El taxista y el mesero, la gente de barrio le está apostando en Barranquilla a que haya “segunda vuelta” del plebiscito, porque se ha vuelto costumbre que en todo proceso electoral “irrigan” dinero en abundancia.
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-Eso fue lo que faltó el domingo 2 de octubre. Los políticos no se esforzaron por “el combustible” y entonces los líderes de barrio trabajaron perezosamente en el proceso. Un millón de votos menos, respecto de la segunda vuelta presidencial, lo confirma.
Al margen de cuestiones jurídicas o políticas, las elecciones –especialmente en la Costa Atlántica- se convirtieron en empresa. O en industria. La mermelada la reciben los políticos en abundancia (a través de contratos, puestos de alto nivel que pagan mensualidades superiores al sueldo) y las comunidades exigen pagos en efectivo. Después –si alcanza- obras para la gente.
Por eso en Barranquilla se percibe –en serio o en broma- la voluntad de otras elecciones, las del plebiscito o las que vengan, porque a la par con los votos rueda el dinero, y el sufragio al mejor postor, sin importar argumentos ni calidades.
De la misma manera, los políticos no se incomodan por un nuevo proceso electoral, otro plebiscito, porque saben que si el gobierno no fue “generoso” el 2 de octubre, tendrá que serlo en una nueva contienda electoral.
Los promotores del Sí desviaron muchos recursos a medios de prensa amigos, creyendo arrasar en los resultados. Y miraron con cierta indiferencia a los políticos (los congresistas), confiados en que la foto con el Presidente de la República y la palomita eran suficientes.
Pero muchos de esos senadores y representantes trabajaron a media marcha. También sus coroneles, tenientes, jefes y jefecillos políticos, lo que en el argot político se conoce como la maquinaria.
Por eso, aquí en Barranquilla y en la Costa Atlántica le apuestan al segundo tiempo del plebiscito. Fundamentalmente.
