Mis acciones hablan más, eso fue lo que me respondió una edila de la ciudad de Bogotá cuando le sugerí que hiciera una rendición de cuentas para que los ciudadanos pudieran ver el trabajo que había desarrollado hasta el momento. Esto, a raíz de las fuertes críticas que un grupo de sus electores le habían hecho por, según ellos, no cumplir con lo prometido en campaña.
Esta respuesta no me hubiera sorprendido si la hubiera escuchado de alguien como el concejal Duran Silva, el cual ya tiene unas mañas bien definidas, pero al venir de ella me sorprendió, pues es alguien que pertenece a la generación de nuevos políticos que durante años han criticado las viejas prácticas que perjudican al país.
Y es que la rendición de cuentas es algo que le desagrada a la mayoría de los políticos, es por esto mismo que prefieren pasar de agache y no hacerlo, a menos que sea época electoral. Para otros, pocos, rendir cuentas es una obligación que tienen con los ciudadanos, pues así pueden mostrar que la confianza que fue depositada en ellos no fue vana, además de ser la forma más adecuada de decirle a los electores que están desarrollando las propuestas por las cuales fueron elegidos.
Esta herramienta debería ser de uso obligatorio, pero como son los legisladores los que reglamentan si es usada o no, prefieren optar por el no, para no pasar momentos incómodos frente a las posibles preguntas que a los ciudadanos les surja sobre la gestión del político.
Ejemplo de lo anterior fue el rechazo de gran parte de los congresistas al proyecto de ley del senador John Sudarsky (el cual pretende reformar el sistema electoral que actualmente es implementado en Colombia), pues una de las premisas principales del proyecto es que con este sistema le quedaría más fácil a los ciudadanos pedirle a los congresistas una rendición de cuentas.
Esta herramienta tiene una larga historia, no es algo que los teóricos políticos hayan inventado en la modernidad. Además, el modo cómo se implementaba era muy diferente a como se hace hoy en día.
Alrededor del año 406 antes de la era común, cuando un ciudadano de la polis era elegido para ser funcionario se le hacía un examen antes de que asumiera el cargo (ex ante) para saber si conocía cómo funcionaba el sistema democrático ateniense. Este examen no era complicado, pero durante un tiempo fue un requisito indispensable. El examen que era realmente complicado era el que se le hacía a cada funcionario cuando dejaba su cargo (ex post), a esto le llamamos hoy en día rendición de cuentas.
¿En qué consistía ese examen? Primero: era obligatorio, esto quiere decir que ningún funcionario, sin importar la clase social a la que perteneciera, podía evadirlo. Segundo: el examen lo realizaba la clase propietaria más baja, los thetes (hoy en día serían los ciudadanos que ganan menos de 6 salarios mínimos mensuales, o sea la mayoría); en algunas ocasiones el examen era realizado por la asamblea principal en pleno (ekklesía). Y tercero: las condiciones de cómo se desarrollaba la rendición de cuentas las ponían los thetes no los funcionarios.
El objetivo de este examen era analizar si las personas que fueron elegidas por la asamblea habían cumplido los compromisos adquiridos con ella, además de indagar si el funcionario, mientras ejercía, había cometido algún delito contra el Estado.
En el caso de que el Estado se hubiera visto afectado por el actuar del funcionario, este era castigado. El nivel del castigo dependía de la gravedad del delito. Estos podían ir desde multas, destierro (lo cual era uno de los peores castigos para los atenienses) o, si el delito era muy grave, podían ser condenados a beber cicuta, la cual causa una muerte lenta y dolorosa debido a la neurotoxina que afecta el sistema nervioso.
Hoy en día la rendición de cuentas es una herramienta que ha caído en desuso. Esto es comprensible, pues no me imagino a los políticos colombianos sometidos a la voluntad del pueblo, pese a que ese es el mandato original. Tampoco aceptarían las condiciones impuestas por los ciudadanos para rendir cuentas, menos sabiendo que pueden ser castigados por no cumplir con las propuestas hechas en campaña, por no cumplir con sus funciones o por cometer delitos contra el Estado.
Tratar de implementar esta herramienta como algo obligatorio sería algo complejo, pues, como lo mencioné anteriormente, los políticos no estarían dispuestos a elaborar o apoyar una ley que así lo permitiera. Esto no quiere decir que sea algo imposible.
Mientras tanto, la mejor manera de hacer control político es presionar para que nuestros representantes en las distintas ramas del poder hagan una rendición de cuentas bajo parámetros elaborados por los ciudadanos, no por ellos. Así podríamos lograr implementar, poco a poco, una cultura de información política, la cual permitiría saber cuál es el actuar de cada político.
Posdata: al final de la conversación la edila me dijo que haría la rendición de cuentas en el momento adecuado. Pienso que el momento adecuado para hacerlo era antes de perder el apoyo de algunos de sus electores.
Integrante de Punto y Aparte