Diario El Mirador

Sáb, 04/08/2012 - 08:56
Todo comenzó con una nota aparecida en la edición del pasado lunes donde el diario denunciaba los problemas de agua y de gas que padece la comunidad  de Yopal, Casanare. Cuando los políticos de tu
Todo comenzó con una nota aparecida en la edición del pasado lunes donde el diario denunciaba los problemas de agua y de gas que padece la comunidad  de Yopal, Casanare. Cuando los políticos de turno son inferiores a las circunstancias, es satisfactorio registrar a la gran prensa nacional haciendo eco a los lamentos de la población. Lo que ha sucedido en el Casanare es un viacrucis que inició hace cerca de 15 meses. A comienzos de mayo de 2011, un tormentoso diluvio sobre la capital llanera generó una avalancha en el cerro donde se encontraba la planta de tratamiento de agua que arrasó con ella y sus instalaciones terminaron cayendo al río Cravo Sur. Para enfrentar la emergencia, la alcaldesa de ese entonces, la doctora Dilian Fernanda, trazó un plan de acción que consistió en bombear agua cruda —agua sin tratar— como medida provisional, mientras, conjuntamente con el gobierno, se diseñaba una estrategia para reemplazar la planta. Vino la elección de alcalde y las urnas le dieron la victoria a un señor Celemín quien basó sus promesas electorales en una solución definitiva y a corto plazo para el problema. Se posesionó el pasado 1 de enero y no se registran resultados durante el primer semestre 2011. En mayo, otro torrencial aguacero se lleva el nacedero de la Quebrada La Tablona privando a Yopal del líquido vital. Ante la inacción de las autoridades, la situación se tornó dramática, pues toda la ciudad se quedó sin agua, a excepción de algunos barrios que contaban con pozos artificiales. Entretanto, iban apareciendo carrotanques suministrados por Ecopetrol, que aliviarían a la ciudadanía en su intento por apagar su sed. El invierno traería por torrentes las aguas lluvias que clamaba la ciudad. No solo las regalías fueron víctimas del raponazo de los políticos, sino que cuando se necesitaron estos recursos para invertirlos en resolver el problema, éstos no aparecen. El bombeo de agua cruda operó por un año haciendo llevadera la emergencia, aunque sin que el nuevo alcalde diera solución a nada. Luego, con la desaparición de la Quebrada que surtía de agua a la ciudad solo el agua lluvia ha logrado calmar la sed, a expensas de enfermedades. La catástrofe, la epidemia, están cerca. La gente está perdiendo la paciencia y una reacción como la de los indios caucanos no puede descontarse. Solo que Casanare suspendería el bombeo de crudo y de gas con graves daños a la economía por su calidad de gran productor de gas, petróleo, además del arroz. Los costos para el país serían inconmensurables. Pues bien, la noticia aparecida en El Mirador, segundo diario del país, era ligera, trivial y escrita a las volandas, sin revisión alguna. Apenas registraba una emergencia “por estos días”  y que recién el lunes la noticia había aflorado, adjudicándole la culpa al río Cravo Sur. Gastón Díaz se consideraba a sí mismo una gran promesa del periodismo y el gerente de El Mirador era buen amigo de sus padres. Había terminado de estudiar Comunicación Social en alguna universidad de la sabana y adelantaba gestiones para casarse en los próximos días e irse a cursar una maestría en la Complutense de Madrid. Sus jefes lo habían llevado al Seminario sobre Lengua, Periodismo y Deporte que facilitó Jorge Valdano en las instalaciones del periódico. Lo que más  enorgullecía a Gastón de su participación en el Foro era la foto que había logrado obtener donde lucía su mejor sonrisa amparado por el abrazo del genial directivo del Real Madrid. Esa tarde del lunes, quería llegar a tiempo a un shower que organizaban las amigas de la universidad en honor de la promisoria pareja la víspera de su viaje a España. Así las cosas, con su habitual celeridad, Gastón había salido de la nota sobre la tragedia de Yopal, Casanare, y se aprestaba a salir con destino a la casa del Turrón Prieto, donde tendría lugar el ágape. Deslizó su crónica ligera en la edición virtual mientras alistaba sus cosas para irse a celebrar. En el preciso momento cuando se despedía de Nikki, como llamaba a Nicolasa su jefa, el pote Virviescas reclamó de urgencia señalando la pantalla del monitor. Era una nota de un tal @Sarandix donde le criticaba hasta la saciedad la paupérrima crónica con que Gastón se había sacudido de los llaneros del Casanare. “Sale, vale” le dijo al Pote y Zas procedió a borrarla amparándose en un supuesto lenguaje ofensivo. Nadie iba a aguarle la fiesta, menos aún quien parecía ser un llanero de a pie. Virviescas volvió a llamar su atención hacia el ordenador. Ahora el llanero no solo reclamaba la ligereza del informe, sino que le retaba por borrar y sacar del aire su comentario. “Tuiteros inoficiosos” pensó Gastón. “No me la ganan”. De un brochazo desapareció de nuevo el comentario, mientras despreciaba a su nuevo interlocutor, emprendiendo las de Villadiego. Pero @Sarandix vendería cara su derrota. No en vano había vivido día a día la catástrofe. Tituló su nota “Con mi mejor cariño para el buen amigo Fandiño”  aludiendo al director del diario, Gonzalo Fandiño Mallarino. Allí le explicaría con clara amplitud  lo acaecido durante el último año y las afugias de la población de Yopal. En nota personal le copiaría los mensajes y le invitaría a su casa en el piedemonte para que dimensionara la magnitud de la tragedia. “La tercera es la vencida” dijo Gastón y, no obstante las admoniciones del Pote, procedió a eliminar el nuevo correo. Mirando con desprecio la huella dejada por la presencia ausente del tercer comentario del tuitero, tomó el gabán importado que le regaló su padre y salió del periódico más rápido que el volantín de una pulga. Lo que no imaginaba es que saldría para siempre de esa casa editorial.
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