La fabricación de Jesús

Sáb, 26/09/2015 - 16:39
El Jesús tan venerado por católicos y cristianos no es un ser real, su existencia, tal como se pregona, no tiene asidero histórico; su vida y hazañas son el fruto de un constructo elaborado a part
El Jesús tan venerado por católicos y cristianos no es un ser real, su existencia, tal como se pregona, no tiene asidero histórico; su vida y hazañas son el fruto de un constructo elaborado a partir de diferentes culturas, civilizaciones, creencias, leyendas y mitologías. Una amalgama que difícilmente soporta el análisis histórico, a menos de utilizar parámetros argumentales diferentes a los del conocimiento y la ilustración, es decir acudir a la fe, esa que claramente es incompatible con la razón y la ciencia. Ciertamente muy invocado, reverenciado, idolatrado pero poco auténtico o real, una elaboración conceptual producto de un sincretismo religioso. Sus biógrafos, es decir los evangelistas y otros seguidores, le dieron existencia escrita que mucho más tarde por “inspiración divina” el papado del siglo IV en sus concilios y sínodos consagró como su canon en la biblia. Todos, aún los mal llamados apócrifos –esos que la iglesia por oscuros propósitos desconsidera– calcaron la vida de Jesús de antiguos dioses solares. Su origen es el mismo paganismo que decían combatir. Más parece que el Jesús inicial no tuvo intención de crear una religión, su preocupación fue la de un judío apocalíptico que anunciaba el fin de los tiempos, a la manera de los que pululaban por entonces; posteriormente se le atribuyeron frases de dioses antecesores, en su mayoría de gran simplicidad, rayanas en lo absurdo cuando no irresponsables, en todo caso, de lógica sencilla ni siquiera comparables en contenido y hondura a las premisas de los grandes pensadores griegos que lo antecedieron, pero que sus áulicos consideran el súmmum de la sapiencia y del alto pensamiento. No hay prueba alguna de que estas frases, llamadas enseñanzas, las haya pronunciado el personaje (de haber existido); en particular, porque quienes escribieron sobre su vida, y que dejan la impresión de haber compartido con este predicador que entronizaron en Mesías, ni siquiera lo conocieron, narraron su vida mucho tiempo después a partir de lo que escucharon de terceros. El carácter fidedigno y coherente de lo que supuestamente dijo o hizo fue forzado por quienes elaboraron la biblia y por sus exégetas. Por supuesto, se utilizó la tradición oral y se arguyó la ayuda del espíritu santo, otra entelequia que se fabricó también para la misma ficcional galería, y dar así razón a esta nueva tradición religiosa de poca realidad. Ha de recalcarse que ninguno de los evangelistas conoció a Jesús porque no coincidieron en el tiempo, y del que, sin embargo, narraron sus pericias como si las hubieran vivido de primera mano. Aún con esta situación bien conocida, ¿quién pondría en razón a sus seguidores? Nadie, porque están atrincherados en la obcecación que produce la fe, esa que pretenden debe ir por encima de la ley, la razón, el análisis, la lógica y hasta cualquier discusión que no esté basada en los acomodaticios escritos bíblicos. Es entonces Jesús un conjunto de divinidades, un collage de lo que se cree que dijo u ocasionó y de lo que se plagió de otras mitologías. Ya va siendo hora de que los seguidores crísticos comiencen a entrar en razón y que se digan que ese compendio de episodios o frases que le arrogaron a su deidad les conviene, les gusta pero que francamente es difícil probar que haya habido una persona real con tales características, a lo sumo su Jesús fue un predicador o un profeta de los que por esa época errabundeaban por un mundo, abandonado por los filósofos y que buscaba adentrarse en espiritualidades. Lo cierto es que el personaje fue fabricado con retazos de muchas otras mitologías creadas siglos antes de su virtual advenimiento. En los siguientes párrafos se citan sucintamente, y sin pretensión de exhaustividad, algunas fuentes de inspiración en la creación del Jesús que hoy en día se admira y considera. El dios egipcio Horus fue creado e idolatrado 3000 años AC; de esta divinidad tuvieron pleno conocimiento los judíos en su largo peregrinar por Egipto, y sirvió para alimentar la biblia y forjar la personalidad de Jesús. Este dios, ahora presente sólo en los anales de la arqueología, también nació de una virgen, previa anunciación de un espíritu santo y una posterior adoración; es el hijo de un dios; hizo milagros; se comunicó con parábolas; una estrella anunció su nacimiento; fue bautizado con agua; su símbolo es la cruz; a los 12 años enseñó en un templo; multiplicó panes para una muchedumbre hambrienta; su padre terrenal fue un carpintero; tuvo 12 discípulos; caminaba sobre las aguas; a los 33 años murió crucificado entre dos ladrones y resucitó al tercer día; fue llamado KRST. La lista de “coincidencias” es inmensa e incluye hechos y frases hoy en día bíblicos. Mitra fue un dios persa del 1400 AC; nació en una cueva rústica un 25 de diciembre. El papa Julio I en el siglo IV ordenó que el nacimiento de Jesús fuese en esta fecha, su objetivo: eclipsar a este dios que era de adoración romana y cuyo culto “pagano” competía con el cristiano en ciernes. En su pesebre de nacimiento fue adorado por humildes pastores; realizó milagros; hizo una última cena con sus discípulos y luego subió a los cielos; volverá para juzgar a la humanidad; su religión tiene una eucaristía. Dioniso, este dios griego también nació en un pesebre un 25 de diciembre; hijo de madre terrenal y padre dios (Zeus); obró milagros; realizó una procesión triunfal montado en un burro; transformó agua en vino; dio de comer alimento sagrado a sus seguidores que recibieron así el cuerpo del dios. El semidiós griego Atis también nació un 25 de diciembre, 1200 años AC; su madre fue virgen; fue crucificado en un árbol para la salvación de toda la humanidad; resucitó; sus fieles comieron pan y comida sagrada, creyendo haber recibido el cuerpo del Salvador. Krishna, un dios mayor del hinduismo anterior al siglo III AC, nacido de una virgen; su padre fue carpintero; a su nacimiento hombres sabios lo honraron con oro, incienso y mirra; fue perseguido por un tirano que asesinó a miles de niños; curó leprosos, ciegos y sordos; predicó con parábolas; se transfiguró frente a sus discípulos; resucitó después de muerto; ascendió a los cielos. ¿Y qué hay de malo en la construcción de un ser fantástico a partir de piezas de otras deidades? En principio nada. Se crea un ser conceptual, perfecto que luego se expone como ejemplar. El problema radica en la impostura de presentarlo como un ser real y en el que hay que creer no sólo por sus enseñanzas fabricadas, sino por su realidad corporal e histórica. Así las cosas, Jesús no se diferencia de otros dioses en los que civilizaciones pretéritas creyeron, y luego se eclipsaron por hartazgo, cuando la leyenda dejó de ser creíble, cuando el “recurso se agotó” como suele decirse en términos teatrales. ¿Perdurará este mito de Jesús? Es de dudarlo, ninguna leyenda consagrada en religión ha subsistido para siempre. Los egipcios y sus dioses duraron 3000 años, el Jesús actual lleva 2000, y ya da fuertes signos de agotamiento, no contaron quienes lo fabricaron, así sus áulicos pretendan lo contrario, que la ciencia habría de desbaratar el mito, reducirlo a frases, y dejarlo sin fundamento. La leyenda sincretista crística también dejará de existir, pasará a la historia; lo lamentable son los tantos desmanes cometidos en su nombre: muertes, guerras, inquisición, atraso científico, obstaculización del progreso material e intelectual, entre tantas calamidades. Ni su dios los perdonaría.
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