Varios lectores me preguntaron por el concepto desesperanza aprendida mencionado en el pasado post sobre la generación perdida de bachilleres, así que es bueno ilustrar sobre el tema, para que podamos entender que a veces nos comportamos como ratas en un gran laboratorio llamado oficina, ciudad o país.
Entre 1967 y 1975 el Psicólogo Martin Seligman construyó el concepto de “Indefensión Aprendida”, traducido también como Desesperanza Aprendida, a partir del aprendizaje asociativo entre dos estímulos para provocar una respuesta, experimento considerado un clásico de la Psicología realizado con perros por el Fisiólogo Ruso Iván Pávlov.
En el experimento de Seligman se asocia un destello de luz a un estímulo incómodo que generalmente es una descarga eléctrica, de tal forma que el animal, tradicionalmente una rata, aprende que luego de la luz viene la descarga, igual que reacciona usted cuando en plena tormenta ve un relámpago, luego espera el trueno y en ocasiones alcanza a asustarse un poco. Hasta ahí es el mismo experimento de Pávlov.
La novedad y el descubrimiento en el experimento de Seligman estuvo en la posibilidad que dio al animal para evitar la descarga presionando una palanca, conducta innata en las ratas, o saltar a otro espacio dentro de su jaula, de tal forma que el animal al ver la luz predecía lo que iba a suceder y con su comportamiento (palanqueo o salto) podía evitar el corrientazo.
A partir de aquí y luego de este entrenamiento se quitaba a la rata la posibilidad de controlar la descarga, y sin importar lo que hiciera siempre después de ver la luz recibía el choque. Así con el tiempo el animal aprende a esperar pasivamente el corrientazo, pues al no poder predecir ni controlar el estímulo, siempre será castigado y se le verá ensimismado, como achantado en un rincón de su jaula.
Antes que los animalistas me escriban sobre la crueldad con las ratas quiero decirles que desde hace ya varios años este tipo de experimentos puede realizarse con herramientas de software como Sniffy, la rata virtual de Thomson ResearchSoft, gracias a la cual ningún animal sale lastimado.
Lo importante es que este experimento, como muchos otros de Psicología comparada, ha servido para extrapolar resultados al comportamiento humano. Por ejemplo, usted puede tener un jefe al que sin importar la calidad de su trabajo unas veces le parecerá bueno y otras malo, pues su trabajo como subalterno no depende de la calidad, sino del variable temperamento de su jefe, y usted no puede predecir ni controlar cómo amanecerá hoy.
Usted también puede creer que no hay solución a los problemas del país, porque sin importar cómo vote o cuánto proteste las cosas no van a cambiar. Claro, a diferencia de los animales creo firmemente que sí podemos cambiar las cosas, y aunque me digan romántico algunos, o me llamen iluso otros, sigo apostando a las movilizaciones cada vez más grandes de personas indignadas con procuradores, congresistas, diputados, concejales, jueces y otros servidores públicos que trabajan por lo suyo, anteponiendo el interés particular sobre el general.
Porque en definitiva si usted cree que no hay nada que hacer y que vivimos como ratas girando en la rueda de una sociedad que no nos lleva a ninguna parte, corriendo permanentemente en desesperanza aprendida, mejor baje la palanca, apague y vámonos.
@maobayona
www.infopsicologica.com
Somos peor que ratas de laboratorio
Mar, 09/07/2013 - 01:04
Varios lectores me preguntaron por el concepto desesperanza aprendida mencionado en el pasado post sobre la generación perdida de bachilleres, así que es bueno ilustrar sobre el tema, para que podam