Hacia un gran triunfo...

Mar, 28/08/2012 - 00:33
¿Será el de Santos como líder, del centro derecha como ideología, o del ‘establecimiento’?

Se podría pensar que con el reconocimiento del fracaso o por lo menos de las frustraciones que ha
¿Será el de Santos como líder, del centro derecha como ideología, o del ‘establecimiento’? Se podría pensar que con el reconocimiento del fracaso o por lo menos de las frustraciones que han acompañado el modelo neoliberal —propuesta que, con el libre juego de los poderes y la selección alrededor de las capacidades competitivas, se puede calificar como el perfecto defensor del statu quo— lo esperable sería que se produjera un ‘retorno del péndulo’ y un país buscara visiones más progresistas y nuevas alternativas de orientación política. Es lo que ha sucedido con mayor o menor énfasis en la mayoría de países en Latinoamérica. Aquí en cambio lo que estamos viviendo es un desvío hacia las opciones contrarias en lo que lo menos que se puede calificar es como su gran triunfo. Está por supuesto el haber llegado a que la polarización entre una extrema derecha —con vocería de un expresidente Uribe— y una derecha derecha —con la del Presidente en ejercicio, Juan Manuel Santos— se convierta en el centro del debate electoral colombiano. El exmandatario se salió de los esquemas tradicionales pero por la derecha, mientras que nadie puede ser más representativo del establecimiento y lo que etimológicamente corresponde a ‘oligarquía’ que el jefe de Estado actual. Pero mayor éxito aún representa el haber prácticamente desaparecido cualquier posibilidad a las ideas de la izquierda democrática. Con la venta de la idea de que la Marcha Patriótica es las Farc —o de las Farc— propiciaron el rompimiento del Polo con el Partido Comunista. De paso lograron excluir la posibilidad de un activismo político de la extrema izquierda, puesto que aún en el supuesto que exista esa vinculación, ese movimiento justamente lo que buscaría sería defender los mismos objetivos haciendo protagonismo por las vías electorales o cívicas y no por la vía armada. Esto siendo el complemento de haber logrado que en la mente de los colombianos la existencia de la insurgencia se limite y se identifique solo con el terrorismo, como si no tuviera también otras causas. La afirmación —cierta y aceptada— que sus miembros no responden hoy a una ideología lo que implica es que su origen son experiencias o necesidades vivenciales, lo cual es mucho más preocupante. Decir solo que son unos perversos da una justificación a la forma en que se les está tratando —exclusivamente por la vía militar— pero no da solución al problema. Esto fue ilustrado en un interesante programa de Caracol Radio en el que con testimonios, datos de encuestas y expertos, explicaban que el reclutamiento de menores solo en mínima parte era reclutamiento forzado, y que lo que llevaba a los niños a esas filas era huir de la vida que tenían (maltrato infantil, violencia intrafamiliar) o la expectativa de mejorar sus perspectivas (poder, inspirar respeto). Algunos ven en el acceso al poder de J.M. Santos la habilidad del jugador de poker. Y en efecto: que con una carrera de periodista, sin pertenecer ni ser cercano a la tecnocracia, sin tener nada de líder político, y mucho menos de ideólogo, debió ser la habilidad para jugar sus cartas lo que le permitió esa trayectoria.  Entre éstas sus vínculos y apoyos con la gran prensa, con los dirigentes de la Federación de Cafeteros, o con los sectores de influencia social de la capital le ayudaron, pero su mayor habilidad fue que la derecha pura y dura —la que hoy se pone el nombre de ‘puro centro’— no tuviera mejor opción que respaldarlo. Todo esto fue posible porque nadie encarna mejor que él al ‘establecimiento’; nadie parece mejor llamado al famoso ‘que todo cambie para que nada cambie’ que él. Y nada que lo compruebe mejor que la continuidad y presencia a lo largo de los últimos lustros tanto suya como de la mayoría de su gabinete. Con este ‘primer tiempo’ de su mandato lo que queda es por definir hasta donde se mantiene esa estructura de poder en el país… y para ello hasta dónde una fuerza ajena a los poderes del establecimiento le competirá . Ya la parapolítica y el paramilitarismo cumplieron su función y hoy son más un estorbo que una fuerza de respaldo para el objetivo de mantener el statu quo. La portada de El Tiempo al destacar que por los diálogos estaría el 74% de los votantes, más que señalar para donde va el país, revela y busca dar ambiente a lo que será la estrategia del ‘segundo tiempo’ del mandato. Acabado cualquier riesgo de propuestas viables de izquierda, lo que toca es recuperar el centro para seguir ‘los mismos con las mismas’. Competir con Uribe en cuanto a mano dura no ofrece expectativas de éxito. Donde se puede ampliar el respaldo electoral es en quienes ven la Paz como un propósito, y no en quienes siguen el liderazgo que ofrece una utópica rendición o eliminación total de la insurgencia; la inclusión de voceros de los partidos y personas distantes del uribismo dará una nueva coalición de gobierno para efectos de ‘gobernabilidad’; pero sobre todo, en un país donde todo son ‘jugadas electorales’ de los actores políticos (actores en ambos sentidos de la palabra) y no alternativas reales que se proponen al votante, no significa una reorientación hacia ideologías y modelos diferentes, sino solo garantiza casi con seguridad la preservación del orden social y de las estructuras de poder que tenemos, o sea lo que buena parte de Colombia ve como la lamentable situación de un país que no logra salir adelante.
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