El estilo que adopte un Presidente para gobernar va a determinar en gran medida que se produzcan los resultados deseados por el Gobierno. Según nuestra Constitución Política el Presidente de la República y el Gobierno Nacional no son instituciones equivalentes. Aquel es Jefe del Estado, Jefe del Gobierno y suprema autoridad administrativa. En cambio, el Gobierno Nacional está formado por el Presidente de la República, los ministros del despacho y los directores de departamentos administrativos. En cada negocio particular el Presidente y el Ministro o Director de Departamento correspondiente constituyen el Gobierno.
La consecuencia obvia de lo anterior es que las actuaciones del Gobierno Nacional comprometen tanto al Presidente como a los ministros y no solo a estos o no solo a aquel. Por eso, en época del Presidente Uribe no dejaba de llamar la atención que en los consejos comunales Uribe cuestionara a los ministros en tal forma que marcaba distancia frente a ellos, como si sus actuaciones no lo comprometieran. Obraba como juez. Ya desde mucho antes había hecho carrera la frase de que los ministros eran fusibles, para significar que a la menor dificultad el Presidente podía cambiarlos para no afectar su imagen. Podía quedar mal el ministro pero no el Presidente o, dicho de otra manera, los aciertos eran del Presidente pero los errores eran del ministro.
La verdad es que un estilo así de gobierno muestra una intención clara de preservar a cualquier costo la imagen presidencial sin importar la de los ministros, no obstante que, salvo circunstancias especiales, no deberían deslindarse demasiado por cuanto, al fin y al cabo, uno y otros conforman el Gobierno Nacional y la mayoría de las actuaciones de estos lo comprometen. En ocasiones este estilo lo que esconde es un mal gobierno o problemas serios de coordinación. El Jefe de Gobierno no puede ni debe eludir las responsabilidades que le incumben como tal y como parte del Gobierno Nacional. Es el Director de la Orquesta y si esta no toca bien, le cabe responsabilidad. Los ministerios son una prolongación del accionar presidencial dado que ejecutan las tareas que el Presidente les encomienda. De allí que un buen gobierno implica la escogencia de personas claves y seguidamente el apoyo necesario para que desempeñen su tarea. El Presidente no puede ser mero espectador frente a los acontecimientos que rodean a los ministros. Sectores claves del país –agropecuario, salud, justicia, educación y tecnología, infraestructura e industria, entre otros- merecen que el Presidente -cualquiera que sea- y el Gobierno Nacional le dediquen todo el esfuerzo necesario para introducir las reformas que el país requiere para avanzar.
Estas reflexiones vienen a la mente con ocasión de la actitud asumida por el Presidente Santos frente a los ministros, que puede malograr el resultado buscado, si bien rogamos por que estos resultados no se malogren. La falta de apoyo presidencial fue en su momento notoria respecto de varios ministros. Así ocurrió con el de Transporte –Cardona-, con ocasión del paro de transportadores al inicio del cuatrienio a raíz de la expedición de cierto decreto; con la de Educación, con ocasión de la revuelta protagonizada por los estudiantes por la reforma educativa que María Fernanda Campo impulsaba y que Santos había calificado como necesaria y de avanzada; el de Justicia –Juan Carlos Esguerra-, con ocasión del hundimiento del proyecto de reforma de justicia que el Gobierno impulsaba, si bien este proyecto no estuvo bien concebido; el de Salud -Alejandro Gaviria-, a raíz del proyecto de ley que valientemente impulsaba respecto de un sector que requiere urgentemente cambios radicales.
Le tocó el turno ahora al Ministro de Agricultura. Parecería que hay sectores empecinados en no dejar que este último haga su tarea, aquella cuya ejecución fue encomendada por el Presidente, quien no vaciló en calificar a Lizarralde como la persona más adecuada para el cargo, calificación muy merecida. Sin embargo, es curiosa la actitud posterior del Presidente: este y su Ministro del Interior guardaron total silencio con ocasión del debate planteado por el senador Robledo a raíz del nombramiento de Lizarralde, a pesar de que este último merecía apoyo y acababa de ser nombrado. Guardaron silencio también cuando el Ministro de Agricultura consideró necesario hacer conocer de la opinión pública una grabación que -se ha venido a saber- fue inicialmente dada a conocer en un periódico de Montería, luego entregada a Caracol Radio y a otros medios y finalmente comentada por el Ministro. Guardaron silencio también cuando un importante periódico nacional preguntó si dicha grabación fue producto de una chuzada del Gobierno, a pesar de que se sabía que la grabación fue efectuada por unos sindicalistas de Cerromatoso. A propósito de la grabación, el debate se centró en la manera como se obtuvo la grabación y no en lo que esta arrojaba como demostración del equivocado proceder de un senador. Posteriormente el Presidente, vía Twitter y al mejor estilo de Petro, ordenó el retiro del proyecto de ley sobre baldíos, que había radicado el Ministro de Agricultura. Curiosa forma de gobernar, la del reemplazo de las reuniones del Presidente con los ministros por el Twitter.
Ese estilo no le ayuda al Presidente Santos. El país se convulsionó recientemente con ocasión del paro agrario nacional que dejó al desnudo la falta de una política agraria en los distintos gobiernos y el mediocre papel desempeñado por los gremios del sector agropecuario. Aún no conocemos las cifras que para el levantamiento del paro agrario comprometió el Gobierno Nacional pero no nos cabe la menor duda de que se trata de sumas cuantiosísimas que pagaremos los contribuyentes. Lo menos que puede esperarse ahora del Jefe de Gobierno es que apoye la tarea que debe desarrollar y ejecutar el Ministro de Agricultura, especialmente si, como presumimos, el Presidente conocía previamente la gestión desarrollada por aquel al frente de Indupalma y lo que podía esperar de este al frente del Ministerio. Se supone que para eso lo nombró, para dejar huella y no simplemente para capear un temporal.
Mal sabor deja que las reformas a la salud, educación y ahora al régimen de baldíos y temas agrarios se malogren. Parecería que no hay compromiso del Presidente al respecto y que nuevamente las circunstancias políticas prevalecen sobre la apremiante necesidad de adoptar medidas sobre temas espinosos. El Gobierno Nacional está obligado a mostrar en el cuatrienio resultados en todos los frentes o por lo menos en los más importantes. La búsqueda de la paz es un objetivo encomiable pero no puede significar que el país se dé el lujo de no avanzar en esos frentes o que todo esté supeditado al resultado incierto de una negociación. Pensar, simplemente, que se requiere la reelección para mostrar resultados suele ser la excusa para no haber hecho en los cuatro años lo que se estaba obligado a hacer o indica -lo que es peor-, que no se toman las medidas necesarias porque hacerlo afecta las posibilidades de la reelección.
Las relaciones entre el presidente y sus ministros
Jue, 28/11/2013 - 10:33
El estilo que adopte un Presidente para gobernar va a determinar en gran medida que se produzcan los resultados deseados por el Gobierno. Según nuestra Constitución Política el Presidente de la Rep