De Oslo al parque de la 93

Al senador Merlano le dieron diez años de inhabilidad por rehusarse a la prueba de alcoholemia y presionar a la autoridad. El fallo no fue una sorpresa pues estaba condenado desde el momento que el video se filtró a los medios. No se trata de salir en defensa de lo que no tiene defensa. Pero conviene poner las cosas en perspectiva. Al senador Merlano se le termina su carrera política mientras los grandes responsables del carrusel de la contratación de Bogotá toman café en el parque de la 93 sin angustias ni limitaciones. Desapareció el dinero del presupuesto (entre 30 y 50 millones de dólares), las obras no se hicieron pero los responsables siguen campantes en la calle. Los procesos no avanzan, el fiscal del caso es removido, los plazos se acercan peligrosamente al vencimiento de términos y los acuerdos con la Fiscalía prevén penas francamente ridículas. Algunos de ellos no pasarán un sólo día en la cárcel a pesar de la magnitud de los delitos que cometieron. En junio de 2005, Víctor Alfonso García le tocó la nalga a una mujer en la calle. Es un acto reprochable y grave. Por eso un juez lo condenó a cuatro años de cárcel, algo que nunca pagarán los grandes responsables de los desfalcos al erario público o de SaludCoop. Mario Peña Hernández fue condenado a tres años de cárcel por pagar con un billete falso de 50.000 pesos en una tienda de barrio. Javier Arroyave Giraldo, un caleño, fue condenado a la misma pena por robarse un queso de 30.000 pesos. Mientras tanto el Fiscal General corre a levantar las órdenes de captura y suspender las investigaciones contra los grandes cabecillas de las Farc que asesinan, extorsionan, secuestran y violan. Solo tres procesos contra los paramilitares han terminado con condenas. Menos mal los extraditaron porque de lo contrario estarían en el parque de la 93 tomando café con los del carrusel. Se habla con profusión de la crisis de valores de nuestra sociedad. En realidad no es una crisis sino una inversión de los valores. Esta sociedad decidió, sin límites ni vergüenza, que hay que premiar a los bandidos. Para justificar esta injusticia, que es la causa principal de la violencia, periódicamente nos rasgamos las vestiduras y aplicamos una justicia severa contra algún policía borracho, un político corrupto o algún marido violento. Mientras tanto cada fin de semana cientos de borrachos se estrellan y algunos asesinan inocentes, miles de mujeres son golpeadas sin que se les brinde protección y el gobierno aceita generosamente los votos del Congreso con contratos. Lamento contradecir a la opinión pública agitada por los titulares: así merezca una sanción, Merlano no es la demostración de que en Colombia existe justicia. Es la prueba de que este remedo de justicia es la fachada ideal para los grandes bandidos de esta sociedad que se pasean orondos por el parque de la 93, los salones de Oslo, las fincas del Magdalena y los pasillos de los ministerios. Extraño país que no tiene justicia y que cuando la tiene es blanda con lo grandes criminales y dura sólo con aquellos que no tienen apoyo en los medios. Seguiremos en el reality de Colmenares mientras los grandes asesinos y los corruptos duermen tranquilos. Lo único peor a no tener justicia es tener injusticia. representante@miguelgomezmartinez.com