El padre bueno

Mié, 03/09/2014 - 05:05
Hace dos años largos y en vísperas de la visita de Benedicto XVI a Cuba, varios medios recordaron la supuesta excomunión de Fidel Castro por parte de Juan XXIII, aplicando un decreto de 1949 siendo
Hace dos años largos y en vísperas de la visita de Benedicto XVI a Cuba, varios medios recordaron la supuesta excomunión de Fidel Castro por parte de Juan XXIII, aplicando un decreto de 1949 siendo Papa Pio XII. Esta ‘excomunión’ hace parte de los mitos que pululan alrededor de las extrañas relaciones entre la Iglesia Católica y el comunismo. Juan XXIII, también conocido como El Papa Bueno -cariñoso apelativo que se ganó por su bondad y simpatía-, no descartó el retorno de esa oveja descarriada al seno de la Iglesia. No podía ser de otra manera, siguiendo el Evangelio. Un padre amoroso recibe a su hijo con cariño y compasión cuando este decide regresar arrepentido. Rembrandt, muy al final de sus días, representa el encuentro entre el padre bondadoso y el hijo descarriado en su extraordinaria pintura El regreso del hijo prodigo. Por su parte, el sacerdote holandés Henri Nouwen, dedicó todo un libro a la íntima relación que él estableció con el cuadro de Rembrandt que se encuentra en el museo El Hermitage en San Petesburgo. Dice Nowen, al repasar su primer encuentro con la obra, que “el cuadro estaba expuesto de la forma más adecuada, en una pared que recibía la luz natural de pleno a través de una gran ventana cercana situada formando ángulo de ochenta grados. Sentado allí, me di cuenta de que a medida que se acercaba la tarde, la luz se hacía más intensa. A las cuatro, el sol cubrió el cuadro con una intensidad diferente, y las figuras de atrás -que durante las primeras horas parecían algo borrosas- parecieron salir de sus rincones oscuros. A medida que transcurría la tarde, la luz del sol se hizo más directa y estremecedora. El abrazo del padre y el hijo se hizo más fuerte, más profundo, y los otros personajes participaban más directamente de aquel misterioso acontecimiento de reconciliación, perdón y cura interior. Poco a poco, me fui dando cuenta de que había tantos cuadros del Hijo Pródigo como cambios de luz, y me quedé durante largo rato fascinado por aquel gracioso baile de naturaleza y arte.” Así como muchos escritos de John Berger, este de Henri Nowen es toda una enseñanza sobre el verdadero sentido del encuentro con la obra de arte, reconciliandonos con la existencia al llevarnos a profundas meditaciones. En el caso particular de Nowen, se trata de su encuentro con una obra cuyo tema es un encuentro, el del padre con su hijo descarriado que se convierte en toda una vivencia en la que se conjugan dos planos de la existencia, el mundano y el espiritual. Rembrandt coloca al hijo menor de espaldas y arrodillado, al hijo mayor de pie a un lado y al padre en el centro de dónde irradia la luz. De esta manera representa la verdadera dimensión de la Parábola: es el padre bueno, quien con generosidad, amor y comprensión hace realidad ese momento sublime. El título de la obra podría ser El abrazo del padre al hijo pródigo. ¡Cuánta falta hace esa imagen en sus dirigentes para un dolido pueblo como el nuestro! La de un padre que acompaña a sus hijos en el dolor. Un padre generoso y atento a las necesidades de sus hijos. Un padre que escucha, sufre y ríe con ellos, acude cuando se le requiere y su presencia es siempre un bálsamo y un apoyo incondicional. En cambio un mal padre desestima el sufrimiento de sus hijos. ¡Cómo duele ver a un padre que desprecia el dolor de sus hijos! El presidente Juan Manuel Santos ocuparía, en el cuadro de Rembrandt, el lugar del hijo mayor y nunca, de ninguna manera, el del padre. El hijo mayor es la antítesis del padre. Mientras una luz cálida emana del rostro del padre, una fría surge del rostro del hijo mayor. Mientras el padre abre sus brazos, el hijo mayor los cierra tal y como lo presenciamos en la manera como el presidente Santos desatendió a las trescientas niñas de El Carmen de Bolívar y se atrevió a calificar de “sugestión colectiva” los delicados síntomas que presentaron estas niñas. Dice el periódico El Universal: “Los problemas de salud de las niñas de El Carmen no son una comedia, ni mucho menos parecen un invento de casi 300 estudiantes, que padecieron desmayos, dolor de cabeza, mareos y entumecimiento en las extremidades, algunas de ellas varias veces, como el caso de Leda Ríos García, de 15 años de edad y estudiante de décimo grado, quien ha tenido que ser internada ocho veces en la urgencia del Hospital Nuestra Señora del Carmen. Las muchachas enfermas no solo son alumnas de colegios en zonas urbanas, sino que hay varias de ellas del área rural”. Mientras contemplo al padre en la pintura de Rembrandt, con esa luz que emana de su rostro envolviendo todo el cuerpo del hijo menor en una acogida como sólo puede venir de un padre bueno, y reflexiono sobre las cualidades que deberían tener quienes nos gobiernan en un momento tan difícil de la historia de nuestra República, ninguna de las que vienen a mi cabeza las encuentro en Juan Manuel Santos.
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