El Terror

Jue, 10/03/2016 - 16:41


Cuando pensamos en reivind
Sergio Araujo Cuando pensamos en reivindicaciones sociales y avances en derechos, evocamos la Revolución Francesa con sus “Derechos del Hombre” y observamos ese instante histórico como el principio de la modernidad institucional, pues lo asociamos al fin del oscurantismo político desde el punto de vista filosófico. Es la parte romántica de la revolución de 1789 en Francia. Pero muchos olvidan que bajo el pretexto de sepultar “El antiguo régimen”, desde Paris, con ropaje institucional, entre 1793 y 1794 se orquestó una masacre contra más de diez mil personas que fueron asesinadas por el poder revolucionario aduciendo razones políticas e ideológicas, durante un sangriento periodo que se conoce como “El Terror”. Para reivindicar el humanitarismo y el idealismo social, el “Comité de Salvación Pública” desencadenó una brutal acción de terrorismo de estado que borró literalmente a los Girondinos, como se llamaba a los integrantes del sector político liderado por cierta burguesía educada, provinciana y federalista, exterminada en la guillotina tras desfilar ante tribunales de caricatura que impartían justicia según dictaran Maximilien de Robespierre y Louis de Saint-Just, sus adversarios políticos. De paso, “El Comité” acabó con el clero y los nobles, pero el 70% de quienes pisaron al cadalso fueron trabajadores y campesinos, junto a un 14% de miembros de la clase media, Girondinos casi todos. ¿Qué causó la revolución en Francia? El cansancio colectivo por abuso de poder de la oligarquía monárquica que dominaba desde el centro, la regresión económica general, las desigualdades e inestabilidad de un sistema tributario asfixiante, la quiebra del agro, el derroche desbordado del estado y otras causas enmarcadas en novedades ideológicas asociadas a la ilustración. Pues bien, mucho se parecen aquellas circunstancias agobiantes a nuestros problemas presentes y bien haríamos en llevar a cabo transformaciones profundas al Estado, que revolucionaran nuestra vida individual y colectiva. En cambio, vamos camino a repetir los más terribles errores de la historia por no repasarla. En Colombia, bajo el pretexto de la causa superior de la paz, estamos a punto de permitir que se instaure una versión contemporánea del Reinado del Terror que azotó a Francia apuntalado también en los más altos ideales de transformación social.   La nueva versión del “Comité de Salvación Pública” de Robespierre se llamará JEP, siglas de la nueva Jurisdicción Especial de Paz, que constituye el mayor logro político de las FARC en la negociación de La Habana. En la guillotina de sus desbordadas competencias se cortará el cuello a la libertad individual de los opositores que no podrán hacer política sin miedo. Basta leer la entrevista que diera en El Tiempo Diego Martínez, abogado de las FARC, para entender cómo para la guerrilla la apropiación de la justicia es un punto ya logrado que constituye el clímax en su combinación de formas de lucha. ¿Para qué armas si se adueñan del poder de condenar y encarcelar? El abogado de las FARC lo advierte con todo cinismo: “El paramilitarismo no se trata solo de grupos armados o bandas como los ‘Úsuga’. Es todo un andamiaje institucional que ha corrompido el Estado, se encuentra dentro de él y ha cooptado muchos aparatos regionales de poder político. Por eso, no solo tiene una expresión armada, sino múltiples desarrollos. En este sentido, la nueva unidad podrá investigar todas estas estructuras.” No cuesta entender que Martínez “está proyectando”; ya se ve Magistrado de la “Unidad Especial” que él mismo anuncia dentro de la JEP y se solaza imaginando cómo revuelve a los Úsuga con los Uribe, tildándolos juntos de paramilitares dentro de los “múltiples desarrollos” y les “judicializa” como a todo el que en provincia, víctima de secuestros y asesinatos de las FARC, se hubiere opuesto al proceso de impunidad con elegibilidad Made in Cuba. Ellos tienen claro que hay que acabar los Girondinos de hoy, solo así podrán imponer el modelo de sustitución de clase dominante que implantó Chávez en Venezuela, que cambió una gran corrupción por otra peor. Cuando la JEP esté en funciones veremos que Santos negoció para ellos, o cuando menos lo hizo capturado e inmerso en un profundo Síndrome de Estocolmo. Aunque ya será demasiado tarde. No sirve de consuelo, pero los de las FARC tampoco repasan. Si lo hicieran tendrían claro que las cabezas de Sain-Just y Robespierre cayeron bajo el filo de su propia guillotina. Al resto de los sepultureros del “Antiguo Régimen” se les acabó el festín de arbitrariedades cuando un golpe militar los barriera a todos. Aquí no se ve un Napoleón Bonaparte, pero puede repetirse la historia. @sergioaraujoc
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