Indispensable guía de moda actual para hombres

Dom, 07/08/2016 - 05:31
Es desesperante ver personas ignorantes de los mínimos preceptos de la moda actual. Incultura que los lleva a deambular disfrazados como trogloditas ante el ridículo y la incomprensión del público
Es desesperante ver personas ignorantes de los mínimos preceptos de la moda actual. Incultura que los lleva a deambular disfrazados como trogloditas ante el ridículo y la incomprensión del público. Para ellos, entonces, esta corta guía, dirigida al género masculino; la contraparte femenina, más difícil aún, vendrá en otra oportunidad. En la cabeza –más presta ahora a soportar cachucha de moda que ideas– se debe llevar un corte de pelo up to date. Cabe precisar para algunos despistados: ya no se va al peluquero, esa profesión desapareció; ahora, se va al estilista, o más precisamente: al “Asesor Integral de Imagen”. El peluquero moderno, o como se intitule, nunca pregunta cómo quiere usted el corte de cabello; él decide en función de su sapiencia, moda y humor, y, claro, del expertise, aprendido en múltiples sesiones de rumba en theatrón u otros lugares de apariencia newyorkina; importa poco que este docto personaje no conozca esa metrópoli aunque hable de ella como si allí viviese. Procederá a talarle el pelo cortísimo por los lados, ahí debajo de sus huesos temporales, y por detrás, sobre el occipital, cuidando bien de dejar un largo mechón, preferencialmente decolorado en rubio, en la cúspide –encima del frontal y los parietales– lo suficientemente largo para arrebatar asombros, de eso se trata; y lo más importante: que se pueda peinar luego por horas como lo hacía Rapunzel. Asunto indispensable: terciado a las malas hacía la derecha con gel o secador. En la base del mechón, y esto es obligatorio, debe aparecer una raya perfecta trabajada con maquinilla eléctrica que marque sin ambages el inicio de la obra capilar. Insisto, para evitar hazmerreíres: nunca ha de reposar el bucle hacia la izquierda, sería no sólo desmodado sino ramplón. Ah, si usted sufre del percance de calvicie o de sus asomos, debe adoptar una cachucha que camufle este revés, que debe anunciarse como “prematura” o como exceso de testosterona; la visera de este gorro debe obligatoriamente ir hacia atrás o a un lado para evitar que cumpla con su normal función de proteger los ojos del sol. Enarbolará la cara una barba con apariencia de descuido, pero, a contrario, estará tallada cuidadosamente con un arsenal de maquinillas eléctricas y otros instrumentos que sin remilgo alguno debe adquirir. En su engorroso manejo gastará buena parte del día, no importa, esto le evitará los costos de muchas sesiones con su Asesor de Imagen. Buena opción es dejarse crecer la barba desarreglada y desaliñada, entre más repulsión cause más chic será considerado, si algún impertinente pregunta o hace mohín de desagrado, debe tener a flor de boca la respuesta: es mi nuevo estilo hipster; quedará como un rey, así se arriesgue a que, como en el cuento del “vestido del emperador”, alguien le diga la verdad. Muy recomendada esta opcionalidad de barba pues simula lo vintage que muy de moda está, además de que lo conducirá al barbero; sí, a ese de nuestros abuelos cuya profesión ha reaparecido con onerosas tarifas y cambiando el agua de Alhucema patico por Lavender duck water. Nota explicativa: si usted es imberbe o su hirsutismo facial no lo envidian ni nuestros parientes precolombinos, confórmese, tal vez para la próxima oleada de la moda esté en primera fila. Uff, casi olvido: las cejas deben estar estrictamente depiladas y con algunas rayitas talladas coquetonamente. Nota intermedia: que el lector note aquí el esfuerzo de utilización de palabras en inglés; el francés o el italiano, y ni digamos el portugués, están completely out, my dear. Ídem, ocurre, by the way, con el gusto musical: las canciones predilectas han de ser in english, y así han de ser articuladas con gran propiedad en público, aun cuando no entienda nada; lo importante, hay que repetírselo ad nauseum (oops, se me salió un latinazgo, it´s outmoded): en cuestión de moda lo importante es hacerse notar, aparentar. Los pantalones deben ser muy ajustados y, obvio, descaderados; de esos imposibles de hacer entrar y aún más dificultosos de sacar en situaciones apremiantes, esas en las que las necesidades orgánicas amenazan con estragos, o en las que con la conquista de turno y en calentura al rojo vivo hace sobrante la prenda, pero que en vista del tiempo tomado en alcanzar el empelote, la pareja desinflada por el problemático esfuerzo, y a pesar del mutuo acervo genital, lanza compasivamente: “mejor dejemos así”. Ay, me salté el tórax: de preferencia no colgarse ninguna chaqueta porque arruina los diseños de la camisa o los tatuajes que generosamente deben ornamentar los brazos. Si es usted friolento, la recomendación es aguantarse el resfriado (dele a la vitamina C sin contarle a nadie ni comprarla en la botica del barrio, los supermercados garantizan anonimato, no hablo de las estanterías socialistas del siglo XXI, por supuesto). Si la situación es extrema, utilice una delgada veste casi incolora, comprada en buen almacén a precio de oro, y que le ajuste: por lo menos dos tallas menos de su corpulencia natural, como no es para abotonarla, no se preocupe, podrá respirar. Ah, los zapatos, ese es el lío; no tiene más remedio que lamer las vitrinas de los almacenes ignorando los precios, sin acordarse del saldo en rojo de su tarjeta de crédito, porque de esos, así carísimos, le toca comprar dos: uno para cada pie. Buena alternativa es usar los estilo tennis, que rotundamente no se usan para ninguna actividad deportiva, pero que dejan la sensación de que usted es vital y juvenil, ojalá la panza no delate lo contrario. Nota de advertencia: ¡no cometa el craso error de ponerse calcetines! Están más desmodados que los tirantes de su tatarabuelo; en el mejor de los casos, si usted es de los ordinarios a quienes les sudan los pies, utilice medias de esas plantares que no se ven. El maquillaje, a pesar de los ingentes esfuerzos de los gurús de la moda, poca platica han logrado arrancarle al género masculino, demasiado perezoso para esos embadurnamientos, algo han podido empañetar con hidratantes o liftings rápidos; mejor evitarlos, so pena de verse tildado de locuela de barrio. Acudir al tatuador periódicamente es tan importante como frecuentar el odontólogo. Él logrará con altos precios y en numerosas sesiones de tortura esconder definitivamente su piel natural, para reemplazarla por maravillosos dragones, águilas e incomprensibles dibujos que ni Rafael (Sanzio, no Martínez el tendero del barrio) logró concebir; la dermis quedará irreversible y perennemente marcada, Da Vinci hubiese envidiado tal secreto para algunas de sus obras. Nunca olvidar: estamos en guerra contra esas horribles vellosidades con que la naturaleza nos dotó y de las que millones de años evolutivos no han logrado zafarnos. La peor: la pilosidad del pubis, hay que sacarla de tajo para evitar vergüenzas, a menos de resignarse a tener encuentros sexuales en la oscuridad y rogando para que una mano escrutadora no detecte, en la penumbra, tal deslucimiento. Depilación inmediata entonces, ojalá con láser para evitar que el matorral regrese; resista sin gritar, después de todo usted es un hombrecito, así no ejerza todo el tiempo. Y en el pecho, qué fastidio, elimine ese vello, podrían confundirlo con un varón. Y ni qué hablar de las piernas que ahora deben estar irreprochablemente rasuradas, sin asomo de pelos, le ayudará en su labor de deportista, eliminando la resistencia con el aire o con el agua en la piscina; actividades que usted nunca practica. Piercings en orejas, nariz, cejas y ojalá lengua, ombligo y pene son un must en este desaforado afán estético. Así ataviado, está listo para enfrentar la calle, en donde creerá exhibirse con gran originalidad; rápidamente constatará que carga consigo un uniforme idéntico a los demás, sin ninguna diferencia, y que lo hace aún menos original que lo que lleva en la mente porque también lo copió, como el resto de la manada, de los manipuladores y “forjadores” de opinión. Nota final: esta guía comercial (perdón, de moda) debe leerse y aplicarse muy rápidamente, la única garantía es su inminente obsolescencia, esa que los mercachifles de la moda marcan permanentemente. No desespere, sépalo, los trapos de ahora, las menjurjes y las máquinas de nada servirán pronto, la “tendencia” cambiará para beneficio dizque de nuestra estética y sobretodo de los rapaces de nuestras billeteras. Recuerde siempre: no está de moda cuestionarse, pensar ni analizar por qué la moda cambia tanto, menos aún entender los conciliábulos gringos y europeos que con Excel en mano deciden a cuánto ascenderán las ganancias con cada ardid que imponen…
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