Hace algunos meses la prensa registró en sendas notículas la historia de unos camioneros dedicados al transporte de petróleo que iban a entrar en paro debido a los frecuentes ataques guerrilleros de los que resultaban víctimas. El hecho pasó sin pena ni gloria y tan rápido como surgió la noticia, se dejó de hablar de la misma.
En ese momento se dijo que el Ejército y la compañía Emerald Energy, para la cual trabajan los camiones, habían logrado conjurar el paro gracias a una serie de medidas de seguridad especiales, sin embargo, poco se dijo sobre dicha decisión, más allá de que se daría un acompañamiento por parte de las Fuerzas Armadas a los vehículos cargados con petróleo.
La realidad es que, desde hace tres meses, los 50 carrotanques que se movilizan entre los municipios de Los Pozos y Florencia, en el departamento del Caquetá, tienen a sus conductores ataviados como si fueran a la guerra, con chalecos blindados y cascos antibalas.
Los conductores agradecen la protección, pero a la vez se quejan de la dificultad que representa para ellos conducir camiones repletos de combustible, en carreteras en muy mal estado, mientras soportan sobre su cuerpo el peso extra que les suman el casco de 1,5 kilogramos y el chaleco de 10 kilogramos.
Pero eso no es todo. El recorrido entre la inspección de Los Pozos, que fue epicentro de la zona de distensión durante el proceso de paz en el gobierno Pastrana, y Florencia, capital del Caquetá, se dividió en dos según el nivel de amenaza por parte de la guerrilla de las Farc. De esta forma se establecieron diferentes dispositivos de seguridad para acompañar a las caravanas de 20 camiones que salen dos veces por semana de la explotación petrolera hacia el departamento del Huila.
El primer tramo es el que conecta a Los Pozos con San Vicente del Caguán. En ese recorrido, que es el más corto, los camioneros van escoltados por 30 hombres del Ejército que se movilizan en motos financiadas por la compañía petrolera. De esa forma se busca desestimular la posibilidad de un ataque insurgente y dar respuesta a posibles intentos de asalto a los camiones.
El segundo tramo es el camino entre San Vicente del Caguán y Florencia, un recorrido de más de 150 kilómetros en una carretera muy regular, a través de la cual los carros cisterna se movilizan lentamente, convirtiéndose en blanco perfecto para los disparos de los insurgentes. Para hacer esa ruta no solo se asegura el acompañamiento de los soldados motorizados, sino que además hay cuatro tanquetas rodeando a la caravana petrolera para repeler sorpresas desagradables.
¿Pero por qué pasa todo esto? Sencillo. La empresa petrolera no paga las llamadas ‘vacunas’ exigidas por la guerrilla, debido a la sanción de expulsión del país, que pesa sobre las multinacionales que acepten extorsiones de grupos al margen de la ley. La pregunta que queda en el aire es: ¿qué pasará con las futuras explotaciones petroleras que se planean para ese sector? ¿Hasta dónde se podrán desplegar tales dispositivos para ofrecer la llamada ‘confianza inversionista’?