El emperador

Julio César Guerra Tulena está gobernando el Departamento de Sucre en función, no del bienestar de esa olvidada y atrasada región del país como debería ser, sino de los intereses de su movimiento político, que son los suyos propios. Los esfuerzos del Gobernador de Sucre están concentrados en hacer elegir al Senado a su único heredero, Julio Miguel, a como dé lugar. La estrategia de Guerra Tulena es la misma que han aplicado durante décadas las castas políticas de todos los rincones de la geografía nacional: la política no es para servir, sino para servirse. En realidad, nuestro sistema político se parece más a una monarquía que a una democracia: los honores se heredan, al igual que los votos y la representación política se traspasa —como si fuera un bien— de generación en generación. Esa endogamia electoral por sí sola es repugnante, pero es aún más despreciable si se tiene en cuenta que nuestros pueblos y sus habitantes tienen grandes carencias, que al final del día son soslayadas por intereses subalternos y mezquinos. Julio César Guerra Tulena fue derrotado en el 2007 en su primer intento por llegar a la Gobernación de Sucre, situación que no fue obstáculo para que este “dinosaurio” de la política aspirara nuevamente en el 2011. Valiéndose de su amistad con el expresidente Gaviria, se hizo al aval del Partido Liberal, y, apoyado por una coalición multipartidista, logró lo que parecía imposible: destronar a la maquinaria y a la hegemonía del Gordo García. Guerra Tulena, a los ochenta y tantos —¡vaya paradoja—  llega a la Gobernación montado en el discurso del cambio, la lucha contra la corrupción, el rechazo a las alianzas entre políticos y paramilitares y la transformación social y económica del departamento, con propuestas innovadoras de inversión extranjera. Obviamente, como suele suceder en el envilecedor mundillo de la política, esos loables propósitos y las promesas de campaña cambiaron sustancialmente tan pronto se posesionó en el cargo. Para la muestra algunos ejemplos: la Procuraduría General investiga exhaustivamente la compra, sin licitación pública, de un paquete de libros para los colegios públicos del departamento. El contrato se hizo por $1.500 millones, pero un avalúo en poder del Ministerio Publico tasó su valor en 750. Corpomojana está en manos del exgobernador Salvador Arana y su pupilo, el Representante Yair Acuña. El Gobernador sostuvo en su cargo al director de Plan de Aguas, Héctor Romero, primo de quien fuera su “peor enemigo”: el Gordo García. No hay coherencia alguna en el proceder del Gobernador, a juzgar por los hechos. Como puede apreciarse, Guerra Tulena terminó aliado con todos aquellos a los que en su momento señaló y recriminó. La tan mentada propuesta para el desarrollo de Sucre aún no llega, y de la administración solo puede hacer parte aquel que se comprometa con la causa de su amado vástago. Además de lo anterior, se trajo de Barranquilla un grupo de asesores, como si el departamento de Sucre no contara con profesionales idóneos, competentes y honestos, que son la mayoría. Da tristeza ver cómo un departamento hermoso, lleno de riquezas naturales sin par y de gente buena hasta el tuétano, continúa su trasegar  por la ruta del desastre, como si padeciera un sino trágico. Los malos gobiernos han sido una constante. Los índices de pobreza de Sucre solo son comparables con los del Chocó, y la desigualdad social es incalculable. Solo hay un responsable: el desgobierno local y la desidia e indolencia de un gobierno nacional, para el cual Sucre prácticamente no existe. Ya veremos al jovial y divertido Julio Miguel sentado en su curul de Senador, gracias a los designios irrefutables de su padre el Emperador. La ñapa I: Solo un milagro —y lo dice un ateo— podría salvar a la hermana República de Venezuela de su fatal destino. Todos mis votos para que triunfe la democracia y perezca la tiranía. La ñapa II: ¡Qué payasada más grande el cuento de los exámenes médicos al vicepresidente Angelino Garzón! ¡Acaben con esa farsa!

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