Los grandes cambios que requiere la humanidad pasan por replantear el papel de los hombres en las relaciones de pareja y en la construcción de la familia.
La mayoría de las familias colombianas, por ejemplo, pasaron de tener un padre dominante, dueño y señor de todo a su alrededor, con afectos recortados por el temor a parecer débil y una vocación de macho cabrío irrefrenable, a núcleos familiares sin figura paterna, donde la carga total recae sobre las mujeres y los hombres se limitaron a preñar y abandonar.
No sé cual de estos dos tipos de familia funciona peor, pero lo que sí resulta evidente es que en ambas lo que está chueco es la figura patriarcal, en una por exceso y en otra por defecto. Entonces es válido y deseable revisarla para intentar avanzar en una sociedad más equilibrada y más democrática.
Tal vez la pista para encontrar el camino correcto para los estos cambios, sea la de revisar el concepto de masculinidad y por supuesto revisar los roles que social y culturalmente se han marcado y establecido para cada uno de los miembros de la pareja.
Padres entrañables, le escuché decir el domingo pasado que celebrábamos el día del Padre a un psicólogo en un programa de radio. Hombres capaces de expresar el amor a sus hijos e hijas, sin miedo a que los señalen como seres débiles, hombres que asumen su paternidad convencidos de que es algo que los engrandece, tanto como hacer labores domésticas y compartir de igual a igual la responsabilidad de la crianza con sus parejas.
Nuevas masculinidades, las llaman otras personas, pero el concepto va en el mismo sentido, aunque este segundo amplía la mirada no sólo al papel del hombre en la crianza y en la organización de la familia, sino también en su vida total, así no sea padre. Una nueva masculinidad replantea la utilización de la fuerza como argumento en las relaciones, la expresión de la emotividad sin las limitaciones a que fueron acostumbrados los hombres en culturas patriarcales.
Un hombre nuevo es el que no construye su personalidad basado en el poder y en el tener, sino en el ser afectuoso y solidario. Este hombre nuevo renuncia a la posición de cazador para integrarse a una sociedad más igualitaria; deja atrás su “instinto” de predador por una actitud de cuidador. Ya no será el lobo o si lo es, será un lobo que convive feliz con las ovejas.
¡Eso no lo hace menos macho! Porque no es más hombre el que prioriza la fuerza frente al afecto. No es más hombre el que anda a la caza insaciable de “hembras” o vive convencido de que amar es poseer.
En esto estarían los retos de días del padre en el futuro si queremos cambiar de verdad la sociedad. La masculinidad actual ha generado mucho dolor, ha engendrado mucha violencia y eso es lo que se tiene que cambiar, aunque las cosas no están cambiando al ritmo deseable.
Si un gran porcentaje de familias en Colombia son de madres solteras, de hogares con jefatura femenina no es porque no haya hombres, sino porque la gran mayoría continúan comportándose como machos alfa, incapaces de relaciones equilibradas donde lo que una sea el afecto y no la dominación.
A los hombres que han empezado a cambiar es a los que se les debería celebrar con entusiasmo el “Día del Padre”. A los demás declararlos especie ojalá en extinción.
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Día del Padre
Lun, 22/06/2015 - 15:44
Los grandes cambios que requiere la humanidad pasan por replantear el papel de los hombres en las relaciones de pareja y en la construcción de la familia.
La mayoría de las familias colombianas,
La mayoría de las familias colombianas,