“Aunque se puede aspirar a la simplificación,
no siempre es posible evitar cuando menos una elegante complejidad”.
Iris Murdoch
Entro con al
no siempre es posible evitar cuando menos una elegante complejidad”.
Iris Murdoch
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“Aunque se puede aspirar a la simplificación, no siempre es posible evitar cuando menos una elegante complejidad”. Iris Murdoch
Entro con alguna frecuencia a las redes sociales, debería hablar en singular pues me limito a Facebook, no doy para tanta “interacción social”. Observo con mentalidad abierta, con paciencia y me divierto en muchos casos y momentos con las fotos artísticas, los chistes, las quejas contra las instituciones gubernamentales o los personajes políticos, el chat. Me ha servido para retomar contacto con algunas personas que había perdido de vista hace muchos años (con estas personas, y sin excepción, aparte de un saludo, un cómo te va, y un intercambio de mensajes, he regresado al limbo del olvido en el que estaba antes del “reencuentro”); Me he enterado de la vida de mis amigos, de cercanos, de conocidos y de amigos de mis amigos; He visto sus fotos, los eventos en los que todos éstos han participado, la gente que frecuentan; He atado cabos de muchas cosas que no entendía, aunque no me interesaban sobremanera; He deseado con mis ojos las fotos provocadoras, los comentarios morbosos y hasta he fingido no entender los tendenciosos; He alimentado mi lado voyerista, cuando no exhibicionista. Ha sido una información “simpática”, más bien anodina, intrascendente, que puedo resumir sin hesitación con el apelativo de chisme. Últimamente he pasado a una nueva etapa: tratar de entender cuál es el objetivo que alguien persigue cuando publica una información (textual, auditiva, visual) en esta red social. De inicio me respondí lo evidente: compartir con los demás una experiencia, comunicar algo. Sí, lo sé, resulta simplista como respuesta. Entonces, y dejando el análisis de grandes honduras a los sicólogos o a humanistas avezados, me dije que había más que ello en este enorme empeño que cada cual pone por constituirse periodista o especialista de cualquier tema que le surque por la imaginación, sin que haya la mínima preparación o conocimiento para hablar con decente propiedad sobre lo publicado. La generalidad la constituyen aquellos que expresan una “idea” (léase: botar una frase) con el objetivo no confeso de buscar aceptación de otros adeptos que refuercen su personal convicción y que den el “merecido” aplauso nutriente del ego. Ay de aquel que difiera, que piense de otra manera; contra ese atrevido varias armas son utilizadas: la primera siendo la contradicción inmediata y defensa aguerrida e inconexa de lo escrito, lo que, mal que bien, en algo podría asimilarse a una forma debate. Pero lo corriente es el ataque personal, la descalificación del opositor acompañada del soez insulto, esto sólo como preludio a la “solución final”: prohibir al otro que pueda expresarse, para ello varios métodos se utilizan: borrar el mensaje opositor, o mejor aún: vetar la posibilidad de expresarse mediante cancelación de derecho de respuesta; pero el súmmum, la quintaesencia es sencillamente eliminar al molesto "contacto" que se atrevió a contradecir lo tan genialmente expresado. En definitivas: evitar que el otro se pronuncie manifestando oposición. Es que el propósito no es, así lo he comprendido, abrir una controversia, sino ganar una corte de adeptos silenciosos o complacientes. Lo que hay que entender, y me reitero, es que éste no es un espacio de debate, como parece indicarlo el hecho de ser una “red social”; aquí el objetivo es expresarse con gritos en el desierto, sin dar oportunidad al otro de contestar otra cosa que aprobaciones y por supuesto un clic a “me gusta”. Hay algunos (muchos) quienes se autoelogian con un “me gusta” a sus propias frases, así no cabe de duda de lo que debe hacer la corte de pseudodevotos para no perder contactos: mira pues, clientelismo. ¿Será realmente sano y deseable el depender de la aceptación de los demás en cada frase que surca las sienes y que no ha tenido tiempo de cuajar ni en contenido ni en forma (no hablemos de gramática y ortografía porque los lagrimales se nos congestionan)? ¿Será deseable buscar réconfort, –o peor aún: construcción–, a la autoestima por este método? ¿Habremos esperado la modernidad para incurrir en tamaña majadería? Alguna respuesta tendrán los terapeutas. Cada mensaje enviado a la red social parece un bramido desesperado y desconcertante de algún miembro de la manada en busca de identificación y aceptación. Inútil gesto por demás porque a nadie le incumbe realmente; cada cual absorto que está en su propio mugido. A quién diablos le interesa conocer a cada instante la ocupación y hasta localización satelital de las personas: “Estoy en Melgar”, “Rumbo a New York”, “Hace frío”, “Me estoy duchando”, “Tengo sueño”, por sólo mencionar algunas. Exhibición de naderías y bluff, explayados con orgullo y desvergüenza en la galería de la insignificancia. Y no menciono a Twitter que se especializa en este “interesantísimo ramo”. No he hablado aquí de los mensajes de los políticos o de los que persiguen fines comerciales (como si actualmente no fuera lo mismo), porque esto es capítulo aparte y ahí el objetivo, sin examinar su carácter de conveniencia pública, sí es claro. Ah, y la pregunta que me acosa: ¿Será posible que una persona tenga tiempo suficiente y concienzudo interés para dedicarle a sus cientos o miles de contactos? La pregunta puede ser más sencilla: ¿Los conoce al menos por una interacción virtual? ¿Qué se persigue con esto? Imposible no responderme: pues alimentar la falacia de creer que se tiene una manada de amigos a los que jamás logrará conocer personalmente, que es, a mi gusto y entender, la mejor manera de tener amigos (perdón, contactos). A menos que la idea sea construir un escenario de exhibición de la bobería personal, que con este artificio tecnológico se vuelve pública. Para finalizar, a colación la pertinente sentencia de Cioran, el filósofo rumano-francés: "El ser verdaderamente solo no es aquel que ha sido abandonado por los hombres, sino el que sufre en medio de ellos, que arrastra su desierto en los tumultos y hace alarde de sus talentos de leproso sonriente, de comediante de lo irreparable". Así debe ser la soledad experimentada en medio de los tantos contactos que coleccionan y de los presumen los miembros acérrimos de Facebook… PD. No olvides hacerme clic en “me gusta”, así darás solaz a mi espíritu y reconfortarás mi autoestima.