Curiosidades y paradojas de la Constitución de 1991

Mar, 21/06/2011 - 00:00
Con La cara oculta de la Constitución de 1991 nos ofrece Oscar Alarcón mucho más de lo que el título dice: es un interesantísimo recuento de eventos, chismes y temas nacionales que al ti
Con La cara oculta de la Constitución de 1991 nos ofrece Oscar Alarcón mucho más de lo que el título dice: es un interesantísimo recuento de eventos, chismes y temas nacionales que al tiempo que permiten ver hasta qué punto nuestra historia reciente es intensa y compleja, nuestro conocimiento de ella está condicionado o distorsionado por falta de información sobre lo que sucede tras bambalinas. Con el sabor de la anécdota pero la seriedad del gran investigador nos toca tantos puntos que solo se puede enumerar algunos. Como abrebocas y sin enfatizar en ello, deja en claro que contra lo que se cree, ni la séptima papeleta ni Gaviria fueron el origen o factor determinante en la gestación de esa Asamblea. La séptima papeleta no existió jurídicamente porque al no estar contemplada en la ley el Registrador no la autorizó. Como la iniciativa solo fue implementada a través de algunos grupos de estudiantes, la emisión y la repartición de ‘papeletas’ fue mínima y el total del conteo aunque se hizo no llegó ni a 200.000 votos, razón por la cual la Registraduría prefirió no certificar ese resultado, amparada en que no era una votación oficial. La Asamblea nació porque Barco, siguiendo lo que había sido un propósito del Partido Liberal, ensayó infructuosamente dos veces una Reforma Constitucional. Por eso concretó su decisión mediante decreto de Estado de Sitio ordenando anexar una segunda votación paralela y simultánea a los comicios presidenciales, y así tramitar dichas reformas mediante una Asamblea Constitucional (no una Asamblea Constituyente). En dicha ocasión votaron 5,2 millones a favor y 230.000 en contra. En cuanto a Gaviria, fue el presidente elegido con menos votación de la historia (en relación al censo). La abstención en esa ocasión fue la más grande registrada hasta entonces, fue el único candidato liberal en recibir menos de la mayoría absoluta del voto, y apenas logró superar en números absolutos la mitad de los votos de Barco, su inmediato antecesor. Teniendo la menor legitimidad popular y electoral que mandatario alguno hubiera tenido, la citación a la Asamblea fue una tabla de salvación para lograr ‘gobernabilidad’ al apoyarse en el mandato emitido y alrededor de él articular la relación con los otros partidos. En su campaña no propuso nada respecto al contenido u orientación de la eventual Asamblea, y como presidente la falta de posición propia fue tan marcada que se excluyó la presencia por derecho propio de los funcionarios del Gobierno que deberían ser voceros de la propuesta oficial. Pero igual o más interesante son las referencias a capítulos poco revelados de nuestra época: -El desarrollo de las autodefensas del Magdalena Medio y la importación del mercenario Klein, que termina en la alianza de Escobar con el ELN de un lado y unidos en los Pepes los Rodríguez Orejuela a los sucesores de Rodríguez Gacha (muerto éste después de haber matado a todos los que se sucedían como jefes de ese grupo). -La letra menuda de la evolución e historia de los tratados de extradición. -La suerte de la excepción de inconstitucionalidad desde su origen en Colombia -anterior a cualquier país del mundo- hasta su regulación actual. -La reivindicación de Lleras de la Fuente de la ‘idea luminosa’ que propició  la declaración de ‘omnipotente y omnímoda’ con la que Álvaro Gómez concretó tanto la violación a los acuerdos partidistas, como el desacato a la misma jurisprudencia que había sustentado la utilización de ese camino para reformar la Carta, logrando imponer -así fuera transitoriamente- la visión del poder que siempre anheló. -La versión del mismo Lleras según la cual Carlos Lemos no aceptó la copresidencia porque era un perezoso (poco verosímil ante la propia afirmación de Lemos según la cual reconoce que la Constituyente y la Constitución fueron una ilusión frustrada) -Las versiones sobre el intento de liberación y la muerte de Diana Turbay. -Los debates sobre la reelección presidencial desde el nacimiento de la República hasta hoy. -Lo mismo sobre la función declarada o reconocida a Dios en las diferentes Constituciones. -La doble ironía de haber justificado la conexidad entre el Decreto de Estado de Sitio que permitió la votación porque con ella se daba ‘viabilidad a la paz’, y el bombardeo a Casa Verde el mismo día de la elección con el cual se obligó a las Farc a seguir la guerra por la guerra, con la consecuencia de tenerla viva hasta nuestros días. -El sainete entre Sanclemente y Marroquín (con Caro detrás) que produjo la Guerra de los Mil Días y la separación de Panamá; y las anécdotas menos serias de otros ‘segundos de a bordo’, fueran estos vicepresidentes o designados. Implícitamente también están los balances: lo insólito de la firma de un papel en blanco cuando la ceremonia de promulgación, dice más que cualquier análisis; solo le puede competir la forma en que después aparecen y desaparecen artículos por la vía de ‘fe de erratas’. La cantidad de reformas; lo banal de ellas (el nombre de Santa fe); las que no se han concretado en leyes (v.gr. Ordenamiento territorial; Estatuto laboral, etc.); la moción de censura y los mecanismos participativos sin una aplicación después de 20 años; la Fiscalía saturada y la Justicia remplazada por la Tutela; la necesidad de intervenir por la Corte Constitucional en casi todos los temas (Banco de la República, Sistema de Salud, etc.); incluso el elemento que unánimemente se ve como positivo, la Tutela, ha sido fuente de líos aún no resueltos como el choque de trenes ante la controversia sobre la posibilidad de derogar sentencias ejecutoriadas. Todos estos temas tratados en la Constituyente son enmarcados con referencias a antecedentes casi siempre con un toque de picardía y el respaldo documental e investigativo que, además de confirmar la veracidad de lo dicho, enriquecen la interpretación histórica.
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