Mucha pena me da con mi excolega, la senadora Piedad Córdoba, pero nuevamente sale con argumentos equívocos y distorsionadores de la realidad. El fin de semana pasado, a nombre de Colombianos y Colombianas por la Paz, dijo Piedad, una vez confirmada la muerte de Alfonso Cano, que el gobierno “carece de una política verdadera de paz" y que "lo único que busca es mantener los privilegios y el lucro que obtiene mediante la guerra”.
Expresó también la exsenadora su preocupación por la postura del Gobierno favorable a la "confrontación armada" y aseguró que la muerte de Alfonso Cano, pone en mayor riego la vida de los militares en poder de la guerrilla.
La vida de los militares secuestrados está en riesgo, es verdad, pero por la retención injustificada e infame en que los mantiene la guerrilla hace más de una década y eso es bueno no olvidarlo. De no haber sido retenidos todos estos años, en condiciones infrahumanas, amarrados con cadenas como animales, estos compatriotas no correrían ningún riesgo, estarían libres disfrutando de sus familias.
Asegurar, por otro lado, que el gobierno se lucra mediante la guerra, es otra falacia. Como nación, como estado democrático, no se obtienen ganancias, sino por el contrario, costos altísimos y deterioro de las condiciones de producción y desarrollo. Pero en gracia de discusión, si algunas personas viven de la guerra y obtienen privilegios y lucros, como dice Piedad, son principalmente los comandantes guerrilleros que trafican con drogas, que en lugar de trabajar en algo productivo se convierten en carceleros y en extorsionistas. ¡Eso si es lucro!
Cuando Cano heredó el poder, tras la muerte de Tirofijo, revivieron algunas esperanzas de diálogo. Hubo gente que creyó que su intelectualidad y origen pequeñoburgués lo haría más proclive a la negociación que un Marulanda de escasa escolaridad y alta rusticidad, de origen humilde y campesino. Pero no fue así. Cano se mostró como un guerrillero duro, apegado a las armas, convencido tal vez de que la guerra popular prolongada le daría la oportunidad de derrotar al capitalismo y al imperialismo.
Ninguna muestra de ser más negociador que sus antecesores. Por el contrario, Cano repitió la fórmula: ataques a la población civil, siembra de minas anti personas, atentados contra la fuerza pública, narcotráfico y secuestro. Nada de las acciones post-Marulanda hacen imaginar una guerrilla conciliadora. La misma organización de Colombianos/as por la Paz apenas en julio de este año le manifestó a Cano, en carta firmada por la misma Piedad Córdoba, su preocupación por el no respeto a las normas del DIH.
De manera que criticar al gobierno por cumplir su obligación constitucional de vigilar y garantizar la seguridad en todo el territorio colombiano, de buscar y capturar a los que cometen delitos, y delitos de lesa humanidad, no parece muy sensato. El gobierno está para hacer cumplir la Constitución y las leyes y la guerrilla no respeta ni la Constitución, ni las leyes. Entonces a quien hay que pedirle que demuestre voluntad de paz es a los alzados en armas, porque por el lado del gobierno, independientemente de si nos gusta o no el presidente Santos, lo que se ha hecho, es impulsar leyes democráticas, que aportan a la paz como la de Víctimas y combatir la corrupción.
Colombianos y Colombianas por la Paz sin duda ha hecho aportes valiosos para la liberación de secuestrados y por eso hay que estarles eternamente agradecidos, pero de ahí a que sean los dueños de la Paz hay un gran trecho. No es Piedad Córdoba la que puede juzgar al gobierno por cumplir su deber; ni mucho menos es la indicada para dolerse por la muerte de Cano, cuando fue él quien escogió entrar y permanecer en la lucha armada. Cano murió en su ley, bajo el fuego del conflicto, como tantas otras personas han caído bajo las balas insensibles de las Farc.