Esta mañana recorría la Avenida Boyacá, una de las principales vías de Bogotá, al bajarme del carro pensé que el trayecto había sido como un viaje turístico y lo relacioné así por la velocidad a la que iba el conductor permitiéndome apreciar todo a mi alrededor.
La Boyacá es hoy una de las vías que redujo su límite de velocidad a 50 kilómetros por hora, por años esta avenida con 4 carriles en ambos sentidos que recorre la ciudad de norte a sur en toda su extensión, fue una de las más peligrosas para los peatones por la falta de puentes, la poca cultura para usar los existentes y el exceso de velocidad de los conductores.
En principio la idea de bajar los límites de velocidad en la capital colombiana generó un poco de resistencia, sin embargo la medida se aplicó a finales del 2018 en las avenidas Boyacá, 68, Ciudad de Cali y 80. Una acción que parece poco relevante generó un impacto significativo en el número de fatalidades en siniestros viales, en términos más castizos en enero de 2019 gracias a la decisión, durante 20 días del mes no se registraron muertes ¡una cifra histórica!
Para ser mucho más exactos entre octubre y enero de los años 2015, 2016 y 2017, en las vías en donde se aplicó la reducción de velocidad, el número de muertos era en promedio de 46. Para el mismo periodo de 2018 se registraron 29 fallecimientos, lo que significó una reducción de 37 por ciento.
Hay quienes creen que esos 10 kilómetros de más o de menos, solo generan un impacto en el tiempo de desplazamiento de las personas y resulta que no es así. Ir a 50 kilómetros por hora solo retrasa unos cuantos minutos, no más de 5, la llegada de una persona a su destino. En cambio, el tiempo de frenado de un vehículo se reduce sustancialmente, al punto que se puede asegurar que a esa velocidad se salvan vidas, cuando se trata de siniestros viales.
Poco popular será reducir el límite de velocidad en otros corredores viales ¿pero al final de cuentas para que ser populares, si en nuestras manos está evitar la muerte de personas?
