La villanía de todos los tiempos

Dom, 14/06/2015 - 04:02
“...las instrucciones sanguinarias, una vez aprendidas,

se vuelven como una plaga contra sus gestores.”

Macbeth

...las instrucciones sanguinarias, una vez aprendidas, se vuelven como una plaga contra sus gestores.” Macbeth JairoCamargo Desde mi puesto de buen acomodo observo, mientras el público ruidoso toma asiento, el escenario desnudo del teatro Arlequín de Bogotá; desnudez que permanecerá así a lo largo de la representación de la pieza “Los Villanos de Shakespeare” de Steven Berkoff. Escasa utilería y módico vestuario. Foco único: la palabra actuada sin ningún adorno, sin ningún distractor; teatro, sólo teatro. Enorme reto. Berkoff –actor, director y dramaturgo londinense, nacido en 1937– tiene una filmografía portentosa, con títulos bien conocidos de todos los públicos: la inolvidable Naranja mecánica, el estupendo Barry Lindon, el impresionante Octopussy de James Bond, el Savonarola de la magnífica serie de los Borgia; actuaciones a granel. Berkoff ha consagrado su vida al cine, al teatro y a la escritura dramatúrgica; todo lo que toca se vuelve lucido, no pasa desapercibido. Es sin duda de los grandes del mundo de la actuación. En Colombia Berkoff no es desconocido, personalmente estuvo presentando Los villanos en el Festival Iberoamericano del año 2000. La dramaturga Juliana Reyes montó y dirigió su pieza Decadencia en 1999. Esta nueva versión de Los Villanos, en cartelera actualmente en Bogotá, fue posible gracias al trabajo y empeño de muchos, pero en particular de Wilson García como productor, Jorge Hugo Marín como director y Jairo Camargo como actor. Los villanos se concentra en algunos personajes de Shakespeare: en los malos, los malvados, esos que buscan hacer mal porque es su naturaleza o porque sus acciones son conducentes al perjuicio. Y así la pieza pasa en revista: a Yago el ruin personaje que manipula a Otelo hasta hacerlo asesinar por celos a su amada Desdémona; a Macbeth quien bajo la conseja de su esposa asesina al rey Duncan para hacerse al trono; a Shylock, el despiadado usurero judío del Mercader de Venecia; a Hamlet quien con discursos de justicia y grandes ideales es visto normalmente como filósofo, pero que, cuentas hechas, con un  trastorno vengativo ocasiona numerosas muertes, a comenzar por la de su amada Ofelia; y, por supuesto, Ricardo III, ambicioso y contrahecho personaje que no dudó en matar a quien tuvo por delante hasta alcanzar un trono que no le correspondía. Muchas otras figuras shakesperianas podrían haber hecho parte de esta galería de la villanía, Berkoff quiso limitarse a estas. Si bien el eje central son los personajes shakesperianos, estos, en definitivas, son sólo un pretexto para discurrir sobre la maldad, la de siempre, la de todos los tiempos, la inherente al género humano, esa que deplorablemente pertenece también a nuestros tiempos. Ese el verdadero propósito de la pieza, por encima de las citaciones y fragmentos de las obras escogidas de Shakespeare. Por eso en la obra en ciernes un primer parlamento define empíricamente al malo como alguien egoísta, codicioso, a quien no le importa el dolor que puede causar y a quien “la leche de la bondad humana no corre por sus venas”. Y villanos los hay –se explaya el texto– de varios tipos: genios, estúpidos, tristes, felices y sutiles. A lo que remata el actor careando al público para dejar las cosas claras: “Yago es un villano mediocre y la combinación de villanía y mediocridad resulta la más peligrosa. Ser mediocre no es un crimen, por supuesto que no. ¡La mayoría de ustedes son unos mediocres! Por eso van al teatro, a ver otras mediocridades. Por supuesto, mediocridades engalanadas con el gran lenguaje de Shakespeare, con la mirada y los elevados pensamientos de reyes y princesas”. La puesta en escena de esta versión es de gran sobriedad, minimalista, y es lo que había que hacer; el actor, Jairo Camargo, mantiene durante más de una hora un monólogo, entrecortado, a guisa de acompañamiento, por las cortas frases de un tramoyista, el actor Juan Pablo Acosta. Sin duda, un logro escénico del Director y sus actores, particularmente de Camargo el protagonista. Viendo montajes teatrales como este, salimos del letargo, se nos alborota la esperanza, se desvanece la condena por la que un número de gestores culturales –y no los menores– intentan inmolarnos en sus altares mercantiles, en donde sólo parece haber cabida para comedias comerciales de baja monta, para stand-up´s prosaicos, para ensayos teatrales desabridos de Pirrys y otros aprendices. Por fortuna, las oportunidades de cultura y divertimento en el país no están completamente monopolizadas por estos desatinos escénicos o por los innumerables campeonatos de fútbol; hay, aunque escasa, una oferta cultural interesante por poca publicidad que tenga. Shakespeare, ese gran dramaturgo de todos los tiempos, es un formidable sintetizador que logra a través de sus grandes tragedias dar un marco a la conducta del ser humano. En el caso de Los villanos nos recalca la ruindad pretérita, la actual y la que seguirá. Maldad humana en la guerra, en el abuso y anhelo de poder, en el manejo de las finanzas, en la política, en la intriga interpersonal, en la ambición desmesurada y sin escrúpulo. Inevitablemente parece constatarse que mientras la especie humana no tenga un cambio evolutivo que altere sus genes para hacerla más apta a la convivencia, la maldad tendrá nido privilegiado. El aculturamiento que procura la educación ayuda enormemente, es cierto, y los logros desde las cavernas han sido notables, sin embargo no basta por sí solo para frenar los maléficos impulsos desaforados y visibles en algunos, ocultos en otros, soterrados en la mayoría. Villanos somos todos, en menor o mayor cuantía. Es ese el verdadero drama, el “Ser o no ser”.   PDLos villanos de Shakespeare” Teatro Arlequín - Casa E 10 únicas funciones Carrera 24 # 41-69, Tel 6228728  
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