Reseña crítica del libro “ La invención del amor ” de José Ovejero
“Es sabido que queremos que los ojos del otro reflejen no lo que somos,
sino aquella persona que nos gustaría ser...
...con el paso del tiempo, acabamos conformándonos con quienes somos,
dejamos de fingir,
reprochamos al otro que espere de nosotros más de lo que podemos darle,
olvidando que justo eso era lo que le habíamos prometido”.
J.O.
La trama de la novela “La invención del amor” gira alrededor del tema de la fantasía que Samuel, el protagonista, deliberadamente se forja: la suplantación de una persona. La narración se concentra en mostrar los vericuetos, complicaciones y mentiras en las que este incurre en su afán de substituir a un homónimo que le es desconocido, así como su entorno. Una original novela del escritor José Ovejero que se hizo acreedora al premio Alfaguara 2013. Samuel es un cuarentón divorciado, solitario, oteador de alboradas desde su terraza madrileña, socio minoritario de una empresa de construcción por la cual no tiene ni afección ni interés, un hombre bastante desentendido de la vida y de su trabajo, con poca o ninguna motivación por algún tema particular, un ser de esos a quienes la desidia corroe, el desaliño tutela su método de vida, y la ausencia de ideal e incentivo constituyen sus principales marcas de personalidad; y no es que se trate de un ser con alguna pretensión existencial que lo haya conducido a la conclusión de tirar todo por la borda, es sencillamente un ser de poco interés intelectual, sin hálito vital, adolescente de comportamiento y análisis. El escrito novelístico de 242 páginas busca construir este personaje, sus peculiaridades, sus actos. El tema escogido por el escritor es interesante y cautivador... de inicio. Samuel recibe un día una llamada telefónica de un desconocido que le anuncia que Clara, su amante, ha muerto en un accidente, indicándole el lugar y hora en donde se llevará a cabo el sepelio. Samuel no conoce en absoluto a la mentada Clara, a todas luces se trata de una llamada errónea que este en lugar de desdeñar, atiende solícito; asiste al velorio y actúa como si fuera conocido de la finada. A tal extremo extiende la farsa, que sin empacho se pone en contacto con los cercanos de Clara: amigos, marido y familia, se conduce desenfadadamente como si hubiese conocido a Clara y como si esta hubiera sido su amante. En ese entierro, que en nada no lo concierne, es agredido a puños por el viudo de Clara; Samuel en vez de reaccionar corrigiendo la equivocación, calla y asume como amante de su mujer, rol que inexplicablemente adopta. Desde ese mismo día muy rápidamente hace amistad con Carina, la hermana de Clara, y la patraña continúa, sin que él, ni menos el lector, sepan qué propósito busca. Con Carina intensifica su ficción, le cuenta historias de lo “vivido” con Clara, inventa con desfachatez a medida que las circunstancias se lo van exigiendo. A tal extremo lleva la impostura que engatusa a la familia de la finada, a su propio marido, a su socio, y hasta contacta al verdadero amante de Clara; a los unos en un afán incomprensible de conocer sobre la muerta y a los otros para mentirles sobre su relación con esta. Interesante suena la trama, excéntrico el caso narrado, que oscila entre la puerilidad del protagonista y lo patológico. No obstante, el problema de la novela es el desarrollo del tema, pues la historia se diluye con el paso de las páginas, y pierde credibilidad. Se entendería que el descubrimiento que el protagonista hace de la desaparecida Clara lo lleve a enamorarse de una personalidad atrayente, no es el caso, entre más se devela la finada, menos llamativo parece el fantasma, menos la historia y menos la novela. Poco o nada, lamentablemente, indica el escritor sobre el motivo de la conducta de Samuel, y sin que haya algún signo aclaratorio puede la impostura interpretarse como un capricho carente de interés. Entonces en un afán de entendimiento puede el lector lanzarse en elucubraciones e interpretar algunas palabras como guiños esclarecedores. Podría pensarse que la clave explicativa de la suplantación la dan algunas frases narradas por el protagonista en primera persona: “...tengo la impresión de haber cometido una infracción liberadora, de haber hecho algo para no seguir enterrándome en la aceptación de los días como si no hubiese otras opciones, otras maneras diferentes de ser yo” o esta otra que también nos involucra como lectores “...necesitaría escuchar esa historia que no es la mía, igual que leemos una novela para añadir historias a nuestra vida...”. De Samuel poco se conocen las razones de su proceder, sin embargo, una de estas es puesta en evidencia, y parece revelar su fuero interno: el miedo. Y lo manifiesta en varias frases: “No digo que no experimentemos miedo, la sana reacción de cualquier ser vivo ante el peligro. El miedo nos protege y nos salva. Lo que no tiene miedo se extingue estúpidamente. El arrojo es alabado cuando quien lo posee se sacrifica por nosotros” y “El mayor enemigo de la felicidad no es el dolor, es el miedo”, y esta otra: “nos habíamos quedado sin auténticos motivos para seguir juntos, salvo el miedo a estar solos en la vejez”. En esta novela de Ovejero todo parece confluir para que sea un libro inolvidable: el título, el tema escogido, el ser ganador del premio Alfaguara 2013, sin embargo, la historia patina, algunos capítulos suenan añadidos, que de no serlo, carecen de interés, poco aportan en la construcción de la ficción que termina perdiendo credibilidad. Así las cosas este nuevo premio Alfaguara deja sorprendido y no precisamente por lo positivo; un sabor agridulce y confuso lo invade a uno, sin saber bien de qué se trata, y si a esto se añade una escritura lineal, con poca elegancia y de orden efectivista, da como resultado una novela de un interés, digamos, mesurado para utilizar un eufemismo menos molesto.