Cuando llegue la primavera

Sáb, 25/07/2015 - 13:03
Fernando Fernandez Puntos de existencia Cae la lluvia en faena de inacabables horas. La observo casi con indiferencia a través de mi ventana; al principio como sensación sedante, luego irritante, más tarde frustrante y finalmente deprimente: Encerramiento forzado en una prisión de tabiques de agua. Llora el día, llora el cielo y a mí se me ahoga el alma, se me mojan las ideas y se me cubre de moho la paciencia. Ese golpetear, tac, tac continuo e insistente sobre el ventanal ora me adormece, ora me despierta; así juega el tiempo marcando intermitentemente su monótona repetición. Tac, tac… lluvia de desaliento, lluvia de melancolías, de tristezas, de grises aguados que laceran la entraña, que la indisponen y la vuelven creativa en pesadumbres y en armazones de nostalgias anónimas, inexplicables. Con vidrio interpuesto, lágrimas y gotas de lluvia se me confunden. Naturaleza y espíritu sincronizados en desaguaderos de penas ciertas o imaginadas, pero que se sufren. ¿Cuándo llegará la primavera sobre la naturaleza? ¿Cuándo se asomarán sus tibiezas sobre mi alma? ¿Dejaré primavera que te instales? ¿Cederán mis instintos y se abandonarán al placer sencillo del disfrute, sin estudiar ni concebir congojas? ¿En cuanto aparezcan los vientecillos primaverales, dejaré que ellos me mimen? ¿Apagaré el interruptor de mi pensar para que la primavera me alcance y me entregaré a su seductor ofrecimiento? Para cuando cesen los aguaceros, para cuando asome la primavera que calme las tristezas, para cuando el espíritu vuelva a sonreír con algunos rayos de sol, para cuando se caldee el alma y revoloteen las golondrinas, para entonces, dejaré mis penas vagar por otros espacios, abandonar esta mi casa que han tomado en posesión. Pero, hoy es aún hoy, y hoy es todavía hastío… lejano parece aún el estío; sólo me llegará la primavera cuando las tantas fábulas, convertidas con embaucamiento en verdades, vuelvan a lo que eran: fábulas, o que mi entendimiento no se menoscabe por esta triste comprobación. Vendrá la primavera cuando mi pensamiento se disperse en regocijos más prosaicos; Cuando me enceguezca voluntariamente frente a lo real que observo; Cuando acalle aquella voz interior que me grita evidencias o que yo simule no escucharlas, pasarlas por alto y dedicarme a la sencillez de lo que no se analiza, que se acepta porque sí; Cuando me desentienda del mañana entregándome al placer sencillo del presente y que sólo éste acapare mi atención; Cuando me aleje del deseo o lo someta a mansas proporciones; Cuando finja olvidar que soy mortal; Cuando le diga al oído de mi alma que descuide la filosofía y que se mimetice en cosa no pensante, en sosías del olvido. ¡Al diablo la maldita primavera!
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