Un mes después, ¿todavía nos duele el Cauca?

Mar, 07/08/2012 - 10:26
Mucho se habla de las autonomías regionales en Colombia. Quizás sea la mejor forma para que una fracasada república centralista pueda seguir con su vida nacional. Desde siempre, las autonomías se
Mucho se habla de las autonomías regionales en Colombia. Quizás sea la mejor forma para que una fracasada república centralista pueda seguir con su vida nacional. Desde siempre, las autonomías se tomaron el centro del debate del naciente país. Nuestra llamada "patria boba" no fue otra cosa que la búsqueda del mantenimiento de la vida provincial que se había tenido a lo largo del virreinato. El fracaso del modelo actual de organización de Colombia obedece a la falta de entendimiento de estas lógicas locales, en las cuales están contenidas diversas experiencias comunitarias de diferentes grupos raciales, económicos y sociales, deliberadamente ignoradas en la organización política. Si a esta falta de atención se le suma el avasallamiento del conflicto que realmente solo consume al campo, no a los centros de desarrollo urbano, tenemos una bomba social que estalla de vez en cuando. Los recientes hechos acaecidos en el departamento del Cauca, el departamento que ahora a todos nos duele aunque muy pocos hayan pasado de Cali, son muestra de la mezcla de estos factores que el centro del país ignora. Allí se han mezclado diversos factores que han llevado a esto. Por un lado el enconamiento de unas élites aristocráticas que han conseguido congelar el tiempo en el departamento y no han permitido el desarrollo de ningún tipo. Por otro lado, el fantasma de la guerra, en un terreno de altas montañas de cordillera americana, mezclado con selva y adyacente a ríos que llevan al pacífico, la guerra se ha desarrollado taimadamente, silenciosamente y ajena a los debates políticos en torno a la paz. Este terreno es propicio para los cultivos ilícitos y para las rutas de exportaciones ilegales, por eso es un territorio tan disputado. Lastimosamente, en medio de esta lucha se encuentran minorías indígenas y algunos asentamientos de afrodescendientes, que conviven con el terror de las tomas guerrilleras. Uno de los peajes más robados en el país es el de Tunia entre Cali y Popayán. Muchos caucanos en los años noventa nos arriesgábamos a viajar por la carretera Panamericana (una de las últimas grandes obras de desarrollo para esta región, en los años 60) solamente cuando sabíamos que existía tropa del ejército o cuando apareció un pequeño puesto militar a escasos 100 metros de dicho peaje. Los retenes en los cuales los carros terminaban como lienzos del arte revolucionario eran frecuentes, los buses quemados por negarse a financiar a estos grupos ilegítimos eran diarios y los desvíos por trochas para poder llegar a Cali, permitían observar el atraso de un departamento que ahora "le duele a todos". Por eso causa indignación nuestros dolores pasajeros, ajenos al conocimiento de las realidades. Pontificar desde Bogotá, desde una academia ideologizada hacia cualquier lado, desde los medios o el gobierno, es sencillo cuando el Cauca no es más que un referente foráneo olvidado en su cultura, desarrollo y mecánicas. Un mes después ya no recordamos, un mes después el Estado olvidó cuándo su legitimidad fue cuestionada, cuándo sus fuerzas militares (la única institución legítima que reconocen los colombianos en todas las encuestas) fueron acorraladas y cuándo parte de su nación se levantó contra él, reclamando su atento oído y mayor autonomía para la autogestión. Algunos ignoran por completo el uso instrumental de las Farc de este territorio y sus reales intereses estratégicos, los caucanos no somos guerrilleros, pero las guerrillas han estado muy cerca a nosotros, las hemos visto y sabemos de qué son capaces. Solamente espero que los AK-47 de estos delincuentes puedan ser detenidos por los míticos fuetes de la guardia indígena, cuando éstos se opongan a sus negocios y a sus intereses. No será la primera vez que la guerrilla asesina indígenas que no los quieren junto a ellos. Si se busca una autonomía, ésta debe ser política, porque la amenaza está a la orden del día. Suponer buenas voluntades en una guerra es sencillamente ingenuo. Nota: Esta columna fue escrita por @hcancelado, amigo mío, caucano, a quien cedí el espacio de esta semana.
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