Camilo Durán pidió la palabra

Vie, 17/08/2012 - 00:32
Me he preguntado que hubiera opinado Camilo Durán Casas, periodista y hombre culto que muchos tienen por el tuitero mayor del país, fallecido repentinamente hace dos meses, de la reunión que se rea
Me he preguntado que hubiera opinado Camilo Durán Casas, periodista y hombre culto que muchos tienen por el tuitero mayor del país, fallecido repentinamente hace dos meses, de la reunión que se realizó hace quince días en Medellín, “Pido la palabra” y de la cual tanto se ha hablado. ¿La hubiera mirado con interés y con la dosis de sano escepticismo que destilan sus escritos? El libro de Durán Casas que acaba de publicar Planeta (Uribe es la suegra de Santos) con el cual se consagra como digno heredero de Nicolás Gómez Dávila y sus inmortales escolios, y la reunión de Medellín a la cual asistí, aportan un aire fresco al permitir vislumbrar horizontes renovadores para un país que a pesar de la confusión presente, siguen empujando, un país que no se doblega (Londres…), aunque a veces se sienta sin rumbo. Pero, qué tienen en común. Que ambos ayudan a mirar nuestra realidad de frente, a llamar las cosas por su nombre, a separar lo que es importante de lo circunstancial y personal. Durán con una lucidez llena de humor, rompió la costra del facilismo reinante, costra que ahoga y limita, al desnudar con decencia, valor fundamental de su existencia, el conformismo que todo lo invade. En Medellín por su parte se planteó sin tapujos, que los ciudadanos piden la palabra para expresar y compartir sus sueños y sus rabias, para llamar las cosas por su nombre y para afirmar con convicción que la movilización de la opinión, la toma de posición del ciudadano de a pie frente a los temas públicos es el primer y definitivo paso para que se pueda avanzar con seguridad hacia el futuro y poder mirar la realidad de frente. En Medellín se pidió la palabra “para ejercer la controversia con argumentos y propuestas”. Por su parte Camilo Durán fue aún más contundente cuando afirmó que “opinar no debía ser un derecho sino un deber” y que “es mejor una buena discusión que una mala orden”. Los reunidos en Medellín fuimos claros en afirmar que nuestro objetivo no es otro que “recuperar el sentido político, ético y representativo de la política”, como condición para lograr la reconciliación —no entre Santos y Uribe como algunos quisieron presentarlo, con el propósito de banalizar el sentido de la reunión—, sino “la reconciliación de la política con las aspiraciones de la ciudadanía”, cosa bien distinta y esa sí, de la mayor importancia. A su vez Durán haciéndole, desde la eternidad, la segunda voz a la reunión de Medellín, plantea que “los partidos, actores principales de la política, son el disolvente del personalismo. El personalismo a su vez es el disolvente de los partidos” y podríamos añadir, de la política. Como para reforzar su argumento insiste en que “nada más peligroso para una democracia que votar por personas y no por partidos”. Con la política así entendida, los participantes en Medellín consideran que esta será el fundamento de la paz. El cambio fundamental de la política es por consiguiente la llave, para usar la expresión del Presidente Santos, para el abrir el camino a la paz. Una política al servicio del ciudadano, de la equidad, de la justicia, de la inclusión y valoración de las diferencias que caracterizan a nuestra sociedad, como lo plantea tajantemente la Constitución del 91 con cuya defensa fue total el compromiso en Medellín. Ni la declaración de Medellín ni las palabras de Camilo Durán Casas pueden entenderse como una posición de soberbia. El “tuitero mayor” es enfático al afirmar que “en política nadie tiene toda la razón” y en exigir que el debate político sea un proceso de búsqueda, de discusión y análisis, adelantado en un ambiente franco y abierto, para no caer en la tentación fundamentalista de tener “las respuestas antes que las preguntas”. Considera para rematar, que el nivel de civilización de una sociedad está dado por el nivel que en ella tiene la discusión. Y no otra es la tarea que se impusieron los asistentes a la reunión de Medellín: “recorrer el país, incluir mas voces y escuchar todos los ángulos. Consolidar una plataforma de dialogo y acción política ciudadana para traducir estos propósitos en acciones que influyan decisivamente en el rumbo de nuestra sociedad… a través de todos los caminos que contempla nuestra democracia”. Apuesto entonces a que Camilo Durán Casas hubiera suscrito con gusto la declaración de Medellín poniéndole, eso sí, su toque de humor, de elegancia intelectual y de dignidad características que marcaron su vida y que deberían igualmente marcar el camino a recorrer por todos nosotros, para lo cual desde ya y hasta que sea realidad el proceso de cambio de la política, pedimos la palabra.
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