Los indignados están indignados por distintas razones. En cada país y a pesar de la globalización: un fenómeno que surge desde el siglo XVII o desde la dominación colonial si se quiere, responden a unas particularidades históricas y culturales diferentes o heterogéneas, creando vínculos de ayuda mutua o de solidaridad, gracias a la politización de las redes sociales y de las nuevas tecnologías.
Por lo tanto, delimitar tanta indignación no es fácil, aunque tienen en común el hecho de ser jóvenes descontentos por no poder encontrar un empleo digno, que rechazan la corrupción estatal, el sistema financiero, el capitalismo y las falacias de la democracia representativa en Occidente.
Porque los gobernantes son elegidos por un programa de gobierno pero luego gobiernan con otro (el caso del presidente Santos es un ejemplo), tomando decisiones que afectan negativamente la calidad de vida de las mayorías y positivamente el de unas minorías en el poder.
Por eso la democracia sólo existe cuando el pluripartidismo realmente existe y no cuando se confunden las alternativas políticas con la alternancia en el poder. Me refiero a una opción de sociedad, un ideal que expresa una forma de ver, interpretar y ordenar el mundo en función del respeto por los derechos humanos.
Porque una sociedad democrática acepta que su orden social es construido entre todos y percibe a sus ciudadanos como creadores de ese orden. Al mismo tiempo, una democracia tiene conciencia de que los ciudadanos pueden modificar el orden cuando quieran, porque el pueblo jamás entrega su soberanía, sino que hace una concesión. Además, la democracia debe evitar la concentración del poder económico y político, porque de lo contrario, se obtiene como resultado el totalitarismo o a unos Estados que sólo benefician a quienes tienen el capital.
En todo caso, pareciera que se trata de unas clases medias empobrecidas, excluidas y desorganizadas, en la mayoría de los casos sin líderes, con unas estructuras horizontales y con aparentes inclinaciones socialdemócratas. Protestando contra el neoliberalismo, contra un mercado que es la antítesis del Estado Benefactor o del Bienestar y a la administración de recursos escasos para satisfacer necesidades ilimitadas, es decir, a la definición básica de economía.
Por ejemplo, el análisis del costo beneficio para estos jóvenes para qué, cuando la percepción que tienen del futuro es alarmante… Comparto con ustedes parte del discurso de Gabo en Caracas, en el año de 1970. ¿La moraleja de la historia es?
…Imagínense un pueblo muy pequeño donde hay una señora vieja que tiene dos hijos, uno de diecisiete y una hija menor de catorce. Está sirviéndoles el desayuno a sus hijos y se le advierte una expresión muy preocupada. Los hijos le preguntan qué le pasa y ella responde: «No sé, pero he amanecido con el pensamiento de que algo muy grave va a suceder en este pueblo».
Ellos se ríen de ella, dicen que ésos son presentimientos de vieja, cosas que pasan. El hijo se va a jugar billar, y en el momento en que va a tirar una carambola sencillísima, el adversario le dice: «Te apuesto un peso a que no la haces». Todos se ríen, él se ríe, tira la carambola y no la hace. Paga un peso y le pregunta: « ¿Pero qué pasó, si era una carambola tan sencilla?». Dice: «Es cierto, pero me ha quedado la preocupación de una cosa que me dijo mi mamá esta mañana sobre algo grave que va a suceder en este pueblo».
Todos se ríen de él y el que se ha ganado el peso regresa a su casa, donde está su mamá y una prima o una nieta o en fin, cualquier parienta. Feliz con su peso dice: «Le gané este peso a Dámaso en la forma más sencilla, porque es un tonto». « ¿Y por qué es un tonto?». Dice: «Hombre, porque no pudo hacer una carambola sencillísima estorbado por la preocupación de que su mamá amaneció hoy con la idea de que algo muy grave va a suceder en este pueblo».
Entonces le dice la mamá: «No te burles de los presentimientos de los viejos, porque a veces salen». La parienta lo oye y va a comprar carne. Ella dice al carnicero: «Véndame una libra de carne» y, en el momento en que está cortando, agrega: «Mejor véndame dos porque andan diciendo que algo grave va a pasar y lo mejor es estar preparado». El carnicero despacha su carne y cuando llega otra señora a comprar una libra de carne, le dice: «Lleve dos porque hasta aquí llega la gente diciendo que algo muy grave va a pasar, y se está preparando, y andan comprando cosas».
Entonces la vieja responde: «Tengo varios hijos; mire, mejor deme cuatro libras». Se lleva cuatro libras y para no hacer largo el cuento, diré que el carnicero en media hora agota la carne, mata otra vaca, se vende toda y se va esparciendo el rumor. Llega el momento en que todo el mundo en el pueblo está esperando que pase algo.
Se paralizan las actividades y de pronto, a las dos de la tarde, hace calor como siempre. Alguien dice: «¿Se han dado cuenta del calor que está haciendo?». «Pero si en este pueblo siempre ha hecho calor.» Tanto calor que es un pueblo donde todos los músicos tenían instrumentos remendados con brea y tocaban siempre a la sombra porque si tocaban al sol se les caían a pedazos. «Sin embargo -dice uno-, nunca a esta hora ha hecho tanto calor.» «Sí, pero no tanto calor como ahora.» Al pueblo desierto, a la plaza desierta, baja de pronto un pajarito y se corre la voz: «Hay un pajarito en la plaza». Y viene todo el mundo espantado a ver el pajarito.
«Pero, señores, siempre ha habido pajaritos que bajan.» «Sí, pero nunca a esta hora.» Llega un momento de tal tensión para los habitantes del pueblo que todos están desesperados por irse y no tienen el valor de hacerlo. «Yo sí soy muy macho -grita uno-, yo me voy.» Agarra sus muebles, sus hijos, sus animales, los mete en una carreta y atraviesa la calle central donde está el pobre pueblo viéndolo. Hasta el momento en que dicen: «Si éste se atreve a irse, pues nosotros también nos vamos», y empiezan a desmantelar literalmente al pueblo. Se llevan las cosas, los animales, todo.
Y uno de los últimos que abandona el pueblo dice: «Que no venga la desgracia a caer sobre todo lo que queda de nuestra casa» y entonces incendia la casa y otros incendian otras casas. Huyen en un tremendo y verdadero pánico, como en éxodo de guerra, y en medio de ellos va la señora que tuvo el presagio clamando: «Yo lo dije, que algo muy grave iba a pasar y me dijeron que estaba loca»…
Por eso hay quienes piensan que a los indignados se les debe prestar atención, como de hecho lo anunció el presidente Obama, pero otros sostienen que con los años el sistema los volverá conservadores y no querrán perder lo poquito que con tanto trabajo han ganado. Lo cierto es que la mayoría de veces con salir a protestar a la calle no se cambia el mundo, los rumores se quedan en rumores, las supersticiones, los presagios y la indignación también, pero de pronto el rumbo de la historia está cambiando… ¿La moraleja de la historia es?