A cierto nivel de liderazgo, política y lealtad son nociones que riñen. Porque en política se sigue a líderes, y un buen líder no puede ser leal sino a sí mismo, a sus principios y a su fe propia. De modo que, entre dos líderes naturales, se dan alianzas, pactos, pero no puede esperarse que el uno le sea “fiel” al otro; al menos no como se entiende aquí la lealtad, es decir, ya bordeando la obsecuencia.
No quiero filosofar, ni mas faltaba, sino aclarar que cuando uno hace causa común con un gran líder, pero -eventualmente- identifica que éste ha asumido un sendero errado, la lealtad que sí es sagrada es únicamente aquella que uno tenga con sus convicciones. Por eso, separarse de ese liderazgo es un deber y, en cambio, permanecer a disgusto es una auto-traición que lo dejará a uno como un hipócrita interesado, cuando ponga la conciencia ante un espejo
Y pienso en Juan Manuel Santos, pues ese predicado lo absolvería, por haber “traicionado” a Uribe; solo que hay un problema: Santos es más bien un anti-líder, porque -hasta ahora- todo prueba que no conduce, no maneja, no dirige, no orienta, y da palos de ciego en todas las crisis. El Presidente, fue un buen ejecutor de lo que le mandaron a hacer otros presidentes; pero él mismo, es un líder dubitativo, cuyo criterio –como líder- deja mucho que desear.
Ahí, el que se equivocó fue Uribe.
Es inevitable pensar en Vargas Lleras. El también “traicionó” a Uribe en algún momento del segundo periodo presidencial. Sin embargo, aunque Vargas Lleras no es simpático ni amable -mas bien es hosco y altanero- estimo que lo ocurrido entre él y Uribe, no fue traición, sino precisamente la situación que describe mi primer párrafo.
Por mucha indignación que le causara a Uribe y al uribismo “la traición” de Vargas, a mi modo de ver, el jefe de Cambio Radical lo que hizo fue “partir cobijas”, porque él sí ha probado ser un líder nato. Uno muy particular, autoritario y egocéntrico, sin duda, pero líder típico en lo fundamental.
Y así como Uribe se equivocó creyendo que, por “lealtad”, Santos cumpliría lo jurado y pregonado en sus apremios electorales, ahora el Señor Presidente está a punto de ver cómo su nave insignia se separa del convoy para plantearle batalla.
Vargas Lleras va a ser candidato presidencial. Es lógico. Y no necesita buscar pretextos porque tiene razones de peso que son coherentes con su parábola política:
Primero, él no está de acuerdo con el proceso de paz, y menos como se lo dejó imponer el Presidente, es decir, auspiciado por los amigos de las FARC y hospedados donde los mentores históricos de la guerrilla.
Segundo, porque si Santos está deteriorado en su imagen y luce tan frágil en todas las encuestas, Vargas Lleras en cambio sale tan bien librado en ellas que, pues… blanco, redondo, gallina lo puso…
Tercero, porque no solo es de los pocos a quienes les fue bien en el tren de Santos, sino que no se dejó salpicar del escándalo de la reforma a la justicia (aunque sí debió hacerse responsable) y abandonó la nave de las viviendas gratis con las turbinas a máxima potencia (aunque supiera que el viaje no era sostenible).
Cuarto, porque todo lo anterior prueba que tiene olfato de líder, demostró que puede administrar con eficacia, y sabe “ponerle las espuelas” a la mula lerda que es el Estado a la hora de ejecutar (que es lo que más gustaba de Uribe).
Así que el nieto de Lleras Restrepo puede resultar elegido por haber sido el ministro estrella de un presidente flojongo…
Pero sobre todo, Vargas Lleras tiene mucha opción gracias a Uribe. O, bueno, a los errores de Uribe… Porque cuando el expresidente decidió ser el mariscal de campo de la oposición, por los irrespetos de Santos y la inconcebible torpeza diplomática desplegada para con su mentor, Uribe debió calcular que para enfrentar a Santos tenía que contar con una personalidad política aquilatada, un hombre o mujer de mucho peso.
No obstante, a pesar de contar con gente de talla presidencial, sus silencios y permisividad han dejado que aflore -como seta en jardín- el champiñón que es Pachito Santos, dizque de candidato insignia del uribismo; que es el equivalente a enfrentar a Batman con Robin, porque produce el vergonzoso Cocktail bananero de “Santos versus Santos” en la segunda democracia más antigua de América…
Caigo en cuenta que he podido ahorrarme esta columna con solo plantear una pregunta en formato de encuesta, que diría así:
Si usted ama a Colombia, si anhela vivir en una sociedad prospera, libre, segura, donde el Estado fomente el desarrollo y cumpla su papel con responsabilidad social, vigor y seriedad, si usted es un buen colombiano, y las elecciones fueran hoy, por cual de los siguientes candidatos votaría para dormir tranquilo:
A. Juan Manuel Santos Calderón
B. Clara López Obregón
C. German Vargas Lleras
D. Francisco Santos Calderón
Yo, que admiro la obra de gobierno de Uribe y su rescate de la soberanía interior, el orden, y la libertad restaurada en su cuatrienio transformador, tengo muy clara la respuesta.
Mi decisión se apoyaría -con mucha desazón- en el segundo párrafo de esta columna.
@sergioaraujoc
¿Lealtad?
Jue, 25/07/2013 - 03:46
A cierto nivel de liderazgo, política y lealtad son nociones que riñen. Porque en política se sigue a líderes, y un buen líder no puede ser leal si