Daniel Samper Pizano lanza sus últimas esquirlas del domingo 18 de diciembre contra el diario El País de Cali, para defender a Ramiro Bejarano por su “injusta” salida del periódico. “No lo dejaron defender” de los ataques del “jeque empresarial” (al que Ramiro vomitó toda una diatriba) argumenta Samper Pizano. ¿Será que es “así”? ¿Será que nuestros grandes “comunicadores” nacionales conocen a cabalidad lo que sucede en esa “despelotada” provincia vallecaucana? ¿Si es posible palpar lo que se vive en Cali auscultando la noticia desde la fría capital y más aún, desde España?
Sorprende si, la incoherencia. Los comunicadores no tienen porqué ser psicólogos pero al menos se les debería exigir un mínimo de concordancia: la coherencia significa salud mental. Y la salud mental es “requisito” básico en la construcción de una sociedad donde se conviva en armonía y tolerancia. Puede darse el caso de que existan guerrilleros verbales tan peligrosos como los físicos porque “al alma no se le pueden tomar radiografías” pero las heridas quedan. Y las palabras escritas resuenan por siglos de los siglos. No es posible asumir una actitud frente a la salida de Claudia López, por ejemplo, del periódico El Tiempo (hace unos meses) y otra muy distinta frente a la de Bejarano, de El País. No es posible aceptar que de acuerdo al lugar geográfico donde se vivan los acontecimientos, estos cambien de gravedad y la acción se califica de censurable o aceptable. Porque si la ética dependiera de los lugares geográficos...
Entonces Ramiro Bejarano sale del periódico (a propósito, ¿de donde acá que era “el mejor columnista” con Cecilia Orozco? ¿Otra vez la “mirada” bogotana pontificando sobre la realidad vallecaucana?) pero en “la capital” se desconoce que el exdirector del DAS en su diatriba escribe contra un dirigente de “su” Valle del Cauca muerto hace más de cinco años (¡cómo palpa y capta el acontecer de “su” Valle que no se dio cuenta que Adolfo Carvajal se había muerto!) pero claro, no puede arrepentirse de su cuestionamiento a un muerto y aprovecha un comentario de otra columna para endilgarle a otro Carvajal el reclamo anterior. Sí, deben existir Carvajales buenos y malos pero lo que sucede con Ramiro Bejarano es que ataca a uno excepcionalmente honesto y decente. Claro, dirigentes malos existen, en Bogotá y en Cali, pero la diatriba con destinatario equivocado le llegó a uno de la cual la “goda y pacata” sociedad caleña se siente muy orgullosa. Ramiro Bejarano atacó (por equivocación o por generalizar o por ambas cosas) a un señor como si fuera el prototipo de “todos los empresarios”, o mejor como Alfredo Carvajal es empresario Bejarano cree que lo puede cobijar con el mismo manto que a otros a “malos” empresarios con ideas perversas. En mi tierra se dice que “le salió el tiro por la culata”.
¿Por qué mujeres berracas como Margarita Vidal o María Elvira Bonilla continúan trabajando en el “atroz” periódico de provincia? Hay comunicadores que “abandonan” la patria “chica” y se convierten en “provincianos arrepentidos” con ínfulas de capital y créame, no hay comportamiento más peligroso que un provinciano mareado. Ni conoce, ni se unta, ni se involucra, no hace nada por su terruño, pero si da lecciones de cómo se deben hacer las cosas. Claro, en teoría, “desde allá”...
Pero debo confesar un pecado. Sentí un fresquito cuando la capital le tocó vivir problemas de corrupción como los que ha vivido la provincia, (con destitución de Alcalde incluído). De alguna manera saber que allá, en la capital, también respiran el mismo aire que en provincia, que comen lo mismo y (qué pena) defecan igual, hace democrático este país donde nadie puede sentirse superior o inferior. Somos hermanos de la misma sangre y la ley de la discriminación también podrían trabajarla en Bogotá respecto a su actitud hacia las regiones. No es esporádica la discriminación constante y la mirada despectiva hacia todo lo que no cubra los linderos de Bogotá. En provincia pensamos, analizamos y crecemos. El agua sucia que nos tiran esperamos hacerla rebotar para entonces sí, sentir “nacionalmente” el calor (o el frío) de la madre patria. O todos en la cama o…