Cartagena está repleta de turistas, muchos colombianos pero también extranjeros, que tienen prácticamente colapsado el tráfico, pero que sin duda dinamizan la economía local. La otra Cartagena, la nueva que se construye hacia el norte de la ciudad vieja, crece como espuma y es una especie de paraíso para quienes solo quieren mar, siempre y cuando puedan llegar y salir fácilmente en las horas de congestión. Pobre barrio de Crespo, se le aumentó el tráfico de manera impresionante sin que se mejoraran sus vías porque es el paso obligado para la nueva ciudad. Hasta ahí, todo bien todo bien, como diría el Pibe Valderrama.
El problema surge cuando se trata de entender el proceso por el cual atraviesa la ciudad.
Los rumores van y vienen por esa terrible costumbre colombiana de carecer de valor civil que obliga a pasar del chisme a la denuncia sustentada y al coraje de asumir las consecuencias en un país donde se mata con tanta facilidad. La primera gran pregunta es cómo se desarrolló esa nueva Cartagena. Se afirma, y lo hace gente seria pero temerosa probablemente con razón, que muchos de esos terrenos eran baldíos, o sea, pertenecían a la Nación, y que unos funcionarios públicos, financiados por los empresarios de estos proyectos, lograron las aprobaciones respectivas para hacer estos desarrollos urbanísticos y de paso llenarse de dinero. Otros afirman que simplemente se expulsaron a los pobres que habían sido los habitantes tradicionales de estas zonas, cuando el impulso de las mismas no existía. Como todavía se observan vacíos entre construcción y construcción lujosa, es necesario conocer la verdad para prever que les pasará a los que quedan allí y que se miran como una especie de parche.
Como no sería la primera vez que en Colombia se dan estos fenómenos de apropiaciones o expulsiones indebidas, es fundamental conocer la verdad. Por el bien de ustedes los empresarios de los nuevos desarrollos, por el bien de Cartagena y del país y por su supervivencia, señor alcalde Terán, mire bien donde ponen las garzas y aclare esta situación. Cuando llega a esta ciudad, símbolo de la desigualdad colombiana, opulencia y miseria, un mandatario elegido por ese pueblo olvidado, se da una de esas terribles ironías de la vida nacional. Todos esperábamos que sus primeras declaraciones se refirieran a estrategias para reducir la injusticia de amplísimos sectores de esta ciudad. Pero el señor Terán se engolosina hablando de sus amigos del Jet Set que harán de Cartagena un paraíso, según él. Y como si fuera poco, de inmediato se desata la polémica por el otro desarrollo complicado, el de Chambacú cuyo proyecto pertenece al señor Mattos, uno de los nuevos mejores amigos del Alcalde que además financió como otros empresarios, su campaña. ¿Tendremos a la vista una generación nueva de empresarios de la política, como se descubrió con la famosa Zona Franca de Occidente?
No es de rosas el camino que está construyendo el nuevo Alcalde de Cartagena, así que además de las aclaraciones señaladas, es fundamental qué contesta quien le va a responder: a los pobres que lo eligieron o a los ricos que lo financiaron. El progreso de Cartagena es fundamental pero existe una deuda social con 3/4 partes de esta ciudad que usted mejor que nadie conoce. Prioridades, Alcalde, es algo que usted tiene que establecer pero que le quede claro que con solo yates y exmiembros de la realeza española no va a sacar a sus congéneres de la miseria.
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