En un universo donde no existe ni el tiempo, ni el espacio, la materia se hace ligera, permitiéndome ir más allá de los confines. En ese colosal cosmos, mi mente y mis emociones permanecen en silencio, evocándome aquellas historias celestiales, saturadas de equilibrio y grandeza.
Inmersa en un sinnúmero de sensaciones, decido abrir mis párpados y descubro que me encuentro en una extensa playa de arena blanca, custodiada por un imponente mar azul turquesa. Un paraje solitario y misterioso, donde la emoción aumenta y los sentidos se agudizan.
El susurro de las olas se interna en mis oídos, como una dulce melodía, que desciende hasta lo más recóndito de mí ser. Entretanto, mi palpitante corazón, se llena de regocijo en medio de tanta grandeza, mientras mi cuerpo es seducido sutilmente, por la suave brisa que arriba del océano y acaricia cada milímetro de mi piel.
Al contemplar el cielo, observo un grupo de aves multicolor, planeando libremente sobre el lugar. Doy una mirada a los alrededores y presiento que he llegado a un mundo lleno de magia y seducción, en donde se avivan mis más profundas pasiones.
Lentamente comienzo a caminar a lo largo de la playa, tratando de vaticinar qué lugar es ese y cómo hice para llegar hasta allá, por más que intento recordar, mi mente permanece en blanco y no puedo hallar en mi interior, respuesta alguna a mis preguntas.
Con cada una de mis pisadas, voy grabando mis huellas en la arena, que el mar con sus ires y venires borra de inmediato. Mi cuerpo se siente ligero y apacible, como aquella bandera ondeante, que a pesar de estar atada al astil, se cree más libre que el viento.
A medida que camino, algunas imágenes llegan a mi mente, todas ellas tan familiares pero a la vez tan ajenas, que no logro descifrar de qué se tratan. Todo ese entorno con sus olores y colores, me embriagan de emoción, siento que me encuentro en medio de un paraje secreto, en donde la fantasía hace parte de la realidad y los sueños, me invitan a volar.
A lo lejos, observo la figura de un hombre sentado en la arena, con su mirada fija en el horizonte.
–Hola –le digo al acercarme, tratando de sacarlo de su letargo.
–Bienvenida a Ambrosía –me responde, poniéndose de pie.
En ese momento, aparece ante nosotros una gigantesca ciudad de una belleza incomparable, cuyas construcciones resplandecen con los rayos del sol. Sus habitantes van de un lado para otro, sin percatarse de mi presencia, todos al igual que el hombre que tengo frente a mí, me inspiran una confianza infinita y sus miradas están colmadas de serenidad y satisfacción.
– ¿Te conozco? –le preguntó.
–No te preocupes, pronto me recordarás.
– ¿Cómo llegué hasta acá?
–De la misma forma que todos. Cierra por un momento tus ojos y las respuestas vendrán a ti.
–Lo último que recuerdo, es que tomé un avión para regresar a casa y en medio del vuelo, el capitán nos anunció que la nave presentaba algunas fallas técnicas. Minutos más tarde, hubo una terrible explosión y todos quedamos envueltos en ella. ¿Eso quiere decir que acabo de morir?
–Todo lo contrario, en el universo existen diferentes esferas, a las que somos enviados para purgar un castigo. La Tierra, es uno de esos sitios. Después de muchos años, finalmente ha terminado tu sanción y hoy, estas de nuevo en tu hogar.
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Regreso a Ambrosía
Lun, 09/12/2013 - 11:50
En un universo donde no existe ni el tiempo, ni el espacio, la materia se hace ligera, permitiéndome ir más allá de los confines. En ese colosal cosmos, mi mente y mis emociones permanecen en silen