Conejo a la reserva la conejera

Jue, 14/02/2019 - 13:21
En diciembre de 1995 mediante el Acuerdo 027, el Concejo de Bogotá declaró como reserva natural, forestal, arqueológica y paisajística al Cerro de La Conejera, con el fin de proteger a una de las
En diciembre de 1995 mediante el Acuerdo 027, el Concejo de Bogotá declaró como reserva natural, forestal, arqueológica y paisajística al Cerro de La Conejera, con el fin de proteger a una de las zonas con más alto valor ambiental y cultural de la capital, que a su vez se encontraba en un alto estado de deterioro y con procesos de urbanización, que en algunos casos lograron ser llevados a cabo de manera irregular. En su momento, el Acuerdo establecía que no se podría hacer nuevas construcciones en el cerro, ni ampliaciones de las edificaciones que ya había allí. Así mismo, hasta tanto no se definiera la vocación de los suelos del perímetro urbano de Bogotá, no se expedirían licencias de construcción, urbanismo o parcelación de cualquier clase, en zonas que pudieran afectar el cerro. Debemos recordar que el Cerro La Conejera forma parte del Sistema de Áreas Protegidas del Distrito Capital, que a su vez constituye uno de los componentes de la Estructura Ecológica Principal Distrital, que garantiza la provisión de bienes y servicios ecosistémicos, posibilita una mayor resiliencia, un concepto que se ha reconocido como marco central para el desarrollo sostenible en el ordenamiento territorial. Igualmente las decisiones de ordenamiento territorial, definieron los objetivos del Sistema de Áreas Protegidas, entre los cuales están: preservar y restaurar muestras representativas y de tamaño biológico y ecológicamente sostenible, de los ecosistemas propios del territorio distrital; rescatar los ecosistemas que brindan servicios ambientales vitales para el desarrollo sostenible; garantizar el disfrute colectivo del patrimonio natural o paisajístico; promover la educación ambiental y la socialización de la conservación; fomentar la investigación científica sobre el funcionamiento y manejo de los ecosistemas, propósitos éstos que indiscutiblemente se deben cumplir en el ecosistema del Cerro La Conejera. Posteriormente en el año 2014, mediante la Resolución No.03653, La Secretaría Distrital de Ambiente adoptó medidas de protección que ampliaría El Parque Ecológico Distrital Cerro La Conejera, a través de la conservación de un predio de 32 hectáreas conocido como El Charrascal. Esto significa que, según el principio de precaución que señala la ley, aquí no se puede adelantar obras de infraestructura urbana y se deberá detener cualquier actividad actual o futura que pueda actuar en contra del medio ambiente. Sin embargo, desagradable sorpresa nos hemos llevado en la última visita realizada, pudimos comprobar la escombrera en que se ha convertido la reserva en gran parte de sus linderos, que además de deteriorar el ambiente paisajístico, cultural y arqueológico de esta importante reserva, también demuestra la falta de interés de las entidades que, según el Acuerdo mencionado, eran las responsables de la recuperación de estos territorios. Es que, según la norma citada del año 1995, sería deber de la Secretaría Distrital de Ambiente, del Jardín Botánico José Celestino Mutis y a su vez se instaba a la CAR, a tomar las medidas tendientes a la plena recuperación, preservación, protección y mantenimiento del cerro de la Conejera, con todos sus componentes naturales, ambientales, ecológicos y arqueológicos, lo cual evidentemente, no parece estar sucediendo. Otro tema preocupante, que debe ser examinado con más rigor en su momento, es la construcción reciente de proyectos de condominios residenciales de lujo, que no deberían estar situados en esos terrenos protegidos, y que generan bastantes dudas con respecto al otorgamiento de las licencias necesarias y el cumplimiento, por ende, de las normas vigentes que preservan el cerro la Conejera. La recuperación, preservación, protección y mantenimiento de esta reserva nos compete a todos los Bogotanos, es fundamental para el sostenimiento ambiental de los sistemas ecológicos de la ciudad y la región, de la purificación de su aire y de la reducción de sus emisiones de carbono. También es la oportunidad que tenemos como ciudad de tener un área silvestre de uso público a escala metropolitana. Sería de un alto costo ambiental perder esta zona protegida, sumado al costo de privar a Bogotá y a Colombia de un lugar privilegiado para el disfrute de los espacios abiertos y para la realización de actividades productivas de vocación ecológica y pedagógica. Este puede erigirse en uno de los bosques urbanos más importantes del país y así reducir drásticamente el enorme déficit de áreas verdes por habitante que actualmente tiene Bogotá. Llamo la atención, para que “No se le haga conejo a la reserva la conejera” y se actúe de manera urgente en su conservación y protección.
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