La democracia colombiana atraviesa la peor época de su historia. El colapso institucional queda en evidencia con la crisis moral de la justicia. Ya empieza a ser evidente que el Estado no tiene cómo cumplir las innecesarias concesiones otorgadas en la mesa de La Habana. La economía está semi- paralizada, sin crecimiento ni capacidad de competir como lo confirman los mediocres resultados obtenidos en el índice de competitividad del Foro Económico Mundial recientemente publicados.
Frente a estos enormes desafíos nacionales, ¿qué dice la Universidad? Nada o casi nada. Las públicas como la Nacional o la Pedagógica proveen los grupos que con piedras y papas bomba quieren cambiar la realidad. Las privadas guardan hermetismo. ¡Ni una palabra de los decanos de Derecho sobre el tema de la crisis de la justicia! ¡Absoluto silencio de los decanos de economía sobre el fracaso de nuestro modelo económico! ¿Los decanos de salud se han pronunciado sobre el derrumbe de los hospitales? ¿Las facultades de ingeniería dicen algo sobre la mala calidad de las obras publicas? La crisis nacional parece no importarles la dura realidad mientras no afecte las matrículas.
Triste realidad la de la universidad colombiana. Nada es más importante para el futuro de un país que tener unos centros de formación donde se reflexione, cuestione, investigue y propongan ideas para mejorar la realidad actual. Que haya agitación, rebelión e inconformismo es parte de su naturaleza y una buena señal de su dinamismo. La Universidad ha sido, desde el final de la Edad Media, el centro de pensamiento de la sociedad. Esa es su misión fundamental. Nadie puede remplazarla, ni los gremios, los partidos políticos, el DNP o los centros de pensamiento.
Los mismos estudiantes reflejan el ambiente conformista que hoy invade a los centros de formación. Quieren seguir la ley del menor esfuerzo, sin leer ni investigar; sin cuestionar ni argumentar. El estudio no es su primera prioridad. Están demasiado preocupados por la rumba del fin de semana y las notas.
La universidad no tiene sino dos opciones: o es parte del problema o parte de la solución nacional. Hoy en día es claro que hoy está entre los primeros.
