ambos políticos son sintomáticos de la sociedad colombiana, un conglomerado de gente intolerante, rabiosa, que se niega a vivir en paz. Entre otras cosas porque cada uno de los ciudadanos de esta tierra se cree en posesión de la verdad.
Alguna vez leí una frase cuyo autor desconozco y que quiero dejar aquí por si hay algún lector que quiera reflexionar sobre ella: “La verdad es un espejo roto y cada uno de nosotros tiene en sus manos un añico.”
Los frutos de la ira
Mié, 17/10/2018 - 06:32
Un médico de la Fundación Santa Fe soltó a Gustavo Petro, en la sede de esa institución, el insulto más duro que tenemos en el idioma castellano para manifestar odio o desprecio hacia los demás,