NO DESEARÁS EL CONSUMISMO AJENO

Sáb, 02/11/2013 - 08:28
Nuestra sociedad contemporánea, llena de atributos, ilusiones, deseos y ambiciones personales que se convierten luego en necesidades, exigencias o prioridades grupales y sociales, nos llama a estable
Nuestra sociedad contemporánea, llena de atributos, ilusiones, deseos y ambiciones personales que se convierten luego en necesidades, exigencias o prioridades grupales y sociales, nos llama a establecer nuevos mandamientos o leyes mínimas para la convivencia. Propongo un primer mandamiento social: No desearás el consumismo ajeno. Por cuenta del deseo de obtener cosas, reconocimientos, privilegios o supuestas comodidades, hemos degenerado el bienestar humano a la mera frivolidad. Cuando los padres hablan de sus hijos y de su legítimo deseo de lograr que “sean alguien en la vida”, ¿Realmente hablan del ser del crío? ¿O están hablando del anhelo de que consigan dinero, títulos, cargos, logros y cosas, muchas cosas, de esas que hacen notoria a una persona y le confieren “estatus social”? Hemos cambiado el desarrollo integral del ser por la obtención de objetos y comodidades cotidianas que nos hacen creer que “somos alguien” y que esas cosas nos confieren más placer, más felicidad y un halo de triunfo. Engaños. Espejitos que nos vendemos a nosotros mismos para soportar el vacío de nuestras pobres existencias. Recuerdo mi experiencia en Aguablanca, un sector deprimido de Cali, donde en el 2006 estuve trabajando. Allí el máximo logro, para cualquier adolescente, era conseguir unas zapatillas Nike, como sea. Algunas veces robando y otras asesinando a quien las tuviera. Hasta en las puertas de las casas o en los taxis se puede ver el logo de Nike. Yo y mis compañeros de trabajo éramos unos ”chirris” para los jóvenes del barrio Alfonso Bonilla de Aguablanca, pues no teníamos nada de esa marca. No éramos nadie. ¿Qué hizo que los habitantes más jóvenes de este sector desearan, como el primer y mayor logro de sus vidas, estas zapatillas? Seguramente las vieron en los medios, en las vallas y en los artistas del momento; las zapatillas se convirtieron en su “extraño objeto del deseo” y en una prueba de poder entre ellos, quien las lograra pasaba a formar parte del grupo de “los duros”. Y fue la ambición por este objeto y lo que esa marca representaba en su imaginario social, lo que llevó a muchos de ellos a cometer delitos y crímenes. No fue, como podría pensarse, la pobreza o el hambre, pues todos los jóvenes del sector cuentan con casa, familia y alimentos. No. Lo que los llevó a iniciarse en el crimen fue la ambición, el desear el consumismo ajeno. Visto así, nos parece casi ridículo que sea posible, pero lo es. En otros sectores sociales, el deseo del consumismo ajeno también se presenta, de manera más disimulada pero igualmente preocupante. La supuesta sana envidia que genera un vecino al otro por un auto nuevo, remodelar la casa, conseguir un electrodoméstico de última tecnología, etc. es una muestra cotidiana de nuestra ambición desmedida por las cosas. En especial por las cosas del otro. Buena parte de nuestra violencia se genera por problemas de convivencia social, es decir, por peleas entre vecinos, amigos, compañeros de trabajo o estudio. Y si ahondamos un poco en sus causas, encontraremos a la ambición y la envidia entre ellas. Para no ir más lejos, los niños y jóvenes pertenecientes a bandas sicariales de Medellín ofrecen, como argumento principal de su accionar, el querer darle a la mamá las cosas que ella quiere, “una casa para la cucha” o una nevera o un  televisor. En nuestro  loco país, son más los muertos por la ambición que por las denominadas causas de la violencia. Por eso propongo que el primer mandamiento social sea el no desear el consumismo ajeno. Y para lograr su cumplimento, es necesario que encaremos la frivolización de nuestra cultura social, nuestra pobreza de seres humanos sumidos en el tener y olvidados del ser. Nuestros jóvenes se ahogan solitarios entre tanta basura. Esta es la época de la gran depresión social, del sentirse mal, de no encontrarse entre tantos objetos y supuestas comodidades. Démosles una mano. Apliquemos este primer mandamiento social y ayudémosles a encontrar la esencia de su ser y la alegría de su existencia.        
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