Cristina Fernández de Kirchner, conocida también como Cristina Kirchner o como, simplemente, La Kirchner, tacará a tres bandas antes de que termine octubre. Primero, el 23, alzará los brazos -si se lo permite el entallado vestido que estrenará, conjuntado con unos de los zapatos Louboutin y una de las carteras Louis Vuitton que, según noticias, compró hace poco en Paris–, una vez oficializado en las urnas lo que indican los sondeos. Merecida se tiene la reelección, afirman seguidores, porque la producción de soya está en buen punto, el crecimiento económico sostenido, y la oposición, en la nebulosa. Ni siquiera la influencia de su feroz enemigo, el diario Clarín, podrá cerrarle el paso a la viuda negra, vaticinan las apuestas.
Luego, el 27, se mostrará cariacontecida porque se cumple un año de la muerte de su marido. Pero, al mismo tiempo, recibirá enorme consuelo: se inaugurará un mausoleo que hará palidecer de envidia a los fantasmas de Kennedy, Churchill, Gandhi…: 650 metros cuadrados de área, un edificio de dos pisos, campana de cristal, jardines y otras atracciones –el féretro, por supuesto–, financiada su construcción por el favorito de Kirchner; por el empresario favorito de Néstor, quiero decir; un cogotudo (adinerado en lunfardo) de apellido Báez a quien durante los dos últimos gobiernos le han llovido contratos del cielo. Por fortuna resultó agradecido.
Y, el 31, día de halloween, cerrará con triquitraque el jubileo. (Tardé años en ver personificada la imagen de la madrastra de los cuentos infantiles que, de niña, construyó mi imaginación. Había dejado de buscarla hacía tiempos, cuando la encontré en un periódico. Era ella en todo su esplendor).
La historia arranca así: Néstor K, que salió de la Provincia de Santa Cruz, con la velocidad de una flecha disparada al blanco, cayó en medio de las presidenciales del 2003 y, por muy pocos votos, pasó a disputarse el primer cargo en segunda vuelta con el expresidente Carlos Menem –otro personaje cuya vida parece haberse escapado de la calle Caminito– y lo ganó de mano. Carlitos se retiró para no sufrir la estruendosa derrota que se veía venir sobre sus patillas enormes y peludas de artista de arrabal. Ahí fue cuando el apellido Kirchner comenzó a proyectarse en América Latina y por partida doble. En Argentina, la pareja ya era bien conocida de autos, desde que comenzó a hacer política del lado izquierdo del justicialismo, heredero del peronismo y al que ahora, todo indica, le seguirá el kirchnerismo. En ese 2003 vi la foto que les contaba y en ese 2003 fue cuando los Kirchner se emplearon a fondo en la creación del costurero de Unasur. En compañía de sus nuevos mejores gomías (amigos): el expansionista Chávez, Correa el furioso, Lula el malabarista, el pobre Evo, el maluco de Nicaragua, se pusieron esta parte del continente de ruana.
En el 2007, a punto de que al matrimonio se le acabaran tanta contentura y poder, Cristina se lanzó a la presidencia y Néstor a la secretaría de Unasur. Sin el menor sonrojo y sin tener que trastear el despacho presidencial, la Sra. K fue el primer elemento (mujer) que llegó al gobierno por elección popular –Isabelita, la viuda del dictador Juan Domingo Perón, viudo de la célebre Evita, la del cadáver insepulto, había ejercido la presidencia en los setentas, a la muerte de su marido, del que era vicepresidenta: otra estrofa que le sale al tango–, protagonizando un empalme único en la historia reciente de la política y del lunfardo, por cuenta de que se realizó sábanas adentro. Todo en familia: la politiquería, el superpoder, el enriquecimiento acelerado. Si estuviéramos hablando de un reality, llevaría por título: Los Richner; en el 2010, a la muerte de Néstor, la fortuna de ambos se estimaba en 10 millones de dólares, nueve veces más que al llegar al mando. Pero no sean mal pensados, pasa que tienen muy buen ojo para los negocios, no sé cuántas hectáreas de tierra en El Calafate, dos hoteles de cinco estrellas allá mismo y una consultora de inversiones y finanzas con su nene Máximo, entre otras cosillas. ¿Por qué será, me pregunto, que Transparencia Internacional califica a Argentina como el país más corrupto del Cono Sur?
Claro que lo máximo sería que Máximo, quien ha estado haciendo los primeros pinitos para crear el mito y perpetuar la dinastía K, mediante la organización de una borregada (muchachada) llamada La Cámpora –cuyos integrantes fungen de ángeles guardianes de su madre y, en contraprestación, reciben los mejores puestos estatales–, sucediera a Cristina en el próximo cuatrienio. Ahí sí no habría bandoneón capaz de exhalar los lamentos exigidos para la interpretación de esa milonga. Snif, aquí lloro un poquito, me emociono… Cheee, ¿cómo andás?, me preguntaría al verme un nacional de ese país si fuéramos compatriotas. Pues cómo querés que ande, boluuudo, ¿no ves la tristeza de La Kirchner siempre con su peleche (indumentaria) de riguroso luto desde que La Ñata (la muerte) se llevó al Néstor? Y no creás que es por conseguir votos, nooo. Ni por perpetuarse en el poder, nooo. Ni por competir con Santa Evita, la de Tomás Eloy, nooo. Es por respeto a la partitura, ¿entendés?
Nada, me respondería. Yo tampoco. Garufa, somos casos perdidos.