La bezerkería y el silencio de Junot

Sáb, 01/12/2012 - 01:00
Acabo de terminar Así es como la pierdes, la última colección de cuentos de Junot Díaz. Devoré los últimos tres o cuatro capítulos en un acto de gula, de adicción. Lo que con
Acabo de terminar Así es como la pierdes, la última colección de cuentos de Junot Díaz. Devoré los últimos tres o cuatro capítulos en un acto de gula, de adicción. Lo que consumí se reduce a una palabra, inventada por el mismo Junot: “bezerkería.” Lo extraño es que después de terminar el libro no sentí cansancio alguno, sólo una quietud inexplicable. Bezerk, en inglés quiere decir, “fuera de control con ira o frenesí”. Se usa con “ir”, es decir, volverse loco y perder el control. En la prosa de Junot hay ira, violencia, y frenesí. Pero es Junot, entonces bezerk no es suficiente, pues hay que ponerle el matiz dominicano, como una sensación de tibieza caribeña, y bezerk se vuelve bezerkería, como algo que una mamá harta dice que dejes ya. Así es como la pierdes la última colección de cuentos de Junot Díaz vuelve a traernos a Yunior, el antihéroe, el tonto, el sucio dominicano que sedujo a cincuenta mujeres en seis años, incluyendo una profesora ya entrada en años y una de las novias de Rafa, su hermano que muere de cáncer. Díaz parece no poder desprenderse de este personaje cuyo apetito sexual sólo se compara con su amor por las letras. ¿Qué hay de nuevo entonces? ¿Será la misma bezerkería de siempre con Junot? Entre tanta deliciosa vulgaridad creada por la mente hormonal de Yunior, inmigrante de la República Dominicana en la Nueva Jersey de los años ochenta, hay imágenes de una belleza imposible que Junot distribuye entre las hazañas de Tammy Fly Tetas, y los coños y totos que parecen ocupar el total de las neuronas de Yunior. Entonces, la sola bezerkería está lejos de ser toda la experiencia de lectura. Díaz es un maestro de lo tácito. Como narrador es púdico y discreto,  y deja al lector sentir y pensar por sí mismo. Tal vez ese contraste, de Junot y Yunior, de la elegancia con la vulgaridad, de lo tácito con lo excesivo, es lo que produce esa fuerza. Hay imágenes que nos dejan en silencio, así vengan de boca de Yunior: la inmigrante dominicana que se toma una foto delante de un grupo de sillas vacías, preparadas para un evento que desconoce, en una universidad americana; está Mami, que acabada de llegar de Santo Domingo, decide sacar a sus dos niños del encierro de semanas a los que Papi los ha sometido; y Mami sale del enorme edificio de vivienda pública y le dice a Yunior y a Rafa que caminen en línea recta por la nieve.  Detrás de cada frase se esconde el dolor por la pérdida de Rafa, aunque jamás es mencionado. En estas historias, Yunior sufre y cambia. El autor, que acepta que su protagonista es un idiota, lo hace perder un amor verdadero lo que, en el último cuento, un Yunior ya de clase media, profesor universitario, pero igual de sucio que en sus épocas de juventud en Nueva Jersey, define como “un avión chocándose contra su alma”, “dos aviones chocándose contra su alma”. Y como lo dice el mismo Díaz, esta catástrofe amorosa es una victoria final para Yunior, pues por fin puede imaginarse el amor. En esta colección de cuentos que se acerca a la novela, Yunior pierde el amor de su vida, a su hermano Rafa, y ve a su mami perder la alegría. Y todo esto sucede en la prosa frenética pero tan exacta e iluminada de Junot Díaz que combina como nadie la efectividad y la sangre fría, con el caos que trae Yunior, como un merengue desenfrenado que no para de seducirnos y nos lleva, no sé cómo, a ser habitados por esos silencios.
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