Hizo bien el gobierno de Iván Duque al enfrentar por partes el tema de la crisis de la universidad pública. Los reclamos por mayores presupuestos eran en buena medida válidos. Los compromisos de la actual administración son considerables, pues incluyen partidas atadas a índices como el de inflación, lo que garantiza que pueden ser calculadas con mayor claridad y son menos aleatorios.
Los políticos oportunistas, estudiantes, profesores, sindicatos y demás promotores del paro no pueden menos que reconocer el enorme esfuerzo que hace el gobierno en la materia. Resulta además irónico que una parte sustancial de los presupuestos adicionales provengan de regalías de la minería y el petróleo que son blanco permanente de los ataques de toda la izquierda. Bueno sería que ellos reconocieran que, sin estas actividades que ellos quieren erradicar, sería imposible reforzar los presupuestos de la universidad oficial. Honesto sería que los estudiantes, intoxicados de ideología, entiendan que los recursos provienen de los impuestos pagados por las empresas y capitalistas que ellos tanto desprecian y critican.
Ahora el gobierno tiene que hacer lo importante. Porque lo que nadie quiere decir es que la universidad pública no es la paloma blanca, inocente y virginal, que nos presentan en los noticieros. Hay que evitar las generalizaciones, pero la crisis de la universidad pública es bastante general. La universidad tiene grandes ineficiencias, graves problemas de calidad y lunares de corrupción. La Universidad Nacional en Bogotá, la de Antioquia y en menor medida la del Valle todavía tienen áreas de excelencia. Pero en el resto hay un consenso nacional de lo inadecuada que es la formación de estudiantes que rebozan de ideología pasada de moda y de conocimientos obsoletos.
Hay que liberar a la universidad del espíritu de mediocridad que se adueñó de su funcionamiento. Profesores sin vocación y estudiantes para los que la educación tiene que ser sin mérito, son las mayores amenazas de un sistema educativo obsoleto rebosante de eslóganes políticos pero carente de ideas. Los estudiantes siempre quieren más, sin entender que son una fracción minoritaria de la sociedad y que su aporte en términos de calidad académica es cada día más bajo. Lo quieren todo gratis y garantizado pues estiman que ellos son el futuro que el país necesita. En el entretanto se guían por la ley del menor esfuerzo y protestan sin entender el contexto en el cual se desarrolla el país.
Ya es hora que la universidad deje de ser parte del problema para convertirse en parte de la solución nacional.
Liberar la Universidad
Lun, 29/10/2018 - 11:02
Hizo bien el gobierno de Iván Duque al enfrentar por partes el tema de la crisis de la universidad pública. Los reclamos por mayores presupuestos eran en buena medida válidos. Los compromisos de la