“Ya se sabe la opinión que le merecen a uno nuestros periódicos.
El sordo escribe lo que le cuenta el ciego,
el tonto del pueblo lo corrige,
y los compañeros de los otros periódicos lo plagian.
De cada historia se hace un nuevo recuelo con el mismo insípido amasijo de mentiras,
para presentar a continuación el «maravilloso» mejunje al pueblo ignorante.”
T.V.
A priori, una simpática ficción en la cual el escritor alemán, Timur Vermes, presenta a Adolf Hitler despertando de un letargo en el que ha permanecido por seis décadas, haciendo caso omiso del balazo que se encajó en las sienes el 30 de abril de 1945. El Führer renacido se enfrenta a una Alemania muy cambiada y a un mundo tecnológico muy evolucionado, al que por la magia del escrito se adapta muy fácilmente y del que saca gran provecho (internet, youtube, blogs, celulares, televisión, publicidad, talk shows, etc.). De este libro, solo en Alemania han sido vendidos más de un millón de ejemplares, un best seller que seguramente continuará rampante porque está en curso de publicación en treinta y dos países. Su apariencia externa (e interna), su minibigote, su peinado, su rostro son inconfundibles, así es que prontamente es tomado por un sosias del gran tirano, por su imitador perfecto. Debido a esta “similitud”, un canal de televisión lo contrata para un show de humor satírico. La gracia estriba en que mientras la cadena televisiva entiende y lo promociona como un personaje capaz de remedar cabalmente al dictador y de esta forma mofarse de Hitler, este ve en ello un reconocimiento y un espacio de comunicación desde donde puede hacer proselitismo y sentar cátedra sobre sus añejas y perversas ideas. El show adquiere rápidamente gran notoriedad y una elevada audiencia, un rating envidiable. Al tiempo que los televidentes ríen de sus supuestas burlonas ocurrencias van adhiriendo a sus ideas de manera inconsciente, por el solo “milagro” de la manipulación que ejerce la televisión en las masas. El éxito es total, y de invitado al show pasa a tener un programa propio; su popularidad e ingresos pecuniarios crecen y hasta obtiene el más codiciado premio de televisión del país. Los programas televisivos de Hitler se convierten en tribuna desde donde “sarcásticamente” este alecciona, con gran histrionismo como en los viejos tiempos, sobre antisemitismo, misoginia, racismo, anticomunismo, xenofobia –contra los turcos esta vez, chauvinismo, menosprecio de la democracia, búsqueda de espacio vital, incluso denigra de la actual canciller Angela Merkel, a quien trata de "Mujer fondona con el poder de irradiación optimista de un sauce llorón". Y todo esto en “broma”; ríen y ríen los telespectadores, ganan y ganan los productores del programa... Y entonces, la parodia que parece inofensiva resulta ser un órgano mediático que hace apología a la doctrina nazi, entre chiste y chanza se vehiculan ideas condenables, que han hecho los mayores estragos a la humanidad moderna. Bien sabido es que con humor se pueden más fácilmente promover e inocular ideas, sin dolor, con la sola anestesia de la carcajada. El riesgo de este libro –escrito en primera persona para mayor contundencia– es que logra banalizar lo ruin y censurable. Qué no se preste a confusión: una cosa es la parodia como elemento crítico y otra esa misma disfrazada, malintencionada o ambigua. Peligroso ejercicio al que nos induce el escritor. Tiene pasajes que vistos a través de un tamiz de escaso rigor analítico arrancan sonrisas, un comics sin mayor trascendencia se atreve uno a pensar mientras esboza retozos. Una graciosa narración de ficción cuya liviandad puede ser tildada de inocua, pero que bien examinada acarrea consecuencias graves, su candidez (¿aparente?) no es inofensiva: el nefasto nacionalsocialismo no parece ser aquí una aberración pretérita, un yerro cuya repetición debe ser proscrita, sino una posibilidad presente o futura de libre tránsito ideológico. Oxígeno para los neonazis –declarados o encubiertos– que andan propagándose. La novela convierte a Hitler en juez de la sociedad contemporánea y de sus dirigentes al poner en su boca razones válidas y críticas a la política actual, con lo cual lo eleva e entroniza en interlocutor autorizado: una peligrosa falacia que le otorga galones de dignidad a ese asesino. Después de leer este libro Hitler no es tan malo, es humano y hasta se hace querer, hay reivindicación de este monstruo despojado de sus innumerables faltas: genocida, criminal, dictador sin igual, descomunal ególatra, guerrerista, causante del mayor holocausto planeado –una repugnante e inmensa lista. Un despreciable ser que acertó cuando antes de suicidarse apuntó: "Mañana muchos maldecirán mi nombre". Y como si poco fuera el libro se permite terminar con un “No todo fue malo”, relativizando así la infausta época hitleriana. La lengua teutona tan intricada como precisa acuñó la palabra “Vergangenheitsbewältigung” que significa ´superación del pasado mediante su revisión permanente´, ´hacer las paces con el pasado´, ´lucha por llegar a un acuerdo con el pasado´, es decir, una forma de expiación del pueblo alemán para desterrar esos dolosos y atroces hechos acaecidos. No creo que este libro vaya en el sentido de ese sano y pragmático método de curación. Aparte de la negativa consecuencia que ya hemos expuesto, la novela cae rápidamente en la monotonía, la inacción se instala y el discurso se repite, comienza a sentirse que sobran páginas (hay 390) y que lo manido acampa. Juzgará el lector sobre la conveniencia de tal libro de “chistes” que en aras de benevolencia podría uno tildar de humor negro.La democracia, sin duda, el mejor modelo de gobierno que los pueblos hasta ahora hayan inventado, puede fácilmente manipularse; ejemplos hay numerosos, “los dictadores demócratas” están cada vez más presentes en nuestros días; modifican a su antojo “democráticamente” las constituciones, reclaman poderes excepcionales a los congresos títeres que han instituido y a sus pantomímicos organismos de control, y así se presentan como grandes demócratas, cuando en el fondo (y en la superficie) ejercen visibles satrapías (un ejemplo es claramente Venezuela, bien secundado por otros buenos discípulos en Latinoamérica). Y ¿de qué se sirven para difundir sus “ideologías”? Respuesta: de los medios de comunicación que han creado y/o adaptado a sus aciagos planes. La manipulación mediática que expone este libro de Vermes parece ser el mensaje, la real advertencia que podamos extraer de este panfleto bestsellerezco... ¡Vade retro Satana!