Todas las víctimas del 17/17 importan, no solo la francesa

Mar, 20/06/2017 - 04:04
Realizando el cubrimiento del repugnante atentado terrorista en el Centro Comercial Andino, hubo una pregunta de un periodista que me causó indignación.

A veces por la intensida
Realizando el cubrimiento del repugnante atentado terrorista en el Centro Comercial Andino, hubo una pregunta de un periodista que me causó indignación. A veces por la intensidad de los hechos y la necesidad de agilidad para presentar la información, se pierde un poco el foco de la labor. Me ha pasado a mí y no puede haber un periodista que diga que no le haya sucedido. El atentado en el centro comercial Andino fue desastroso. Las investigaciones continúan, pero con la efectividad que el general Nieto ha demostrado en ocasiones anteriores y su especialidad en la “trazabilidad”, no podemos esperar que se conozca pronto qué grupo fue el autor material e intelectual de lo que por poco se convierte en una masacre. Si fue el ELN, no hay ninguna excusa, ninguna justificación para no levantar la mesa, hecho que debió haberse dado hace mucho tiempo, porque esa guerrilla no ha demostrado una sola acción efectiva de iniciativa de paz. Ahora bien, la historia de Julie Huyn es particular y merece toda la atención de los medios. Pero no puede entenderse que una vida sea más importante que otra, por el hecho de su nacionalidad. Huyn vino a Colombia a realizar un trabajo social. Su madre, también afectada por el artefacto, había llegado hacía poco al país para conocerlo porque seguramente su hija la había convencido de visitarla. Quizá ya estaban acostumbradas a las constantes noticias sobre asesinos en camiones en Francia que arrollaban a los peatones sin arrepentimiento, o a los intentos de apuñalar a policías y civiles por parte de terroristas en el centro de París, y pensaron que en Colombia, un país que parecía ya haber superado la historia densa de conflicto y sangre, hallarían tranquilidad. Pero eso no ocurrió y encontraron la tragedia. Lamento profundamente que esto haya sucedido y comprendo su dolor porque tengo una hermana en el exterior en un país europeo y cada vez que me entero de un ataque ruego para que no haya sido en la ciudad en la que ella vive, pero algunos periodistas le dieron mucha más relevancia a la historia de Huyn y el dolor de las tres familias no puede ser discriminado. A la Clínica del Country arribó el alcalde Peñalosa, acompañado de sus miembros de equipo para conocer el estado de salud de las víctimas que habían llegado de urgencia. En la rueda de prensa, un periodista, no voy a revelar su medio de comunicación, le sugirió que “es muy grave que una extranjera muera en la ciudad”, y se olvidó por completo de las dos nacionales que también habían fallecido. Son tres mujeres, tres seres humanos que murieron en la misma repudiable circunstancia y todas importan en el mismo nivel de atención. El dolor de las familias, de los padres que tuvieron que celebrar su día enterrando a sus hijas, es el mismo. Todos perdieron a su tesoro más importante. Me asombró la tranquilidad con la que la mayoría de colegas asumió la situación. Yo soy un periodista joven y seguramente ellos ya han realizado muchos más cubrimientos similares, pero tengo claro algo que alguien me enseñó. Una sociedad que pierde su capacidad de asombro, pierde a su vez su capacidad de indignación. Y el periodismo tiene que ser, en efecto, una profesión para indignarse y no conformarse con las preguntas y respuestas de closet y los simplones comunicados de prensa y audios de grupos de Whatsapp a los que muchos están acostumbrados. Julie era una persona que, por lo que se sabe, seguramente entendía el concepto de que todos los seres humanos, sin importar ninguna condición, merecen el mismo respeto y la misma dignidad. Igualmente Ana María Gutiérrez y Paola Jiménez. Hoy no están y no están gracias al ataque de unos cobardes que no merecen ni un ápice de piedad. Es triste, pero también nos da a entender algo muy importante. Este no es un país en paz. No se puede hablar de paz, porque el conflicto con las Farc, solo era uno. Aquí seguimos matándonos de intolerancia en las calles, golpeando a nuestras mujeres, violando a nuestras niñas y por su puesto todavía queda un mar de grupos de violentos que tienen que ser acabados con firmeza. La paz está lejos y  no hay que bajar la guardia. @santiangelro            
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