Los editoriales de Fernando Londoño quedarán en la historia de Colombia como la expresión más clara y enérgica del malestar de un pueblo golpeado por las falacias a las que puede llegar la democracia que ha llevado de nuevo al poder a siniestros personajes que pretenden legitimarse en elecciones contaminadas de politiquería, corrupción o, como ahora, de mentiras y traiciones, y no hacerse legítimos por el obligatorio fortalecimiento de la democracia misma en el ejercicio de un poder dado por el pueblo y para el pueblo.
Durante unos años cruciales de la historia francesa los editoriales de Albert Camus –escritos en Combat, el periódico de la resistencia-, ejercieron una clara influencia en el destino de esa nación. En ellos se encontraban frases como esta que puede corresponder perfectamente al momento tan dramático por el que estamos pasando los colombianos: “Es un error pretender amar a la patria por encima de la justicia; si no se estima la justicia no puede decirse que se ame de verdad a la patria”.
Como Albert Camus, Fernando Londoño con sus vehementes editoriales lleva al periodismo a nuevas dimensiones de compromiso, haciendo de él un arma eficaz contra los ataques sistemáticos a la dignidad humana de los que por una razón u otra dirigen los destinos de una nación. Hace pocos días, cuando se recibió con consternación la noticia de la oferta de un referendo en unas condiciones que violan flagrantemente la constitución, Fernando Londoño -con la necesaria indignación que agita su pensamiento- inició su editorial del día viernes 23 de agosto: “En una dictadura fascista estamos, era lo que nos faltaba, nos habían dicho varias veces que al presidente Santos nada le quedaba demasiado lejos, pero no creímos que llegara hasta estos extremos”.
Londoño, como lo hacía Camus hace ya setenta años, trasmite los valores que le son queridos y mantiene con quienes lo escuchan una relación franca y directa, dirigiéndose más a la inteligencia que a la sensibilidad de su público. Como Camus periodista, Londoño periodista está en el corazón de los sucesos.
De una manera paternal, como le hablaría un padre al hijo caradura, al hijo descarriado, al hijo que ha cometido una grave falta, le dice a Juan Manuel Santos: “Señor presidente, dentro de un marco legal y constitucional que estaba claro, con lo que usted nos viene a bautizar políticamente ayer es nada menos que con la noticia de que cambia la ley en su propio provecho”. Y remata diciéndole: “Señor presidente, una ley con nombre propio, una ley para un solo caso, es un abuso de la ley, es un abuso del poder. Lo que usted está haciendo, crear una ley especial para el referendo con las FARC, no es otra cosa que el uso abusivo y totalitario del poder y lo quiere hacer a través de un sistema de referendo, igual, exactamente igual que Hitler y Mussolini”.
El tono de Fernando Londoño en sus editoriales, de los que nos ofrece generalmente cinco por semana, se ha hecho cada día más enfático y lleno de indignación. De la indignación del genus irritable vatum como Edgar Allan Poe lo explicaba: “Los poetas nunca ven injusticia donde no existe, pero si frecuentemente donde los ojos no poéticos no la ven. Por lo tanto la famosa irritabilidad poética no tiene relación con el temperamento, comprendido en el sentido vulgar, sino con una clarividencia más allá de la ordinaria relativa a lo falso y a lo injusto. Esta clarividencia no es otra cosa que un corolario de la viva percepción de lo verdadero, de la justicia, de la proporción, en una palabra de lo bello”. Esa misma irritabilidad, fruto de la indignación, acompañaba los editoriales de Camus. Comenzaba el del día 22 de noviembre de 1944 así: "Ciertamente, no leemos sin irritarnos, un día después de la toma de Metz y sabiendo lo que ha costado, un reportaje acerca de la llegada de Marlene Dietrich a Metz. Y siempre tendremos la razón al indignarnos. Pero hay que entender que esto no significa para nosotros que los periódicos deben ser necesariamente aburridos. Simplemente no creemos que en tiempos de guerra, los caprichos de una estrella sean necesariamente más interesante que el dolor de los pueblos, la sangre de los ejércitos o el esfuerzo difícil de una nación por encontrar la verdad”.
Además a Fernando Londoño tenemos el privilegio de poder escucharlo. Su manera de expresarse supera ampliamente la de muchos de sus colegas periodistas. Su capacidad oratoria -fiel heredera de la de uno de los más grandes oradores colombianos, su padre Fernando Londoño Londoño-, va unida a una clarividencia excepcional que convence y convoca a quienes lo escuchamos en las mañanas. Sus editoriales quedan resonando en nuestros oídos y en nuestras mentes. Y así como retumban también pueden llegar a tumbar.
Editoriales que retumban
Mar, 27/08/2013 - 15:21
Los editoriales de Fernando Londoño quedarán en la historia de Colombia como la expresión más clara y enérgica del malestar de un pueblo golpeado por las falacias a las que puede llegar la democr