A pesar de que los cinco candidatos que llegarán a la primera vuelta —lo mismo que sus fórmulas vicepresidenciales— tienen excelentes condiciones personales, profesionales y políticas, los debates del último semestre se han caracterizado por ser fragmentados, dispersos, tediosos, acelerados y superficiales, no por culpa de los protagonistas, sino por una serie de factores que han influenciado la campaña, y que posiblemente anuncian la forma de hacer política en las próximas décadas.
Un buen debate es aquel en el que previo análisis se presentan propuestas novedosas y factibles para atacar los principales problemas de la sociedad, de forma que los potenciales electores logren captar las diferencias entre candidatos y procedan a votar en conciencia y razonablemente. El actual debate presidencial ha sido enredado, parcelado y ligero, no por culpa de los candidatos sino por una serie de factores externos que no han permitido analizar razonablemente las propuestas y las posiciones. Veamos cada factor.
La temática. Normalmente la opinión va seleccionando y posicionando los grandes temas, de acuerdo con los problemas principales o con las aspiraciones y expectativas de la población. En Colombia tenemos demasiados problemas graves, concomitantes y recurrentes, lo que en medicina se denomina “comorbilidades”, y por ello se complican las discusiones entre candidatos, los cuales deben capotear varios toros a la vez, por la multiplicidad de los problemas y las preguntas de fondo. Casi todos los issues han aparecido en los debates, pero nunca se ha logrado profundizar en lo fundamental.
La paz, o mejor, los acuerdos de La Habana, siguen gravitando y han llevado a crear bloques antagónicos que en algunos casos constituyen el motivo dominante para votar en uno u otro sentido, así no se conozcan propuestas para resolver integralmente el asunto.
La corrupción es una preocupación nacional, pero a pesar del daño que causa continúa siendo un tema etéreo, en el que todos están de acuerdo pero se puede hacer poco. Asimismo, las desigualdades sociales y la concentración de la riqueza constituyen una cuestión debatida hace más de un siglo y que facilita el uso de estrategias demagógicas, pero no se resuelve nunca, y para algunos sectores es un tema desgastado; todos hablan de lo mismo, pero quien mejor ha aprovechado el problema es Petro.
La economía es un capítulo obligado en cada campaña; sin embargo, en la actualidad tiene facetas específicas que se han tocado en varios escenarios, las cuales no se han podido analizar en profundidad, como son la baja productividad y competitividad, la debilidad exportadora con primacía de monoproductos, la dependencia importadora de algunos bienes como alimentos, la informalidad y la limitada inserción en la economía digital.
El medio ambiente —que en los últimos años ha suscitado fuertes debates, particularmente por la exploración inapropiada o delictiva de minerales e hidrocarburos, la deforestación masiva de los bosques y la mala calidad del aire urbano— se trae a cuento para ganar opinión sin que se ofrezcan iniciativas contundentes para detener la degradación.
El narcotráfico se menciona obligadamente en los debates, pero se desconoce alguna propuesta de fondo, como si Colombia tuviera que contentarse con esa lacra. Las fallas de la justicia son tema obligado en cada discusión, pero fuera de algunas ideas, como la de unificación de las cortes, no se ha avanzado hacia una nueva política pública.
La inseguridad ciudadana y los problemas de movilidad urbana han sido temas tangenciales, como las políticas sociales en educación, salud y pensiones, que se han limitado a preguntas y respuestas como en un aula de clase. Ante este repertorio amplio, lo importante no es señalar el qué sino el cómo, y eso no se ha hecho.
Número de candidatos y ausencia de partidos. Inicialmente se presentaron más de diez candidatos, aunque el número se ha ido depurando para la primera confrontación del 27 de mayo hasta llegar cinco, cada uno con su propio repertorio de ideas y planteamientos. El ideal sería tener dos candidatos, o máximo tres, en lo cual ayuda bastante la segunda vuelta: las discusiones entre dos permiten profundizar el análisis de problemas y la elaboración de programas de gobierno integrales y coherentes. Junto al alto número de aspirantes, o tal vez a causa de ello, estamos ante el debilitamiento de las colectividades tradicionales, los antiguos grandes partidos que, a pesar de ser pluriclasistas, permitían elaborar programas consistentes con un ideario demarcado, así las colectividades tuvieran fuentes comunes en el liberalismo democrático. Ahora la mayoría de los candidatos ha preferido inscribirse mediante el cómodo y equivocado mecanismo de las firmas, huyéndole a las banderas partidistas de antes.
Papel de los medios en la conducción de los debates. Siempre fue necesario el rol orientador de los medios, así no fuesen imparciales, porque era una forma de ayudar a construir opinión. En tiempos pasados cada partido contaba con sus propios medios de prensa y a través de ellos divulgaba sus planteamientos, hoy tenemos una multiplicidad de medios, mucho más independientes: prensa escrita y digital, radio, televisión, redes sociales y otras en desarrollo. La competencia por la audiencia ha llevado al empleo de formatos de discusión superficiales que más se parecen a un reality que a un debate estructurado. Los candidatos en general evaden la plaza pública, antiguo foro de la democracia, y prefieren acudir a las más de 100 confrontaciones mediáticas consistentes en multipreguntas y minirespuestas, de donde poco sale claro. A lo anterior debe sumarse la cantidad de escritos (como el presente), y de comentarios de generadores de opinión que pueden ser útiles, pero poco orientadores.
Encuestas, redes sociales y “fake news”. Las encuestas preelectorales se aplican en nuestro país hace más de 30 años, las empresas suelen actuar con profesionalismo y en muchos casos aciertan; el problema es que la gente no las sabe interpretar y lo que es una foto instantánea se considera una predicción, lo cual va distorsionando la realidad electoral y la intención de voto: una tendencia negativa o positiva persistente se convierte en un augurio que influye en el llamado voto útil. Las redes sociales son un fenómeno nuevo que irrumpió en el campo de las elecciones hace un tiempo en la primera campaña de Obama y, recientemente, en la de Trump, cuando fueron manipuladas contra Hillary Clinton para definir la elección del actual presidente de Estados Unidos. El problema principal de las redes es que la participación ciudadana no siempre tiene carácter cívico y espontáneo, sino que se convierte en un escenario para producir noticias falsas o insultar a los adversarios. El empleo de big data —como ocurrió con la plataforma de Facebook hace unos meses (Cambridge Analitic)—, hasta donde se sabe todavía no se ha utilizado entre nosotros, pero sí han actuado los hackers en varias oportunidades.
En conclusión, después de tantos filtros, con tal cantidad de temas principales, tantos candidatos, el bombardeo desde los medios y la ausencia de partidos sólidos, se hace muy incierto el proceso electoral y deja una sensación de superficialidad, así individualmente los aspirantes sean buenos y tengan muchas ideas sobre lo que debe ser Colombia en los siguientes cuatro años.
