La compra del San Juan de Dios

Dom, 07/12/2014 - 19:16
¿A que se acude para sustentar esta decisión pública? ¿A la nostalgia y el simbolismo? ¿Al cumplimiento de una promesa de campaña del Alcalde Petro?

¿A las necesidades del sistema de salud p
¿A que se acude para sustentar esta decisión pública? ¿A la nostalgia y el simbolismo? ¿Al cumplimiento de una promesa de campaña del Alcalde Petro? ¿A las necesidades del sistema de salud pública de Bogotá? ¿A los requerimientos de investigación y formación de la Universidad Nacional? ¿Es una decisión fiscalmente responsable? Son las preguntas que surgen con el anuncio de la compra por parte del Distrito de las instalaciones del Hospital San Juan de Dios y del Materno Infantil. Sin duda, ninguna otra entidad simboliza la salud pública en Colombia como el Hospital San Juan de Dios. Su vida está atada a nuestra historia colonial y republicana, a la historia de nuestra medicina y de nuestra investigación científica. Su fundación data de 1.564 con el nombre de Hospital San Pedro, aunque su existencia legal se reconoce en 1.723 mediante una cédula real expedida el 15 de mayo por el Rey Felipe V. Hasta su cierre en el 2001, el San Juan de Dios evolucionó como el más importante referente de salud pública y como el más reconocido centro de investigación médica del país. Empezó funcionando en lo que entonces eran las afueras de la ciudad, en las que hoy son las calles 11 y 12 entre carreras Novena y Décima para terminar ubicado en el sitio que hoy conocemos, cuando la expansión urbana presionaba a los sectores populares hacia el sur y el oriente de la capital. Su liquidación fue el resultado de la lógica del mercado introducida en la política de salud pública por la ley 100 de 1993 y atrapó la institución hospitalaria y sus instalaciones en una maraña jurídica que aún está por resolverse. Millonarias demandas salariales y pensiónales de sus extrabajadores se esgrimen como argumento de la ocupación de una de sus edificaciones por parte de cerca de 50 familias. El Alcalde Petro se embarcó en la promesa de reabrirlo. Y como primeros pasos ordenó que la Secretaría de Salud tomara en arriendo el Materno Infantil, que hace parte de este complejo hospitalario, y se pusiera en funcionamiento una unidad de atención primaria en una esquina del San Juan de Dios. Mientras tanto la Gobernación de Cundinamarca nombraba un agente liquidador con la misión de resolver los líos jurídicos y definir el destino de sus instalaciones. Ahora conocemos que el Distrito ha tasado la compra de sus terrenos junto con sus deterioradas edificaciones en 153 mil millones de pesos, proceso que se finiquitará cuando el agente liquidador libere los predios de sus múltiples líos jurídicos, que prometen hacerlo en el 2015. En total son 14 Hectáreas con 20 edificios declarados monumento nacional, 6 en condición de deterioro y 4 en muy mal estado. Se calcula que la recuperación arquitectónica costará, según cifras del propio Distrito, 250 mil millones de pesos. No sabemos el valor de su dotación, pero si han dicho que tardaremos 10 años en la implementación del plan que se ha diseñado para tal fin. Resulta atractiva y mediáticamente sonora la decisión de recuperar el complejo hospitalario del San Juan de Dios. El Distrito y algunos medios de comunicación afirman que hay todo un plan detrás de la compra de sus edificaciones. Pero me temo que el San Juan de Dios no será otra vez lo que fue. La ciudad tiene una red de 22 hospitales públicos regados en todo su perímetro y atendiendo la demanda de salud pública en las localidades que así lo exigen. La Universidad Nacional adquirió su propio hospital en las inmediaciones del CAN para adelantar allí las actividades de investigación y formación que hasta el 2000 adelantaba en el legendario San Juan de Dios. Este complejo arquitectónico exige, para decirlo en términos médicos, una delicada, costosa y larga cirugía de renovación o revitalización urbana que debe comprometer no solo las finanzas del Distrito. Debe convertirse en una gran operación de renovación urbana que vincule decididamente a la Nación y al sector privado. Una alianza de esa naturaleza puede implicar una revisión del uso y utilidad de estos predios. Hay que hacer de este gran proyecto una decisión fiscalmente responsable. Mientras tanto hay que atender asuntos para mejorar la oferta de salud pública de los bogotanos. La mejora en los servicios de urgencias en los hospitales de 2 y 3 nivel es perentoria. Hospitales como El Tunal, Kennedy, Santa Clara y La Victoria exhiben un espectáculo denigrante e indigno en sus servicios de urgencias. Urge terminar obras claves en la infraestructura hospitalaria de la ciudad : el Hospital de El Tintal, la nueva sede del Pablo VI, la nueva torre del Simón Bolívar, la sede para el 2o nivel del Hospital de Usme o la terminación  del Meissen, entre otros. O construir un nuevo Hospital de cuarto nivel para atender la creciente demanda en atención de alta complejidad o de procedimientos de trasplantes que podría costar a lo sumo 30 mil millones de pesos, una quinta parte de lo que hasta ahora hemos invertido en el San Juan de Dios y cuya prioridad no debería depender de su posible reapertura. @AntonioSanguino
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