Este es país de los reinados, los técnicos de fútbol, los interminables realities y los chismes de farándula. Somos tan superficiales que preferimos utilizar la palabra light para referirnos a estos temas.
No obstante lo anterior, es indigno que cuando llevamos menos del 30 por ciento del mandato del actual gobierno ya estemos hablando insistentemente de la reelección. Es indigno que el Jefe del Estado se preste para este juego. Es indigno que el principal candidato a la sucesión, el Ministro del Interior, conteste de forma sibilina que el objetivo de los ministros “es avanzar aceleradamente para que la obra y la gestión del Presidente se pueda materializar cuanto antes” dejando ver su exagerado apetito por el cargo. Es indigno que cuando el país se sumerge en la ola invernal, está sin carreteras, no tiene justicia, la educación está semiparalizada y tiene tantos retos sociales, tengamos una prensa que dedique días enteros a hablar de algo que no es prioritario en este momento.
Debo confesar que fui amigo de la reelección. Siempre me opuse a la segunda reelección. Recuerdo con horror que cuando se iniciaba el segundo mandato de Álvaro Uribe, ya se conformaba el grupo de los que diseñarían la nefasta estrategia de “Colombianos por el referendo” que desnaturalizó la gestión presidencial. Estoy seguro que si Álvaro Uribe pudiese devolver el tiempo, jamás cometería el mismo error de dejar planear la duda sobre sus intenciones de reelección, frenando esa iniciativa que tanto daño le hizo a su gobierno y a su prestigio.
Si yo pudiera devolver el tiempo, creo que no sería partidario de la reelección. Quisiera que el mandato fuera un poco más largo pero sin la posibilidad de repetir. Estoy convencido que, con la posibilidad de un segundo mandato a la vista, la acción del gobierno se distrae por el interés de la camarilla que rodea al presidente de perpetuarse en el poder. En lugar de gobernar se actúa con cálculo. En lugar de atacar los problemas para resolverlos se torean las circunstancias para evitar antagonismos. En lugar de transformar la realidad se maquillan las circunstancias. Solo así se explica que, con la más amplia mayoría parlamentaria en la historia de la República, este gobierno deje pasar el tiempo sin hacer las verdaderas reformas que el país requiere como la de la justicia, la transformación del sistema educativo, la modernización del código laboral, la racionalización del régimen tributario, el salvamento del sistema de salud, la apertura del régimen de concesiones, la reestructuración del modelo pensional, la redefinición de política de seguridad ciudadana y la lista continúa.
Es indigno que estemos hablando de lo que sucederá en tres años. Es indigno que tengamos una visión así de miope sobre la acción pública. Es indigno que, sin que Juan Manuel Santos haya hecho todavía los méritos suficientes para merecer la reelección, estemos considerando que tiene derecho a ella. Tendrá la posibilidad de ser reelegido si gobierna bien. Y para ello debe dejar de estar pensando y calculando para un escenario que, en política, está lejos, muy lejos.
