¿Por una causa hay que dar la vida?

Lun, 13/08/2012 - 17:54
Me acuerdo de la mañana en la que mataron a Garzón. Hace trece años yo tenía trece años y había sido una fiel televidente de Quac. Pese a ello, en ese ent

Me acuerdo de la mañana en la que mataron a Garzón. Hace trece años yo tenía trece años y había sido una fiel televidente de Quac. Pese a ello, en ese entonces no me gustaba Andrés Pastrana como me gusta ahora (tampoco me soñaba con él corriendo entre campos de trigo cogidos de la mano) ni me importaba gran cosa el Caguán, ni Godofredo Cínico Caspa me hacía reír tanto mientras yo decía una y otra vez “tenaz”  tras cada una de sus conclusiones.

No obstante, como para muchos, Garzón se convirtió en uno de los mártires de la historia que recuerdo de mi patria, fuera de la que me he inventado y de la que se están inventado. Y, entonces, recordé una columna que hice en 2009, cuando me creía columnista de 340 palabras, o sea, de esas que no alcanzan a decir nada. Coincidencialmente hoy todo lo escrito en aquel tiempo se volvió relativamente coyuntural. Por lo tanto, he aquí aquellas letras:

“Por una causa hay que dar la vida”

“Por una causa hay que dar la vida”, dijo una vez Jaime Garzón con su personaje Heriberto de la Calle, hablando de lo que había aprendido de Luis Carlos Galán.

Cuando nunca antes Colombia me había dolido, me sorprendí diciendo que como periodista me haría matar por mi país. Pero en una misma semana escuché a varios de mis profesores que reiteraban, con criterio suficiente, que no valía la pena hacerse matar por nada en este país. Repito: por nada.

Guillermo Cano, asesinado el 17 de diciembre de 1986; Luis Carlos Galán, asesinado el 18 de agosto de 1989; Jaime Garzón, asesinado el 13 de agosto de 1999. Y ciertamente muchos más ciudadanos son los que han muerto por este país, por esta Colombia.

A Cano lo mataron por protestar contra la corrupción, el narcotráfico y el silencio cómplice. Galán murió con la esperanza de una política transparente, limpia, y comprometida. Por su parte, a Garzón lo asesinaron por lo mismo por lo que le pagaban: por decir la verdad (aunque no sea verdad, eso es lo que quiero seguir creyendo). Los tres murieron convirtiéndose en mártires de sus ideas; murieron, tal vez, con el anhelo de que esta Colombia despertara.

¿Y dónde estamos? Ese importante giro en el planeta parece ser insignificante. ¿Qué ha cambiado? Así como en el 86, en el 89, y en el 99 el país en el 2009 sigue siendo un caos y seguimos dejando que nos gobiernen hasta el silencio.

En búsqueda de una nueva sociedad y de otras garantías, ¿qué tal si la oposición dejara de hacer oposición para hacer “proposición”? ¿Y por qué no enfrentamos esta cultura de indiferencia y apatía y hacemos de nuestro paso por este país una obra justa que sustente nuestros derechos?

Y así, adquirir dignidad para que no nos vuelva a dar vergüenza gritar que somos colombianos. Y para que, tal vez, en un futuro sí valga la pena decir –sólo decir– que “por una causa hay que dar la vida” por este país.

Este sábado se cumplen 23 años del homicidio de Galán, y hace dos semanas mataron a Guillermo Cano en El patrón del mal. Quince días atrás lloré la semana entera, la semana entera. Si bien en 1986 tenía un año recién cumplido, ahora tengo veintiséis, veintiséis bien puestos para sentir que no se trata solamente de una telenovela sino que es la representación de una época y, más allá –o acá–, una pesadilla que viven todavía los periodistas, por revelar absurdas verdades.

Desde aquel entonces las cosas sí han cambiado: están peores, porque ahora las ideologías poco importan cuando se detenta el poder; ahora no hay aliados sino amangualados; y ahora...  ¿qué clase de ahora hay? Hoy, en el 2012, me pregunto de nuevo si por una causa habría que dar la vida.

La Pava Navia @MaclaNavia

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