Para nadie resultó una sorpresa que ahora los medios de comunicación y el propio Diego Molano, Ministro las TIC la hayan emprendido contra la ANTV, la nueva entidad rectora de la televisión que sustituyó a la vilipendiada Comisión Nacional de Televisión. Este era el corolario natural de haber terminado con un organismo sin saber exactamente lo que se quería modificar y de haberse concentrado en eliminar la CNTV sin saber por qué ni para qué. El nuevo ente fue un mal invento para solucionar un supuesto problema que tarde o temprano se tendría que estrellar con la realidad, ya que toda la argumentación en contra de la CNTV fue a base de diagnósticos falsos y de algunas no muy ocultas pretensiones antidemocráticas.
Lo cierto fue que finalmente ganaron la violenta batalla los enemigos de la autonomía de la CNTV. Y ante las permanentes y casi siempre desproporcionadas embestidas mediáticas, que al final hicieron mella en el inconsciente colectivo, tanto el gobierno, como el ministro de comunicaciones y el Congreso decidieron eliminarla apresuradamente y sin mucho rigor constitucional. Pero como el diagnóstico partía de premisas falsas la cura resultó por lo menos ambigua. En un ejercicio de malabarismo entre jurídico y político se dio origen a un ente que no resolvía los problemas reales como regular el mercado y ejercer control sobre los contenidos de televisión con independencia del gobierno, ni se asumió, como quería el ministro, como un organismo dependiente del ministerio.
La CNTV nunca fue autónoma. De los cinco miembros que componían la junta, dos eran nombrados directamente por el gobierno y el tercero era elegido aparentemente por los canales regionales; pero durante los quince años de existencia de la CNTV este comisionado fue escogido bajo la manipulación del ministerio de turno. Con estos tres en la junta siempre hizo mayoría el gobierno, luego las decisiones estaban dictadas por Palacio o por el ministro de comunicaciones. Los otros dos eran teóricamente elegidos por la sociedad civil organizada y, con muy contadas excepciones, siempre terminó seleccionado el candidato de las preferencias del gobierno. Además, las críticas por las fallas en las elecciones, donde se daba cabida a toda clase de organizaciones de papel, eran producto de las ambigüedades de la convocatoria que casi siempre eran un as bajo la manga del ministro para inclinar el fiel de la balanza a su favor.
Por eso estalló la reciente crisis. Porque el remiendo no logró ni acabar con la supuesta autonomía ni crear un organismo que controlara el gobierno. La entidad nueva resultaba inviable porque quedó en el peor de los dos mundos. Una junta directiva de un organismo aparentemente elegido por la sociedad civil pero bajo las órdenes del ministro, con lo cual no quedó ni chicha ni limoná, como dice el adagio popular. Lo que sí hizo el ministerio fue hacer creer a los congresistas que ellos iban a tener injerencia. Y eso traducido al buen romance significa burocracia, pero tampoco. Las pujas políticas no han permitido ni siquiera que se pongan de acuerdo para acabar de conformar la junta
El mecanismo que se inventaron para elegir resultó tan farragoso que ni los políticos entienden cómo pueden entrar a disputarse ese botín. Hasta tal punto que no han logrado tener completos los cinco escaños. Con la lógica de que acelerar el proceso puede terminar beneficiando a otro han optado por el mejor deje así. Y con esa semiacefalía la ANTV ha marchado a medias en una actividad con mucho vacío en materia de competencias. La supuesta independencia fue el caramelo que se les dio a los pocos congresistas interesados en mantener el espíritu constitucional de la autonomía de la televisión. Más allá de que los actuales miembros de la junta sean personas capaces o idóneas es evidente que están amarrados a ese híbrido en que quedó la institución.
Por eso emprenderla contra la junta directiva de la ANTV porque pretende ejercer siquiera la autonomía presupuestal resulta, por lo menos, injusto con los actuales miembros de la junta. Ni ellos son los directos responsables de la confusión existente en el manejo del servicio público de televisión porque hay que buscar los orígenes del problema en las dificultades por las que la junta no se ha integrado y no ha logrado ejercer como ente institucional. El gobierno tiene que repensar el enfoque porque no puede poner, él mismo, los palos en la rueda cuando se enfrenta a por lo menos tres asuntos de vital importancia para la democracia colombiana, la puesta en marcha de la televisión digital, la concesión de un tercer o incluso un cuarto canal y la prórroga a los concesionarios del Canal Uno de televisión, el cual se vence a finales de este año.
Aquí lo que ha quedado en evidencia es que el ministro Diego Molano, que tiene toda la experticia en el sector de telecomunicaciones, subestima la televisión e ignora por completo su papel en la formación del conocimiento de los niños, jóvenes y adolescentes de un país como Colombia. Hoy la televisión pública está al garete mientras se desarrolla con fuerza el tema del Internet. El máximo compromiso de Molano con la televisión se limitó a eliminar la CNTV sin mostrar mucha preocupación por el futuro de la pantalla chica, porque para el Ministro este concepto quedó reducido al monitor del computador. Y esa responsabilidad se extiende al entonces ministro del interior Germán Vargas Lleras y a alguno que otro senador enemigo per sé de la televisión como instrumento de la pluralidad informativa y de la democracia como Juan Fernando Cristo.
Pero peor aún, a quién se le pueden atribuir los errores cometidos con la llegada de Alfredo Sabbagh, elegido miembro de la junta directiva de la ANTV cuando tenía impedimentos. No hubo nadie en el Ministerio que le advirtiera que no podía candidatizarse ni aceptar el nombramiento porque había sido miembro de la junta directiva del Canal Universitario Zoom, creado por la CNTV en el 2006; es decir que era directivo de un servicio de televisión, lo cual está expresamente definido como inhabilidad en la ley 1507 de 2012 que creo a la ANTV. Se le pasó al elegido, se le pasó al rector de la Universidad del Norte quien lo postuló, se le pasó a la ministra de Educación ante quien fue postulado, pero imperdonablemente se le pasó al Ministro Molano. Claro que es comprensible que pasen estas cosas de agache porque lo que interesaba era acabar con la CNTV y ahí si todo vale.
No tiene nada de raro que ahora los medios inicien contra la ANTV una campaña parecida a la que emprendieron contra la CNTV; desprestigiarla, calumniarla y sembrar la especie de que allí se mueve una corruptela que hay que eliminar. No tiene nada de raro que se promueva desde el ministerio una nueva reforma constitucional porque el tema de la autonomía presupuestal no convence al ministro. Y no tiene nada de raro que aparezcan los senadores que siempre quisieron que el gobierno controle la televisión con la idea de que hay que hacer una nueva reforma para que ellos sean los que elijan a los miembros de la junta y puedan incidir en el manejo de la televisión pública, con lo cual, apague el televisor y vámonos.
Lo que mal empieza, mal acaba
Jue, 21/03/2013 - 01:06
Para nadie resultó una sorpresa que ahora los medios de comunicación y el propio Diego Molano, Ministro las TIC la hayan emprendido contra la ANTV, la nueva entidad rectora de la televisión que sus